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El sexo empieza por sí (ahora también en el PP y Vox)

Hay demasiados grises, muchas zonas oscuras en nuestra educación sexual y aunque la ley no vaya a evitar una violación en grupo y quede un gran camino, lo debemos recorrer, también en las aulas

Ley del solo si es si
Manifestación en Pamplona contra la sentencia del 'caso La Manada' por la violación en grupo de una joven de 18 años en los Sanfermines, en mayo de 2018.ANDER GILLENEA (AFP)
Nuria Labari

No existe sexo sin consentimiento porque el sexo sin consentimiento es violación. Es fácil de entender y de practicar y, sin embargo, esta idea aún resulta difícil de asimilar para muchos y muchas, en concreto para todos los diputados y diputadas del PP y Vox que votaron en contra cuando la ley del solo sí es sí, que llegó al Congreso el pasado 26 de mayo.

Lo que piensan todos estos diputados y diputadas es que resulta muy difícil expresar sin lugar a dudas nuestro consentimiento cuando estamos sexualmente excitados. Porque hay muchos grises, dicen. Y tienen razón: hay demasiados grises, muchas zonas oscuras en nuestra educación sexual. Abismos negros como el petróleo, tan profundos como aquel charco en el que se metió la entonces diputada del PP Cayetana Álvarez de Toledo en 2019, después del ataque de La Manada, al preguntar a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en un debate en RTVE por la ley que se acaba de aprobar hoy, tres años después de su derrape. “Dice su programa: garantizaremos con el Código Penal que todo lo que no sea un sí, es un no. ¿De verdad van a garantizar eso? ¿Penalmente? ¿Un silencio es un no? Ustedes dicen que un silencio es un no, y una duda, ¿de verdad van diciendo ustedes sí, sí, sí hasta el final?”. Vaya lío lo de consentir, menudo follón ahora lo del sexo. Lo malo es que todos estos políticos y políticas que se hacen lío con el consentimiento sexual representan a muchas personas tan machistas y desconcertadas como ellos y ellas.

Y mira que hay ocasiones en que los diputados y diputadas del PP y Vox lo tienen claro. Una boda, por ejemplo, ahí hace falta un sí quiero para consumar. Y eso lo entienden superbién. Igual que se precisa un consentimiento expreso para iniciar una relación laboral y hasta para recibir una newsletter informativa del partido. El consentimiento parece una práctica sencilla y generalizada más que una complicación. Pero si estás desnuda o vulnerable, la cosa se complica, si te desabrochaste el sujetador con tus propias manos, eso podría suponer que aceptas todas las prácticas sexuales que vengan a continuación, si la otra noche querías entonces aquel sí valdrá también para hoy; si estamos casados, no me jodas, no me digas que también te puede violar tu propio marido… Todo esto son, para muchas personas, zonas grises del consentimiento sexual. Pero esas zonas grises de las que hablan quienes no entienden la palabra consentimiento no son más que una niebla mental en su cabeza, la clase de niebla que se produce cuando uno no sabe orientarse en una situación concreta. Y cuando esto sucede, es uno el que está mal y uno quien debe cambiar. Los grises proceden en este caso de la forma machista que tiene la manera en que imaginamos las relaciones sexuales: profunda, inconsciente y asumida por una amplia parte de la sociedad.

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Así, el machista en la cama se parece mucho a un psicópata, por cuanto no está seguro de estar haciendo daño. Porque él mismo no siente el daño ni reconoce a su víctima. Por eso el machista (o la machista) es un psicópata cultural socialmente aceptado. Y solo desde ahí se entiende el gris. Es por eso, porque hay tantos machistas sueltos y tantas diputadas y diputados hablando de la materia gris, por lo que es tan importante que la ley no entienda de sombras ni de tinieblas a partir de hoy.

La mala noticia es que el problema es legislativo en muy último término. Una cosa es que el juicio de La Manada pudiera ser otro con esta ley en la mano y otra muy distinta que una ley pueda servir para evitar o prevenir una violación en grupo. Queda un gran camino, pero lo debemos recorrer, también en las aulas. De momento hoy, con la ley en la mano, tal y como nos sugirió Cayetana, gritamos sí, sí, sí.

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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

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