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Ofensiva de Rusia en Ucrania
Columna
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¿Por qué la guerra, la violencia, la dictadura, la tortura y las armas son nombres femeninos?

Las armas pueden ser femeninas, pero quienes las usan y aman son quienes están obsesionados con el mundo fálico, de violencia

Juan Arias
Ucrania: Mujeres refugiadas con sus hijos al llegar a Francia
Mujeres refugiadas ucranias con sus hijos al llegar a Francia, el 9 de marzo.Bob Edme (AP)

La guerra de Putin, que está desbaratando nuestro mundo sin saber dónde aterrizaremos, está produciendo millones de palabras con informaciones y análisis. Y las palabras no son inocentes. Que lo diga Lacan, uno de los padres del psicoanálisis. Y hoy la palabra más escrita y pronunciada desde que estalló el conflicto en Ucrania está siendo la guerra.

El Día Internacional de la Mujer se ha celebrado este año bajo el estallido de las bombas rusas que nos hieren a todos. Y yo me he preguntado, pensando en esos millones de mujeres que están huyendo de la guerra con sus hijos, dejando sus hogares sin saber dónde aterrizarán ni qué les espera, por qué la guerra es femenino en casi todas las lenguas.

Las mujeres en las guerras son siempre las que más sufren, aunque sean las que menos mueren. Ellas, con su capacidad de abnegación, con su fortaleza ante el dolor, sostienen el mundo, mientras los hombres lo destruyen. Si no fuera por las mujeres en la retaguardia de las guerras, ya se habría acabado el planeta. Y si de ellas dependiera no habría más guerras.

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La lengua ha hecho femenina no sólo a la guerra. Son femeninas también la violencia, las armas, la dictadura, la tortura, la crueldad, la violación y hasta la cobardía. Y, sin embargo, las armas son fálicas. Quizás por ello las amen tanto los tiranos a quienes la palabra paz, que sí debe ser femenina, les arde en la boca. Lo fálico es la pelea, el conflicto, la cacareada hombría, que no sé por qué es también femenina. No debe ser una casualidad que los tiranos, los fascistas y nazis suelen ser misóginos y homofóbicos y sólo conciben a la mujer como objeto de placer.

Brasil ha estado sacudido estos días por el comportamiento del diputado estatal conservador Arthur do Val. Se había ido a Ucrania sólo en una misión humanitaria, lo que fue aplaudido. Pero, a su vuelta, unos mensajes de mal gusto que sugerían que podría haber ido a practicar turismo sexual volvieron la situación en su contra. Todo feliz explicó a sus amigos que las mujeres de Ucrania “son muy guapas y además muy fáciles porque son pobres” y que con ellas se podían organizar “grandes juergas”.

El diputado, que pretendía ser gobernador de São Paulo, acabó execrado, va a perder su cargo y su carrera ha acabado. El político era cercano a la extrema derecha del presidente Jair Bolsonaro, de quien es más que conocida su misoginia y su desprecio por todo lo femenino, hasta el punto de haber confesado su pena porque su quinto hijo, “por un descuido le nació mujer”.

En medio a la indignación producida por el diputado que se fue a Ucrania e hizo comentarios de mal gusto de las mujeres que huían de la guerra, los medios de comunicación han desempolvado y reproducido literalmente algunas de las perlas misóginas y fálicas de la carrera política del excapitán, hoy jefe de Estado enamorado de las dictaduras y la tortura.

He aquí dos de esas perlas del presidente brasileño, que el Día de la Mujer celebró un acto con políticos sin la presencia de una sola mujer. Cuando aún era diputado federal en una sesión pública del Congreso, discutiendo con una diputada del Partido de los Trabajadores (PT), le dijo textualmente: “Ella no merece ser violada porque es muy fea, no es de mi gusto, jamás la violaría. Yo no soy un violador, pero si lo fuera, no lo haría, porque ella no se lo merece”.

Su homofobia también es clásica. Ya presidente afirmó: “Brasil no puede ser el país del turismo gay. Quien desee venir aquí a hacer sexo con las mujeres será bienvenido, ahora, en lo que no puede Brasil convertirse es en el paraíso del turismo homosexual”.

Sí. Las armas pueden ser femeninas, pero quienes las usan y aman son quienes están obsesionados con el mundo fálico. Hoy, en el despertar de una nueva extrema derecha nazifascista, sus nuevos valores están impregnados de muerte y violencia, de pura virilidad, de desprecio por todo lo femenino, porque según esa nueva derecha la mujer es un estorbo hasta para la economía.

Ha sido también el jefe de Estado brasileño el que ha acuñado esta perla conversando con sus seguidores fanáticos: “Yo tengo pena de los empresarios en Brasil, porque es una desgracia ser patrón en este país con tantos derechos laborales, porque entre un hombre y una mujer joven, ¿qué es lo que piensa el empresario?: ‘Joder, esa mujer lleva un anillo en el dedo, dentro de poco quedará embarazada, seis meses de licencia de maternidad…”.

No, la guerra, la violencia, las armas, la cobardía no pueden ser femeninas. Que nos lo digan sino Stalin y Hitler y Musolini, y hoy Bolsonaro y todos los enamorados de la nueva extrema derecha resucitada y todos los que hoy quieren encerrar de nuevo a la mujer en la garita donde, como dijo aquí un bolsonarista de pura cepa, “siempre lo estuvo y deberá seguir estándolo”. Pues eso.

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