_
_
_
_
_
LA SABATINA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Claves del revocatorio: Claudia Sheinbaum se juega su futuro

Este 10 de abril la doctora ha de demostrarle a su jefe que aprendió del descalabro de las elecciones de 2021 y que es capaz de sortear incluso las desavenencias internas

La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, en el Encuentro de Mujeres por la Transformación, el pasado 5 de marzo en la Ciudad de México.
La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, en el Encuentro de Mujeres por la Transformación, el pasado 5 de marzo en la Ciudad de México.RR. SS. (@Claudiashein)
Salvador Camarena

La gran movilización del obradorismo de este domingo arrojará múltiples saldos. Varias son las cosas que están en juego. Una de las más destacadas es el futuro político de la jefa de Gobierno de Ciudad de México. Claudia Sheinbaum está obligada a borrar la derrota electoral de 2021 en la capital, enclave que en su momento catapultara a su jefe, líder y protector. De no ser así, de registrarse ahí en la consulta del 10 de abril una baja votación, las posibilidades presidenciales de la académica se complicarán.

La vida en México se mide en sexenios. Durante el de Carlos Salinas de Gortari a Andrés Manuel López Obrador le nació —para citar a Rigoberta Menchú— la conciencia. En los seis años de ese periodo el tabasqueño inició su ruta hacia la dimensión nacional. Es el inicio de su marcha por el poder en los dos planos que le hicieron relevante. Buscó la democratización de su estado natal y se fue convirtiendo en una pieza clave del perredismo que Cuauhtémoc Cárdenas, junto con otros, fundara en 1989.

Al final de ese sexenio le tocó padecer, en la elección estatal de 1994, una competencia en total disparidad. El priista Roberto Madrazo rebasó burdamente los topes presupuestales de la ley electoral. Ni el presidente Ernesto Zedillo, llegado al poder en diciembre de ese año, pudo remover al ganador fraudulento. La derrota, sin embargo, fue aprovechada por AMLO para evidenciar la podredumbre del régimen, al que desnudó en pleno Zócalo capitalino al exhibir las facturas de los excesivos e ilegales gastos de su paisano.

Así se consagró Andrés Manuel como figura nacional. De ahí brincaría a la presidencia del PRD y de ésta a la alcaldía de la capital mexicana, que conquistó en 2000, puesto que le volvió presidenciable en 2006, año de su dolorosa derrota frente a Felipe Calderón.

En el correr de los sexenios, sin embargo, habría para él una constante: la capital se había vuelto su bastión. Le acogió y él la convirtió en marchódromo personal, laboratorio de apoyos sociales, territorio en el que sucesivos gobiernos le daban su lugar. No por nada en 2018, además del triunfo nacional, esa victoria tuvo el plus de arrebatarle al PRD la capital misma para Morena, que ganó con Sheinbaum en la boleta. Sin embargo, tres años después algo de eso cambió.

En los comicios de hace casi un año las clases medias y altas de la capital cobraron a López Obrador, entre otros, ciertas polémicas y la lejanía que el presidente mostró frente a la caída de la Línea 12 del Metro, ocurrida un mes antes de las elecciones del 6 de junio. La pérdida de la mitad de las alcaldías capitalinas y de diversas diputaciones radicadas en la ciudad trastornó a Andrés Manuel, quien durante semanas mostró un humor funerario.

Esas derrotas impidieron la mayoría parlamentaria en el Congreso federal y, más simbólico pero igualmente crucial, machacaron el triunfalismo de AMLO: la disminuida oposición demostró que podía no solo pegarle, sino derrotarlo en donde más le duele. ¿Cuánto influyó en ese revés el desempeño de Claudia Sheinbaum?

Desde el arranque de su Gobierno, Sheinbaum tenía un reto que ningún otro militante de Morena ha vivido. Desde 1997 y hasta 2018 quien gobernara la capital fue visto como el alter ego de la Presidencia de la República. Si bien el último representante del perredismo en el ayuntamiento de Ciudad de México se plegó sin disimulo ni brillo a la Administración de Peña Nieto, fue por defecto de aquél antes que por virtud de éste que tal capitulación ocurrió.

Pero Claudia debía ganarse su espacio como jefa de la ciudadanía que se ve a sí misma como más moderna y participativa, sin que ese liderazgo eventualmente se tradujera en distancia o disenso ante el presidente, al que consagra desde el año 2000 su carrera. Puesto al revés: debía encontrar el margen preciso para convertirse en la más leal, eficiente y cercana colaboradora de Andrés Manuel, sin dar la espalda a una sociedad crítica del mandatario federal en turno, sin importar el color de éste. No lo ha logrado.

Aunque ha emprendido múltiples obras de rescate urbano, intervenido la movilidad e iniciado una modernización digital de los servicios, el andar de Sheinbaum como gobernante tuvo un tropiezo inicial, y una circunstancia tan imprevista como descomunal (la pandemia), que lastraron su proyecto. El error autoinfligido fue paralizar en el primer año al sector de la construcción, una turbina del desarrollo económico de la capital. Lo hizo para combatir la corrupción. Pero ni acabó con ésta ni ha podido reactivar aquél.

En ningún otro lugar mexicano fue más letal el SARS-CoV-2 que en la mancha urbana de la metrópolis. En medio de esa tragedia se debe acreditar a Claudia una actitud responsable si hablamos de: su promoción del uso del cubrebocas —a contrapelo de la irracional postura al respecto de las autoridades federales—, su gestión de centros complementarios de atención respiratoria y, sobre todo, de su plan de vacunación, donde a favor de sus gobernados sacó jugo de la condición de favorita del presidente López Obrador.

Lo anterior sin embargo quedó eclipsado con la caída del Metro el 3 de mayo, en un percance que cobró la vida de 26 personas y dejó heridas a un centenar. López Obrador no apreció la magnitud del desastre y cuatro semanas después los votantes capitalinos castigaron esa indolencia y múltiples agravios verbales del presidente a diversos colectivos y movimientos: desdeñó reclamos de mujeres y víctimas de la violencia; y atacó reiteradamente a académicos, al gremio de la medicina y a la clase media, entre otros.

Antes del 6 de junio, frente a esas descalificaciones Claudia Sheinbaum tuvo un papel vacilante. Nunca contradijo al presidente pero tampoco se sumaba a todas las críticas ni necesariamente asumía el tono de las mismas. Esa actitud cambiaría después de la derrota electoral. Desde entonces se ha mimetizado y reinterpreta o incluso aumenta los desplantes del ocupante de Palacio.

Ese giro en la personalidad de la gobernante, ese enroscarse en el gen lopezobradorista que descalifica cualquier y toda disidencia, ella misma lo asumió públicamente cuando tras ver cómo le pagaba la ciudadanía su tibieza declaró que había llegado el momento de volver a los principios, o en sus palabras: “Back to the basics”.

Esa vuelta al origen se ha traducido en una Sheinbaum desaforada: promotora puntual y cotidiana de Andrés Manuel, lo mismo al descalificar a los adversarios, al hacer bromas sobre las autoridades electorales y al invitar a “conservadores” a “que se vayan a vivir a un país autoritario”.

Si por buena conducta en los mítines fuera, Claudia tiene su futuro asegurado. Destapada como precandidata presidencial por el propio López Obrador, éste no deja de dispensarle cortesías y mimos. En retribución ella ha subido los decibeles a la radicalidad de sus arengas y prácticamente eliminado el esfuerzo (mínimo) que hacía para tener interlocución con sectores o grupos que son abominados por su jefe. Pero incluso todo eso, sin territorio, para Andrés Manuel no será suficiente. Por eso la cita de este domingo es crucial.

En 2018 en Ciudad de México López Obrador cosechó tres millones de votos, uno de cada 10 sufragios obtenidos en esas presidenciales se lo dio la capital que gobernara de 2000 a 2005. De ese tamaño es hoy el reto de Sheinbaum, quien cuatro años después buscará darle al presidente una cantidad millonaria de apoyos en la consulta de revocación convocada por el oficialismo para tonificar músculos políticos y electorales.

Por eso, desde hace semanas el equipo de la doctora está abocado día y noche a forjar los acuerdos que le ayuden a llevar gente a las urnas este domingo. En unas pocas horas sabremos cuán exitosas fueron esas negociaciones. Pero lo que no sabremos en tan corto periodo es el costo de las mismas.

La capital es un territorio donde confluyen liderazgos de todo tipo. El morenismo, que succionó al perredismo que antes había desfondado al priismo, había marginado a algunos líderes que se habían vuelto impresentables con el correr de los años. Sin embargo, en la hora en la que lo que lo único importante es llenar de votos las urnas de la ratificación de Andrés Manuel, la jefa de Gobierno podría estar entregando la ciudad a grupos que, ya nos enteraremos en el debido tiempo y de mal modo, cobrarán los servicios de este domingo.

Porque la movilización de votantes en la cantidad que se pretende realizar no puede ocurrir sin dinero y/o sin comprometer favores presentes o futuros con dueños de clientelas u operación. ¿De dónde saldrán los recursos para llevar a las urnas a quienes no acudirán por estricta voluntad propia? ¿Qué calles, qué plazas, que prebendas o disimulos se comprometieron con quienes ayuden al acarreo? Back to the basics.

Vienen un par de años de medianos a buenos para la doctora Sheinbaum. La seguridad parece bajo control, algunos proyectos iniciados en el arranque del sexenio irán cuajando e incluso en una de esas el año que entra, fuera del plazo pero qué más da, logra echar a andar de nuevo la Línea 12 del Metro.

Lo anterior no garantiza que la simpatía presidencial de alguien como AMLO se traduzca en hacerla candidata presidencial. Para lograr eso el tener proyectos de gobierno listos para presumir y una buena gestión en general ayudan, sin duda. Encendidos discursos a cada rato y abierto proselitismo de la revocación sin respetar la ley, también. ¿Entonces qué falta? Tres cosas: Territorio, territorio y territorio. Demostrar exactamente lo que no pudo en la elección de hace 10 meses: que es una eficaz operadora electoral.

Será una dura prueba para esta alumna aplicada. Los liderazgos de Morena parecen haber heredado del perredismo la tendencia al canibalismo y la división. Todas y todos quieren a Andrés Manuel, pero muy pocos trabajan solo para él. La jornada del domingo también será una donde habrá quien busque avanzar haciendo quedar mal a… sus compañeros, y no sería la primera vez en que a no pocos les interese que tropiece la persona que más avanzada luce en la carrera por la candidatura presidencial.

Claudia Sheinbaum se juega su futuro político el domingo. Este 10 de abril ha de demostrarle a su jefe que aprendió del descalabro, que es capaz de sortear incluso las desavenencias internas del morenismo, y que su pragmatismo es de tal dimensión que no solo le lleva a desdibujarse hasta el punto de convertirse en una mini-me del tabasqueño, sino que lo necesario para aportar millones de votos capitalinos sin salir con “el cuento de la ley”. Lo que luego pase en la ciudad que hasta hoy gobierna, ¿será lo de menos?

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_