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anatomía de twitter
Columna
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Xavales, violencia y soledad

Los móviles de adolescentes madrileños de todas las clases sociales vibran con mensajes que hablan de purgas entre bandas latinas, de Trinitarios y Dominican

Lugar donde falleció acuchillado un menor de 15 años, en la calle Atocha de Madrid, el pasado 9 de febrero.
Lugar donde falleció acuchillado un menor de 15 años, en la calle Atocha de Madrid, el pasado 9 de febrero.Ignacio Moreira
Nuria Labari

“Xavales, este finde que entra no piséis Moncloa, la Dehesa, Lucero… El finde pasado han matado a un trinitario y va a haber muchísima sed de sangre. Id con cabeza y andad con cuidado porque ya han dicho que les da igual gente que sea de banda o no”, rezaba una de las advertencias virales en Twitter del fin de semana. Otra clamaba: “España va a ser latinoamericana por un día. Patria y que Dios os bendiga”. Estas proclamas acumulan, solo en la cuenta de @kisampe —conocida influencer— 34.000 me gustas y casi 4.000 retuits. Casi al mismo tiempo, la Policía Nacional compartía los mismos mensajes con el hashtag #NoPiques impreso encima. #SomosTuPolicia remataba su tuit, que generó poco más de 100 likes.

A la policía le cuesta conectar con los jóvenes y los padres madrileños tienen miedo de que sus hijos salgan a la calle después de la noche letal que inauguró febrero: dos jóvenes muertos (uno de ellos menor) y tres heridos a machetazos y puñaladas. Al mismo tiempo, los móviles de adolescentes madrileños de todas las clases sociales vibran con mensajes que hablan de purgas, de Trinitarios y Dominican. La mayoría de las veces, sus padres ni se enteran. Porque no hace falta formar parte de una banda para que te lleguen sus noticias, sus símbolos o sus hashtags, basta con tener TikTok. Donde también llegan sus seductoras promesas de protección, su estética aguerrida, sus ritos y todo lo que una banda promete cuando más lo necesitas: sentido y pertenencia.

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La violencia de bandas ha aumentado en Madrid a la vez que ha bajado drásticamente la edad de los implicados. Si hace dos años entre los identificados había un 10% o un 20% de menores, hoy alcanza el 40%. Y en este cambio de tendencia, la pandemia juega un papel fundamental, según explica la policía. Una vez más, se confirma que cuanto más débiles son las instituciones, mayor es la necesidad de adquirir relevancia individual o grupal. Cerrar la escuela tiene consecuencias, retirar la seguridad social también, aislar a los chavales no podía ser inocuo. La pandemia ha producido millones de jóvenes solitarios tras una pantalla disfrazados de chicos y chicas duros, donde han bailado cuando querían llorar y proclamado lemas que no entendían. Y esto con independencia de su origen social. Esta semana se habla de la violencia de las bandas latinas con explicaciones a menudo racistas y clasistas, pero bien podríamos relacionar esta escalada con el auge de adolescentes ingresados en psiquiatría. Me refiero a esa otra violencia disparada entre los menores: la de autolesiones, trastornos alimenticios e intentos de suicidio.

“Ya no se ven en el parque, se ven en TikTok y se matan en la calle”, explicaba un agente de policía a este periódico subrayando la importancia de las redes. Mientras tanto, Isabel Díaz Ayuso ataja el problema con un solo tuit: “Vox mezcla a los menas en todo. Las bandas latinas están compuestas en su mayoría por jóvenes que han nacido en España. El problema no es de origen, es de integración, falta de cumplimiento de las normas y de medios policiales, misión del Gobierno”. Un golpe que arrincona a Vox con una mano, al Gobierno con la otra y sirve de paso a sus propios intereses. España (y Europa) deben aspirar a algo más que al cumplimiento de la norma. Es hora de que las instituciones del Estado se fortalezcan para producir identidad o los jóvenes la buscarán donde sea. Y la pagarán a cualquier precio, incluso con su vida.


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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

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