El fracaso de Xóchitl Gálvez hunde a la oposición y deja en el aire el futuro de la alianza
Los tres partidos, PAN, PRI y PRD, salen debilitados frente a sus rivales, con menos qué ofrecerse mutuamente, con pocos perfiles relevantes de donde escoger, sin brújula ideológica y sin bases para su renovación interna
Los reflectores se encendieron pasadas las siete de la noche del domingo en el búnker de la oposición. “Ganó México”, se leía en las pantallas del Hotel Presidente Intercontinental, cuando Xóchitl Gálvez subió al escenario para ofrecer su primer mensaje tras el cierre de casillas en todo el país. “Está claro que ya ganamos”, dijo la candidata sin esperar los resultados del conteo rápido de la elección, acompañada por su coordinador de campaña, Santiago Creel, y los dirigentes de los tres partidos que la postularon, el priista Alejandro Alito Moreno, el panista Marko Cortés y el perredista Jesús Zambrano. A las nueve, los líderes partidistas salieron sin su abanderada a pedir cautela y exigir a los medios de comunicación que no adelantaran a los ganadores, pese a que fueron los primeros en declararse vencedores. Ante el silencio de las autoridades, la aspirante se volcó a sus redes sociales y coqueteó con la narrativa del fraude. “Los votos están ahí. No permitamos que los escondan”. “Quieren que te vayas a dormir creyendo que te ganaron. Mienten como siempre”. Tras el mensaje del Instituto Nacional Electoral (INE), la sala de prensa lució desolada. “Aguanta México”, se leía detrás de los micrófonos. “Reconozco que las tendencias no me favorecen”, dijo Gálvez a la una de la mañana. Tras pasar por cada una de las etapas del duelo político, todo estaba decidido y el fracaso, consumado.
La oposición no solo se quedó lejos en la carrera por la presidencia, que perdió por un margen de dos a uno. A falta de los resultados finales, todo apunta a que retrocedió en el Congreso, donde lo único que queda por definir es si Morena y sus aliados tendrán la mayoría calificada o no. Cayó en la batalla por Ciudad de México y en siete de los otros ocho Estados en disputa. En la capital, tendrá que conformarse con cinco alcaldías, menos que las nueve que consiguió en 2021. De confirmarse las cifras preliminares del INE, el Partido Acción Nacional (PAN) tendrá un número similar de diputados al Partido Verde, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) obtendrá un porcentaje de votos similar a Movimiento Ciudadano y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) está al borde de perder su registro, al no obtener el 3% de la votación nacional.
Antes de la elección, la continuidad de la alianza parecía garantizada. Después de las votaciones, la racionalidad política hace pensar que han cambiado los términos del acuerdo por conveniencia: los tres partidos salen debilitados frente a sus rivales, con menos qué ofrecerse mutuamente, con pocos perfiles relevantes de donde escoger, sin brújula ideológica y sin bases para su renovación interna. Tras la negación y la ira, se anticipa un largo trecho de negociación y búsqueda de soluciones para el futuro.
Un día después de las votaciones, los resultados parecen implacables, pero en tres meses de campaña, nunca se presupuestó en público una derrota tan aplastante. La sorpresa y la decepción fueron genuinas en la trastienda opositora durante la tarde del domingo, ante una realidad que no quisieron o no pudieron ver, pero que los alcanzó. En muchos de los cálculos políticos, se esperaba que el frente opositor llevara la elección a los tribunales ante el escenario de una contienda cerrada en Veracruz o Ciudad de México, incluso en la presidencial, pero eso no sucedió.
Al calor de los resultados, el enojo de las bases opositoras se concentró durante unas horas en el INE, la institución que salieron a defender en las calles. Al caer la noche no hubo siquiera margen para el reclamo, era demasiado amplio. “Hacemos un llamado a que prevalezca el diálogo, la concordia y el respeto a la pluralidad en el Gobierno y el espacio público”, señaló el PRI en un comunicado, el único partido que se pronunció en las horas que siguieron al naufragio. El escenario para el festejo en el Ángel de la Independencia fue recogido al filo de la medianoche. Horas más tarde, Gálvez confirmó que sí se presentarán impugnaciones. “Lo haremos porque no podemos permitir que tengamos otra elección igual a esta”, señaló este lunes.
”Alguien nos debe una explicación. Espero que Xóchitl lo haga”, comentó el expresidente panista Vicente Fox. La candidata, que fue el rostro de la esperanza opositora desde que se hizo con la postulación en septiembre pasado, es ahora el blanco de muchos de los reclamos. Los analistas coinciden en que su campaña estuvo marcada por la inconsistencia. Gálvez no supo explicar por qué había que votar por ella y dedicó todos sus esfuerzos a decir por qué no había que elegir a Claudia Sheinbaum. Evidenció su desconexión con las dirigencias y las bases opositoras, pero también con la realidad de la mayoría del país. Abusó de los ataques y adoleció de propuestas. Se perdió en un bosque de asesores que le decían que todo estaba bien y que debía hacer una cosa y luego otra. Con todo, logró convencer a uno de cada cuatro mexicanos. El problema es que prácticamente seis de cada diez prefirió a su rival. “Más allá de la inequidad no democrática del proceso, la jornada de ayer muestra una decisión clara”, señaló el exmandatario Felipe Calderón, también del PAN.
Gálvez, la única que dio un paso al frente, carga con una parte de la responsabilidad, pero no toda. Desde hace seis años, la oposición bailó al ritmo que escogió Andrés Manuel López Obrador. Respondió a cada provocación y mordió todos los anzuelos. El último fue encarar esta elección como un plebiscito sobre la Cuarta Transformación, su proyecto político. “Llamamos a la reflexión y al análisis sobre lo sucedido”, dijo el senador Emilio Álvarez Icaza. Lo que enciende las alarmas es que esa reflexión no llegó tras las elecciones de 2018, cuando López Obrador ganó con más de 30 puntos de ventaja sobre el panista Ricardo Anaya. Una pandemia, una crisis de 50.000 desaparecidos en este sexenio, la tragedia de la Línea 12 del metro, centenares de ataques en La Mañanera o las confrontaciones con el movimiento feminista, con la sociedad civil, con los medios de comunicación y con la comunidad académica no bastaron para que los partidos tradicionales presentaran una alternativa. Una amalgama de viejos rivales se dedicó a reaccionar una y otra vez, pero no construyó un programa de gobierno, no formó nuevos liderazgos, no corrigió y después exigió a su candidata una campaña perfecta. “Elecciones son lecciones. Nos toca hacer un profundo ejercicio de autocrítica”, dijo Anaya, candidato a senador por la vía plurinominal, que no tuvo apariciones presenciales durante la campaña.
Cuando se anunciaron las listas de candidatos plurinominales al Senado, que fueron encabezadas por Cortés, Moreno y Zambrano, casi todos los referentes de la oposición decidieron postergar las críticas y la reflexión. Dijeron una y otra vez que había que cerrar filas para evitar una catástrofe democrática. El 3 de junio de 2024 lo único que está garantizado es la supervivencia política de los dirigentes partidistas, llegarán a la Cámara alta sin haber hecho campaña y como una cuota de representación. Advirtieron de virajes autoritarios y personalistas en la presidencia de López Obrador, pero llenaron las cúpulas de sus formaciones políticas de figuras leales y afines. Muchos de quienes levantaron la voz o se sintieron desdeñados ya saltaron del barco y pasaron página como conversos del oficialismo o Movimiento Ciudadano. Al menos en las primeras horas, ninguno de los líderes de los partidos ha puesto su renuncia sobre la mesa y todavía nadie ha salido a exigirla tras el fracaso. Asumiendo su papel como capitana del barco de la campaña, Gálvez es la única que se sintió orillada a reconocer la derrota. “Sé que hay mucho desconcierto y muchas dudas”, comentó Gálvez, al reconocer que el futuro es un campo minado de incógnitas.
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