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Elecciones Brasil
Columna
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Lula no quiere chaleco antibalas

Las amenazas del bolsonarismo más radical alientan al expresidente brasileño a hacer una campaña con medidas de seguridad que lo alejan de su fuerte: el contacto con la gente

Juan Arias
Lula da Silva campaña electoral
El expresidente y candidato presidencial, Lula da Silva, saluda al público tras un acto en São Paulo, el pasado 27 de mayo.Andre Penner (AP)

Lula da Silva está resultando un dolor de cabeza, no solo para Jair Bolsonaro, sino también para los organizadores de su campaña electoral. El expresidente y exsindicalista aparece como ganador en las presidenciales de octubre incluso en la primera vuelta y, aunque la campaña oficial solo tendrá lugar semanas antes de las elecciones, la maquinaria política ya se ha puesto en marcha.

Las elecciones de este año se presentan cada vez más dramáticas y la tensión política es de alto voltaje. Las amenazas explícitas de Bolsonaro de que no aceptará el resultado en caso de perder incendian el clima. Fracasada la idea de tener un candidato en el centro, los populismos opuestos de Bolsonaro y Lula se enfrentan en tensión máxima.

Además, dado que el actual presidente amenaza con un golpe con ribetes de guerra civil y cuenta con una aguerrida milicia personal, la situación de Lula como favorito se complica y se tiñe de enfrentamientos en la calle y hasta de un atentado mortal.

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No son solo conjeturas. Los organizadores de la campaña del líder progresista cuentan con información seria de que Lula corre el peligro de un atentado. Por primera vez, el equipo de un expresidente acostumbrado a hacer campañas en brazos de las multitudes está pensando en hacerle usar un chaleco antibalas. El problema es que Lula se niega rotundamente. Alega que su mejor escudo fueron siempre los trabajadores que lo acompañaron en sus actos multitudinarios alrededor del país.

Sin embargo, el peligro esta vez es real. Muchas reuniones con otros líderes políticos que buscan darle su apoyo a Lula alrededor del país se han cancelado a última hora. Recientemente, un paseo que tenía planeado por el centro de la ciudad de Porto Alegre fue suspendido por el temor de que le arrojaran objetos desde los edificios.

Por primera vez en una campaña, Lula se está viendo acosado y amenazado por el extremismo del llamado bolsonarismo de raíz. De ahí que varios locales que habían sido escogidos para sus actos multitudinarios hayan sido rechazados porque las fuerzas del orden no podían garantizar su seguridad.

Lula es uno de esos líderes, desde que dirigía huelgas sindicales hasta sus campañas presidenciales, que busca el encuentro físico con sus admiradores, que lo adoraban como un dios.

Esta vez todo está cambiando y son esos encuentros de multitudes los que dan miedo a los organizadores de su campaña. Baste un botón de muestra. En el sur del país se le está organizando un encuentro con una serie de medidas de seguridad que Lula odia, pero que ha tenido que aceptar. Se trata de un estadio con capacidad para 7.000 personas. De ellas, 3.000 se quedarán fuera vigilando para que no puedan infiltrarse seguidores violentos de Bolsonaro. Los otros 4.000 podrán entrar solo con una serie de requisitos, como ha explicado el diario Folha de São Paulo. Por ejemplo, los participantes tendrán que inscribirse antes en las delegaciones de sus respectivos partidos. Al llegar al estadio deberán pasar por una fila según orden alfabética. También recibirán una pulsera especial que les indicará el lugar donde deberán ubicarse dentro del estadio. Y no podrán llevar consigo ningún tipo de carteles u otros objetos.

Según el senador Randolfe Rodrigues, escogido por Lula para organizar su campaña, habrá que tener mucho cuidado esta vez con cualquier salida en público del candidato. Y ante quienes intentan convencerle de que esta vez lo más importante es la actividad electoral de los candidatos a través de las redes sociales (que le dio en 2018 la victoria a Bolsonaro), Lula se enfurece y recuerda que lo que él sabe hacer bien y que le dio resultado toda la vida es el contacto físico con sus seguidores. “Hay gente que piensa que ya no hay que hacer campaña en la calle y solo en las redes sociales. Quien quiera hacerlo que lo haga. Yo voy a viajar por Brasil y quiero conversar con el pueblo brasileño”, dijo en una reunión de la ejecutiva.

Habrá que ver cómo reaccionará Lula a las restricciones que intentan imponerle en sus campañas callejeras, pero el senador Rodrigues ha sido explícito: “No estamos antagonizando con un candidato normal, sino con un criminal. La vocación de Bolsonaro es la de matar o incitar a la violencia y pasará la campaña incitando a un atentado contra Lula”.

Según los últimos sondeos, el exsindicalista vence ostensivamente a su adversario en los votos de las mujeres, sean ricas o pobres, de los jóvenes, de los trabajadores y desempleados; mientras que el ultraderechista recoge los votos masculinos, los de los más ricos y militarizados.

Lula se ha abanderado con el eslogan de que si la campaña de su adversario aparece ostensivamente “la del odio a todo y a todos”, la suya quiere que sea caracterizada por la del “amor y del diálogo”.

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