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Jair Bolsonaro
Columna
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La misteriosa relación de Bolsonaro con las Fuerzas Armadas

El presidente de Brasil empieza a resultar más peligroso de lo que se pensaba y se asemeja a Nicolás Maduro, de quien sería su mejor copia pero de derechas

Juan Arias
Eduardo Pazuello y Jair Bolsonaro
El exministro de Salud, Eduardo Pazuello, habla en un acto acompañando al presidente Bolsonaro, el pasado 24 de mayo.Antonio Lacerda (EFE)

La última prioridad de los medios y las redes sociales en Brasil es el de las aún misteriosas relaciones del presidente, Jair Bolsonaro, con las Fuerzas Armadas. La última sorpresa ha sido la actitud inesperada del Ejército, que ha decidido no castigar al exministro de Sanidad, el general Eduardo Pazuello, que trasgredió pública y descaradamente las normas militares que le impiden participar en un acto público con Bolsonaro. Más aún, el mandatario ya había desafiado al Ejército en mayo de 2020, cuando le ofreció al general un puesto clave en su Gobierno.

Bolsonaro se siente tan seguro de su relación con el Ejército que osa hasta desafiarlo en público. Lo que no queda claro es cómo las Fuerzas Armadas, que parecían haber ingresado al Gobierno de extrema derecha para “controlar” al presidente en sus posibles arrobos golpistas, han acabado de rodillas ante él.

La noticia de la claudicación de la cúpula del Ejército ante Bolsonaro al perdonar a Pazuello ha tenido una repercusión nacional y ha complicado las estrategias políticas de las presidenciales del año próximo. Más aún, ha dado un relieve especial a la Comisión Parlamentaria de investigación del Senado (CPI) que investiga la existencia de un Gobierno paralelo creado por Bolsonaro para defender su postura negacionista ante la pandemia y su rechazo de la vacuna.

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Lo dejan claro las últimas declaraciones del presidente de la CPI, que incomodado con la arrogancia con que Bolsonaro se dirige y hasta insulta a los senadores, ha dejado entender que están llegando a él y que serán severos en sus decisiones.

Queda cada vez más claro que las Fuerzas Armadas no están en el Gobierno para tutelar al capitán frustrado, como se imaginaba al inicio, sino que es él quien parece dar órdenes al Ejército. El hecho de la claudicación de Bolsonaro en el caso de flagrante delito como el de Pazuello ante las leyes disciplinares del Ejército ha sorprendido hasta a los analistas más serios sobre los temas militares, como Igor Gielow de Folha y Mirian Leitao de O Globo. Según Leitao, que ha sufrido en su carne la dictadura militar, el Ejército “se somete al bolsonarismo y da paso a la anarquía” con su indulto a Pazuello. Para la analista, el presidente conspira contra la democracia y debilita las instituciones. “Ha sido el paso más peligroso dado por las Fuerzas Armadas desde el final de la dictadura militar”, resume la analista.

Para Ygor Gielow, que cuenta con buenas fuentes dentro del Ejército, se ha tratado de una falsa ilusión pensar que con la entrada de generales en actividad al Gobierno, las Fuerzas Armadas controlarían a Bolsonaro y evitarían la vuelta del partido de Lula da Silva al poder. Gielow añade irónico: “Bolsonaro ha conseguido su venganza. Es psicología barata, pero da la impresión de que él mató al padre”, escribe refiriéndose a Freud.

El enigma es por qué el Ejército aceptando pasivamente los desafíos y provocaciones de Bolsonaro cuando sabe que se está debilitando cada vez más ante la opinión pública, como reflejan los últimos sondeos. Aún no hemos oído a un solo militar importante recordarle al presidente que el Ejército “no es suyo”, y que es una institución más al servicio del Estado. Y más cuando cada día queda más claro que lo que pretende el presidente es no aceptar una derrota en la reelección aunque sea costa de dar un golpe de Estado. Lo acaba de decir el expresidente, Michel Temer, que siempre tuvo fama de conocer como pocos las entrañas del Ejército con quien mantuvo y mantiene relaciones de amistad...

Es cada vez más evidente que cuando el capitán habla a sus seguidores en realidad está enviando mensajes y amenazas al Ejército. La última demostración de ello tuvo lugar el 25 de mayo pasado. A una mujer que se quejaba de la pobreza que sufre Brasil, Bolsonaro le respondió con una frase sibilina: “Quien no esté contento conmigo, tiene a Lula en el 2022”. No hace falta ser psicoanalista para entender que la frase de Bolsonaro iba dirigida a un público más amplio. Apuntaba también a los militares. Fue como decirles que si no le apoyaban ahora, mañana podrían a encontrarse de nuevo con Lula, el PT y la izquierda en el poder, algo poco menos que abominable para el Ejército, que siempre preferirá las locuras e intemperancias de Bolsonaro que la vuelta de Lula.

Quizá para entender ese temor de que el PT con Lula pueda volver al poder habría que remontarse al 2018, cuando el entonces comandante del Ejército, Villas Boa, amenazó en un tuit al Supremo Tribunal Federal con que podría haber una subversión nacional si permitían a Lula presentarse a las elecciones. El Tribunal claudicó y fue uno de sus momentos más sombríos.

Una vez ganadas las elecciones y con Lula fuera de combate, el flamante presidente Bolsonaro sostuvo un enigmático encuentro con Villas Boa. “Usted es el responsable de que hoy yo esté aquí”, le agradeció Bolsonaro, y continuó con una frase que solo una pitonisa podría descifrar: “Lo que conocemos morirá entre nosotros”. Sin duda se trataba de algo grave que aún nadie ha conseguido revelar y que recuerda los códices de la mafia.

Todo lo que está aconteciendo entre Bolsonaro y el Ejército tendrá un peso importante en las próximas elecciones si es que las instituciones, a pesar de todo lo que está desvelando la CPI del Senado, le permiten disputarlas. Su desprecio por la CPI, sus amenazas de golpe, su descaro en afrontar al Ejército, su insistencia en el negacionismo y en alimentar un Gobierno paralelo y sus amenazas de que pueda volver Lula, su enemigo mortal, revelan que el capitán no aceptará el resultado en las elecciones. De ahí que ya estaría preparando un golpe de Estado, quizás con el apoyo y complacencia de las Fuerzas Armadas, de las Policías militares y de sus milicias amigas.

No sabemos si es ese el secreto que prometió a Villas Boa llevarse a la tumba, pero algo parece cada día más claro: Bolsonaro empieza a resultar más astuto y peligroso de lo que se piensa y su sueño se asemeja cada vez más al proyecto venezolano de Maduro, de quien sería su mejor copia de derechas.

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