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Tribuna
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¿Es serio comparar al actual Gobierno de España con el de Italia?

Fernando Savater equipara las acciones e ideas de la extrema derecha con las del actual Gobierno: no hay mejor manera de justificar el autoritarismo que acusar a los otros de autoritarios

Giorgia Meloni celebra su victoria elefctoral, el pasado 26 de septiembre en Roma. Foto: GREGORIO BORGIA (AP) | Vídeo: EPV

En su última columna, Fernando Savater usa la ironía para hablar de Giorgia Meloni y el próximo Gobierno italiano. Pese a que la ironía es una forma eficaz de camuflar las ideas, se deriva de su columna que no hay que preocuparse en exceso por el ascenso de la extrema derecha en Europa. Al menos, no hay que hacerlo hasta que solucionemos nuestro problema más acuciante: el actual Gobierno español. Si en Italia hay fascistas en el poder, en España tenemos algo parecido: ministros comunistas. De hecho, en España estamos peor porque habría políticas “más fachas” en activo y “entusiastas del terrorismo sentados en el Parlamento chantajeando al Gobierno”. No hay que preocuparse demasiado por los autoritarios foráneos y el debilitamiento de la democracia en otros países porque el Gobierno de Pedro Sánchez, pese a las apariencias, esconde una fachada autoritaria y antiliberal.

El argumento de Savater tiene dos problemas. El primero es la minimización de los peligros de la extrema derecha para la democracia. En sus propias palabras, “llamar fascismo a lo que sale de las urnas legalmente utilizadas parece un poco exagerado, ¿no?”. Más allá de que se olvida de importantes ejemplos históricos (siempre es recomendable evitar la reductio ad Hitlerum, pero por una vez acordarse de los nazis está justificado), su argumento se le podría volver en contra: ¿no es también exagerado entonces llamar “entusiastas de los terroristas” a los que están sentados ahora mismo en el Congreso de los Diputados? Incluso si aceptamos que quizás es exagerado llamar fascista a una antigua admiradora de Mussolini, lo que parece claro es que otros gobiernos parecidos al de Meloni han puesto en jaque a democracias avanzadas y que existe un efecto contagio: los partidos de extrema derecha se benefician del éxito electoral de partidos similares en otros países.

El segundo problema es empírico: ¿Hay algún movimiento en la izquierda actual europea que amenace las instituciones democráticas en Europa de una manera equivalente a la extrema derecha? La inmensa literatura académica sobre democracias en retroceso (backsliding democracies) señala que el problema principal está ocurriendo con gobiernos autoritarios de derechas. Los ejemplos son numerosos: Hungría, Polonia, Brasil, India o Turquía. En general, el proceso es el siguiente: un líder con valores culturales conservadores se hace con el poder, debilita las instituciones, impone una agenda de retroceso de derechos civiles y acaba poniendo en duda los resultados de las elecciones. Hay ejemplos, como Estados Unidos, en los que los arrebatos autoritarios del presidente no han conseguido acabar del todo con el sistema; en otros países, la palabra más adecuada para definir su sistema político ya no es democracia. Aunque ha habido casos en los últimos años de gobiernos de izquierda que han debilitado las instituciones, en la Unión Europea no ha ocurrido hasta ahora. Por eso, la conservadora presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se ha mostrado preocupada por el auge de la extrema derecha en Europa mientras que considera que el Gobierno español es un aliado en la agenda europeísta.

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Savater seguramente niegue la mayor. ¡El Gobierno de España es un ejemplo de autoritarismo y populismo! Si no lo vemos, es por nuestros sesgos cognitivos, que hace que veamos la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el nuestro. ¿De verdad tenemos un Gobierno que se está cargando nuestra democracia? Cuando teóricos del populismo como Cas Mudde han leído artículos periodísticos sobre la supuesta deriva autoritaria del Gobierno, les ha entrado la risa. No hay ningún artículo académico ni indicador que equipare a España con los gobiernos autoritarios europeos desde el inicio del Gobierno de coalición. Los fallos del Gobierno, que no son pocos, son equiparables a los que cometieron otros gobiernos democráticos en España. ¿O es que RTVE, el INE y el CIS fueron siempre instituciones independientes hasta que llegó este Gobierno? No hay que irse muy lejos para observar actuaciones mucho más dudosas de gobiernos democráticos españoles que no hicieron que Savater pensara que eran un peligro para la democracia.

Por el beneficio de la duda, asumamos que la mayoría de los académicos españoles y extranjeros están sesgados y que son incapaces de darse cuenta de que el actual Gobierno es un peligro para la democracia. En ese caso, Savater debe responder a este tipo de preguntas: ¿Pretende Pedro Sánchez quedarse en el cargo indefinidamente y, como hicieron Bolsonaro y Trump, pondrá en duda la validez de los resultados de las elecciones antes de que salgan? ¿Tiene el Gobierno una agenda que limita los derechos civiles de sus ciudadanos de una manera equivalente a como han hecho Polonia y Hungría con la población LGTB? ¿Ataca el Gobierno la libertad de expresión de una manera parecida a lo que hace Erdogan en Turquía? ¿Ha hecho Pedro Sánchez alguna vez un discurso equivalente al de Meloni en Andalucía, cuando en un tono exaltado dijo cosas como “sí a la familia natural”, “no a los lobbies LGTB”, “no a los burócratas de Bruselas”, “sí a la universalidad de la cruz” y “sí a nuestra civilización”?

Uno de los riesgos del auge de la extrema derecha es que los partidos e intelectuales de centroderecha adopten una visión polarizada del mundo. Es decir, los que no van conmigo no es que tengan ideas distintas sobre el mundo, sino que son un peligro para la democracia. Así es fácil justificar la equidistancia: ni Meloni, ni Sánchez (cabe hacerse la pregunta de si habría algún partido político en el mundo que fuera tan autoritario como para que Savater prefiera al actual Gobierno). Equiparar las acciones e ideas de la extrema derecha con las del actual Gobierno tiene riesgos: no hay mejor manera de justificar el autoritarismo que acusar a los otros de autoritarios. Si Savater cree, en contra de la literatura académica y los indicadores disponibles, que España ha entrado con este Gobierno en una deriva autoritaria similar a la de varios países gobernados por la extrema derecha, lo debería justificar comparando ambas situaciones. Si no, uno puede acabar pensando que lo que le preocupa a Savater no es el estado de la democracia española, sino su obsesión con Pedro Sánchez.

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