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Columna
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Pandemia vehicular

Maldito bicho, también desde la perspectiva del independentismo. Ha conseguido que casi no se hable de otras cosas, algunas de ellas más importantes que las vidas de las personas

Jorge M. Reverte
Carles Puigdemont, Quim Torra y Artur Mas en Perpiñán en una foto de archivo.
Carles Puigdemont, Quim Torra y Artur Mas en Perpiñán en una foto de archivo.David Borrat (efe)

Sonar, sonaba mal. Lo de vehicular. Quizá por eso, Quim Torra ha conseguido, por fin, el reconocimiento español a que el castellano no sea igual que el catalán, que es un paso importante, esencial, para que el reconocimiento internacional que buscaba el president sea un hecho. Un paso crucial para completar los ya dados por el otro emérito, Carles Puigdemont, en pos de lo mismo.

Empezó Bélgica, uno de los Estados más jóvenes de Europa, y uno de los que más sangre ha costado al sueño europeo por su, eso si, poco voluntaria vocación de territorio “tapón”. No se le ocurrió cosa mejor al Gobierno belga que aconsejar a sus ciudadanos no viajar a Cataluña. Aunque ha durado poco la aventura, porque ya eso de viajar se ha puesto complicado, incluso en Alemania. Los números, al menos cuando viajan solos, tienden muy poco a la calentura. Pero, pese a su frialdad natural, han venido a concluir que todo va mal en todas partes.

Torra ha podido decretar, si es que todavía lo deseaba hacer, el cierre perimetral de Cataluña, que es lo más cercano a la independencia del territorio catalán que ha tenido lugar en tiempos del poscarlismo, los que vivimos desde 1714.

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Maldito bicho, también desde la perspectiva del independentismo. Ha conseguido que casi no se hable de otras cosas, algunas de ellas más importantes que las vidas de las personas. No como en Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso, la presidenta, ha llegado a poner la economía por encima de las vidas. Claro, porque allí no hay independencia pendiente. En Cataluña importan, sobre lo que sea, los logros patrios.

Cierre perimetral. Todo lleno de cuadrículas donde la gente se mueve de mala manera, y de donde los medios de comunicación se empeñan en que muchos patriotas se van a pasar el finde a una segunda residencia, en lugar de hacer un uso sencillo de su libertad.

Cataluña, donde la lucha de muchos por la independencia ha sido tapada por un bicho malvado, olvida lo que ya estaba dispuesta a olvidar, o sea, la cantidad de buenos negocios que el procés ha presentado ante quienes querían verlos. Unos, legales, y otros, menos.

La Cataluña indepe no celebra apenas, sin embargo, la que ha sido la mayor de sus victorias, el cese de la calificación de “lengua vehicular” al castellano. Esa sí que es una victoria. ¿Ante quién? La pandemia tapa en todas las direcciones.

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