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Columna
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El negocio de no salvar vidas

Nadie sabe hacia qué mundo nos dirigimos. Ni siquiera estamos seguros de si habrá segunda ola de la covid-19

Ramón Lobo
Un hombre con una máscara de Donald Trump se manifiesta contra el confinamiento en Texas, EEUU.
Un hombre con una máscara de Donald Trump se manifiesta contra el confinamiento en Texas, EEUU.JEREMY LOCK (Reuters)

EE UU destinó el año pasado 581.000 millones de euros a su presupuesto militar. Si sumamos el de China copan más de la mitad del gasto militar mundial. Los cinco países con derecho de veto en el Consejo de Seguridad, los que velan por el mantenimiento de la paz, son, junto con Alemania, los principales exportadores de armas. Las cien grandes empresas del sector vendieron por valor de 360.000 millones de euros en 2017. España está entre los 10 primeros exportadores, gobierne quien gobierne.

Un grupo internacional de expertos reunidos en 2016 bajo la Comisión para la Creación de un Marco Mundial de Riesgos Sanitarios para el Futuro propuso una inversión de 4.000 millones de dólares anuales en la mejora de las sanidades públicas, además de crear sistemas de vigilancia vírica y laboratorios avanzados. Menos del 1% del presupuesto militar de EE UU. Los mismos que ningunearon a los científicos que advertían del riesgo de una repetición de la gripe que en 1918 mató a 50 millones de personas niegan la existencia del cambio climático. Las causas son las mismas: su negocio es vender muerte, no salvar vidas.

Nadie sabe hacia qué mundo nos dirigimos. Ni siquiera estamos seguros de si habrá segunda ola de la covid-19 en otoño, si será suave o peor que la actual. Entramos en una anormalidad creativa. Suena peligroso con estos líderes mundiales. A la emergencia médica le seguirá una recesión económica. Juntas condenarán unos negocios y favorecerán el nacimiento de otros. Habrá ganadores y perdedores.

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Las señales son confusas. Parece que el confinamiento le ha sentado mal a algunas extremas derechas. El italiano Matteo Salvini ha perdido el paso incluso dentro de la Liga y Alternativa para Alemania cotiza a la baja en los sondeos. Puede ser una ilusión. Tenemos la anomalía de Hungría y en España se consolida la crispación como vía de hacer oposición. ¿Afectará la crisis a los populismos y los nacionalismos xenófobos? ¿Será la tumba del liberalismo? ¿Emergerá el Estado como motor de un capitalismo embridado? Partimos de esperanzas, no de certezas. China y EE UU son las dos superpotencias que se disputarán el liderazgo mundial, veremos si de manera pacífica. Un nacionalismo político-económico como reacción a los estragos causados por la globalización perjudicará a China, convertida en fábrica del mundo, y aislará a EE UU. La UE se juega su futuro en unas semanas. No es cuestión de solidaridad, está en juego la democracia.

Los políticos tratan de competir con los escritores en inventar palabras. A menudo no pasan de inundar el lenguaje de toxicidades. El anuncio del regreso a una “nueva normalidad”, frase que encierra una contradicción, no augura ideas claras. Algunos manifestantes en EE UU alentados por Trump gritaban “quiero que me devuelvan mi vida”. Hay especies que merecen la aniquilación. Y en eso estamos.

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