_
_
_
_
_
COLUMNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El terror está en casa

La violencia contra la mujer es, con diferencia, el mayor problema de criminalidad de España y el que peor pronóstico tiene, quizá porque la mayoría de los delitos se cometen en el hogar

Violencia de genero
Concentración de repulsa contra el asesinato de María Isabel en San Roque, Cádiz.AYUNTAMIENTO DE SAN ROQUE (Europa Press)
Sergio del Molino

Los balances trimestrales de criminalidad del Ministerio del Interior son una de las peores noticias que puedan leer algunos políticos, y no porque retraten un mundo sin ley, como el que había al oeste del río Pecos, sino porque nunca hemos estado tan al este de aquel río. La criminalidad acaba de registrar su mínimo histórico, lo que debería celebrarse como una gesta nacional. En el último informe bajan todos los delitos graves salvo (y es un salvo enorme al que le vienen pequeñas las mayúsculas) las agresiones sexuales y el tráfico de drogas.

La violencia contra la mujer es, con diferencia, el mayor problema de criminalidad de España y el que peor pronóstico tiene, quizá porque, como señala el Informe sobre violencia contra la mujer que elaboró el Gobierno (con datos de 2015 a 2019), la mayoría de los delitos se cometen en el hogar. El miedo no está en las calles, sino en las cocinas y en los dormitorios, lo cual destruye la propaganda filofascista y los argumentos de las empresas de seguridad, que prometen protegernos de peligros improbables acorazando los domicilios, tantas veces escenarios de terrores reales.

Todo esto son noticias pésimas para los políticos que utilizan el miedo como agitador de masas. Con unas calles donde el crimen es casi anecdótico, hay que mentir muchísimo para convencer a los votantes de que viven un apocalipsis de menas asesinos, como hace Vox. Hay que mentir tanto y tan groseramente, que solo los paranoicos más marginales y los racistas más contumaces compran la mercancía. Pero también son malas noticias para quienes inciden en la inseguridad callejera de las mujeres, porque ocho de cada diez agresiones son obra de las parejas, exparejas o familiares de las víctimas, y casi siete de cada diez suceden en casa. El Estado es bastante eficaz contra la violencia en los lugares públicos, que representa una parte menor de la que sufren las mujeres, pero no puede poner guardias en los domicilios.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Cuando la violencia se vuelve irrelevante en las calles y, a la vez, se repliega, invisible, tras las ventanas cerradas, adquiere una textura política muy sutil. Ya no se resuelve a palos, con eso que los juristas llaman desde Max Weber el monopolio legítimo de la violencia por parte del Estado. Los problemas sutiles requieren debates igualmente sutiles, ajenos al ruido mitinero. Por eso estos informes son las peores noticias que puede leer un político: al no caber la solución en un tuit, no sabe qué carajos hacer con ellas.


Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_