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Columna
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Selenita

Cómo acabará a largo plazo la luna y, si habrá un día en el que, como efecto secundario de las excavaciones y el incumplimiento de la normativa contra el gamberrismo, la luna y el cielo se desplomarán sobre nuestras cabezas

Eclipse lunar
Una persona observa un eclipse lunar parcial desde A Coruña, en noviembre de 2021.M. Dylan (Europa Press)
Marta Sanz

Luna llena. Encerrada en un halo de lunática tristeza. La luna vino a la fragua, con su polisón de nardos. El rayo de luna. La luna sangrienta. Impasible. La luna de los licántropos. La luna, mírala, es tu espejo. Unas gotas de luna en los ojos de los ancianos ayudan a bien morir. Luna, lunera, cascabelera. El sol se llama Lorenzo y la luna Catalina. La luna se ha puesto, duermo sola. Yo quiero luz de luna, para mi noche triste. La luna gime en el fondo del mar. El misterio. El frío. La muerte. Menstruaciones y mareas. Filo de cuchillo. La cara oculta de la luna. Pálida luna de lobos. Al final, la luna es la redonda cara tuerta de El viaje a la luna de Georges Méliès. En Canadá, proponen una revisión del Código Penal para castigar actos vandálicos contra el cuerpo celeste. Golpear el polo sur de la luna para encontrar agua se considera un acto vandálico. Arrojar un chicle por la ventanilla de la nave. La luna pierde su emanación poética no porque el conocimiento agriete el misterio y la magia, sino porque ese conocimiento se utiliza para expoliar. Qué retales de la luna son aprovechables para fabricar coches o sistemas de navegación. Telefonitos para marcar un número de un hotel lunar con todo incluido: alimentación en pastillas diaria, excursiones en traje espacial, viaje de ida y vuelta patrocinado por un empresario japonés coleguita de Elon Musk. Ya hay un millón de personas ávidas de viajar al satélite. Algunas de sus zonas deberán ser declaradas espacios protegidos y será necesario diseñar legislaciones contra la gentrificación. Planificar la destrucción de residuos y compatibilizar las áreas de recreo con las canteras extractivas. La luna se llenará de casetas de obra.

Lo preocupante de este tránsito desde la poesía al comercio no es todo lo que ahora sabemos y antes ignorábamos. Lo que produce desconfianza es que la usura se encubra bajo el barniz filantrópico de la necesidad de “proteger la biosfera desplazando las industrias contaminantes al exterior y recurrir a los materiales lunares para conseguir energía limpia”. La idea es de Lewis Pinault. Se supone que hay un objetivo ecológico en el envío por parte de la NASA de un robot perforador al cráter Shackleton. No importan los cambios en la poesía ni la aniquilación del enigma de una naturaleza sublime. También se escriben poemas desde la luz del conocimiento y el a mi trabajo acudo. En la poesía pueden convivir la luna negra de Lilith con la luna, cuerpo celestial de vacaciones, y su servicio selenita. Lo que me preocupa es hasta dónde podremos expandirnos, plantar huertas, fundar colonias, hasta qué loncha del espacio-tiempo, y cómo manipulamos los discursos sobre el bienestar del planeta para justificar depredación y nuevos modelos de negocio. Cómo acabará a largo plazo la luna y, si habrá un día en el que, como efecto secundario de las excavaciones y el incumplimiento de la normativa contra el gamberrismo, la luna y el cielo se desplomarán sobre nuestras cabezas. Al final, la luna es la redonda cara tuerta de El viaje a la luna de Georges Méliès: puede que el arte se anticipe a casi todo. Aquí abajo lloverán cenizas que veremos a través de nuestros dispositivos móviles fabricados con mineral lunar. Funde a negro.

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Sobre la firma

Marta Sanz
Es escritora. Desde 1995, fecha de publicación de 'El frío', ha escrito narrativa, poesía y ensayo, y obtenido numerosos premios. Actualmente publica con la editorial Anagrama. Sus dos últimos títulos son 'pequeñas mujeres rojas' y 'Parte de mí'. Colabora con EL PAÍS, Hoy por hoy y da clase en la Escuela de escritores de Madrid.

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