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Columna
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Oda al rifle

Madrid debe convertirse en la patria de la libertad y el rifle. Se lo merece. Su apuesta de progreso es inseparable de la venta libre de armas. ¿O no?

Un hombre y un niño asisten a la convención anual de la Asociación Nacional del Rifle en Houston (Texas).
Un hombre y un niño asisten a la convención anual de la Asociación Nacional del Rifle en Houston (Texas).SHANNON STAPLETON (REUTERS)

Bendita sea tu perfección, bendito el regalo que suponen para el hombre libre la culata, el visor, el cañón y el gatillo. Alabada sea la ley del más fuerte en los negocios de la vida. Tu culata convoca a los emprendedores que nos salvan con el fruto rojo de sus disparos. Tu visor corrige las ensoñaciones de los telescopios, empeñados en mirar las estrellas en vez de poner el ojo en la tierra salvaje. Tu cañón alarga la voluntad humana hasta la jungla de la supervivencia y traza las fronteras del león y el ciervo, la ira y la campana. Tu gatillo tiene rumor de origen, voz de fuego, resumen del vientre, la vagina y el falo de la sociedad. Bendita sea la infancia de vaqueros e indios, norma de cualquier existencia futura.

Madrid debe convertirse en la patria de la libertad y el rifle. Se lo merece. Su apuesta de progreso es inseparable de la venta libre de armas. ¿O no? Superada ya esa tontería viejuna de la sanidad y la educación públicas, el camino exige líderes compulsivos, muchachos sin tratamiento psiquiátrico, rencores consagrados al rifle, colegios donde se produzcan las venganzas y clínicas privadas y libres para atender a los heridos. Es la bella factura.

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La vida exige convertir las ideas en obsesiones implacables. Sin límites, sin reglas, sin gobierno, sin confinamientos. Marchando una de rifles. Franco, Hitler, Stalin, ETA, el yihadismo y los talibanes convirtieron a sus patrias, sus ideales y sus dioses en un camino hacia el horror. Los neoliberales caminan con paso firme hacia las fábricas de armas. Sus libertades son unos mostradores con pistolas, un yo que sabe defenderse solo, que sabe hacer justicia solo, que no necesita otro cuidado que el olor a pólvora en los dedos. Rifles en las palabras, las noticias, las redes y los corazones. Bendita luz manchada del mundo que nos espera.

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