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ANATOMÍA DE TWITTER
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Son como niños

Las redes se llenan de fotos de bodegones con dulces en protesta por el plan para prohibir su publicidad en horario infantil

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Natalia Junquera

En Twitter puede encontrarse cualquier cosa porque son muchas las causas que cada día abrazan sus usuarios. En las últimas horas, por ejemplo, se ha llenado de bodegones de dónuts, bollycaos, phoskitos y chocolatinas varias en rechazo al anuncio del ministro de Consumo, Alberto Garzón, de prohibir la publicidad de dulces en horario infantil.

Uno de los bodegones más compartidos fue el que subió el responsable de Comunicación online del PP, Ismael Sirio López Martín, que recibió más de 3.300 comentarios y de 4.800 retuits. “Que dice Alberto Garzón que va a prohibir nosequé (sic)”, escribió en su cuenta junto a una imagen en la que se le veía con la mitad de una tableta de chocolate en la boca, un zumo en la mano, y una composición en forma de torre con unas galletas, un kit kat, dos huevos kinder y dos dónuts.

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Viendo la imagen era imposible no pensar en el making of. Imaginé al responsable de Comunicación de un partido de Gobierno comprando el arsenal de azúcar en el supermercado o dando instrucciones precisas a otra persona para adquirir las armas de oposición adecuadas: nada de marcas blancas, tiramos la casa por la ventana. ¿Pasaría la factura al partido? ¿Era gamberrada o estrategia de comunicación? Le vi preparando luego el set con primor, intentando domar a los huevos kinder, que se resistían a mantenerse en la postura más favorecedora para la foto, la vertical, y rodando por la mesa, a punto estuvieron de quedarse fuera de plano. Le imaginé también probando posiciones para la caja de galletas —¿abierta o cerrada, tú qué opinas? Pues abierta—; consultando con su cómplice si era mejor beberse el zumo o comerse un dónut para que el mensaje llegara con mayor nitidez al público y dando al fotógrafo las últimas intrucciones con cierta dificultad al estar ya la mitad de la tableta de chocolate en su boca, lista para el disparo.

La campaña no era muy sofisticada, pero una cosa no quita la otra: tuvo éxito. “Guárdame un poco, Ismael”, le replicaba, por ejemplo, Juan Carlos Pérez, “que estos van a aplicar la Ley Antiazúcar como los tiempos de la Ley Seca”. Muchos de sus seguidores reprodujeron el bodegón en sus casas para defender la libertad, que como todo el mundo sabe ya a estas alturas, se mide en cañas y glucosa. También hubo, no obstante, quien recordó al responsable de Comunicación popular un tuit suyo de 2017 con una galería de dulces —entre ellos varios de los usados en su bodegón reivindicativo— con un mensaje que parecía concienciar en lo contrario: “La cantidad de azúcar que tienen estos productos te sorprenderá”.

Desde la cuenta oficial de Podemos hicieron, a su vez, una parodia de la foto de López Martín: en lugar de su despacho aparecía en una celda y en lugar de las marcas de los dulces escribieron nombres de casos de corrupción: el kit kat era Kitchen; el dónut, Gürtel; el chocolate, Púnica.

En todo caso, unas horas después del anuncio del ministro, para una multitud tuitera lo que se prohibía ya no era la publicidad de los dulces dirigida a menores, sino el azúcar en sí. Dijo Alejandro Fernández, presidente del PP catalán: “La Santa Inquisición progresista. Prohibidas las miradas, los piropos, la carne roja, las golosinas... Son un auténtico coñazo. Menos mal que nadie les va a hacer ni caso”. Escribió Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid: “Drogas sí, dulces no”.

En Vox también estaban muy alarmados. Tuiteó Santiago Abascal: “Adoctrinan en las aulas, legalizan las drogas, implantan tratamientos hormonales para menores… y a la vez demonizan el chocolate y buscan restringir el consumo de carne. Todos promueven la agenda progre que pretende destruir y domesticar a nuestra juventud”.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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