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Columna
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Querido Kadírov: tranquilízate

Putin asciende a su aliado checheno, pero su apelación a la bomba nuclear incomoda al Kremlin

El presidente ruso, Vladímir Putin, y el presidente checheno, Ramzán Kadírov, en agosto de 2019.
El presidente ruso, Vladímir Putin, y el presidente checheno, Ramzán Kadírov, en agosto de 2019.SPUTNIK (VIA REUTERS)
Berna González Harbour

Cuando uno va a pelearse al callejón con una banda rival lo hace acompañado de los hooligans más probados, es lógico. Y por ello es comprensible que cuando Putin (que de niño se fajó a golpes y trompazos en las calles de San Petersburgo) se disponía a lanzar la invasión de Ucrania, llamara a su mejor secuaz para la faena. Hablamos de uno de los hombres más feroces sobre la faz de la antigua Unión Soviética: Ramzán Kadírov, presidente de Chechenia e hijo del dirigente checheno que permitió a Putin doblegar esa república.

Aquello fue en la segunda guerra chechena, la que dirigió Putin como primer ministro y que le procuró la popularidad que le lanzó a la presidencia. Tras bombardear por tierra y aire las ciudades y a los civiles como ha hecho en Ucrania, Putin sofocó el separatismo checheno de la mano de Ajmat Kadírov, que se hizo así con el control de esa explosiva zona del Cáucaso. Mientras Putin miraba para otro lado, los Kadírov sometían a la población con asesinatos, desapariciones y violaciones de derechos humanos que difícilmente se investigarán jamás a fondo.

Pues bien. Asesinado Kadírov padre y tras algún otro líder, Kadírov hijo lleva las riendas del país y se ha apuntado con entusiasmo a la cruzada rusa sobre Ucrania. Una sintonía que se basa en la ambición guerrera y no religiosa, puesto que es musulmán frente al cristianismo que se ha convertido en pilar de la ideología de Putin.

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Los hombres de Kadírov han campado a sus anchas por Ucrania. Sus propios hijos adolescentes se unirán pronto al frente. Y es cuando surge el problema. En tiempos de retirada, cuando los rusos están abandonando kilómetros y kilómetros al no poder resistir el avance ucranio, el mejor amigo de Putin se está convirtiendo en problema. Critica a diario la estrategia, señala a los generales más flojos y apela al lanzamiento de una bomba nuclear.

El Kremlin ha reaccionado de dos maneras: por un lado, Putin le ha ascendido a coronel general, gracias, chaval. Por otro, el portavoz oficial ha salido al paso asegurando que soltar un arma atómica es una decisión que no se puede tomar desde el punto de vista emocional (la decisión de invadir y someter a un país vecino debió ser, como todo el mundo sabe, muy racional). Pero es lo que tiene pedir ayuda a un pirómano. Ayudó a encender el fuego. Ahora no encaja en el papel de bombero.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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