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Los estudiantes de Derecho contraprograman el informe de López Obrador con una marcha contra su reforma judicial

Miles de alumnos, junto con trabajadores del Poder Judicial, protestan en la capital mientras el presidente realiza su último balance anual en el Zócalo

Estudiantes de Derecho y trabajadores del Poder Judicial protestan en contra de la reforma impulsada por el oficialismo este domingo, en Ciudad de México.
Estudiantes de Derecho y trabajadores del Poder Judicial protestan en contra de la reforma impulsada por el oficialismo este domingo, en Ciudad de México.Mario Guzmán (EFE)
Elena San José

La política mexicana se ha echado a las calles y este domingo bulle en las principales arterias de la capital. Miles de estudiantes de diversas facultades de Derecho se han citado esta mañana en el Ángel de la Independencia para marchar contra la reforma judicial que promueve el presidente, López Obrador, quien una hora después daba comienzo al último informe anual del sexenio con un baño de masas en el Zócalo, a escasos cuatro kilómetros. El comienzo del curso político no ha pasado indiferente para nadie, y cada quién ha elegido la convocatoria con la que encauzar la tensión en la que el país se ha instalado desde que las urnas arrojaron una mayoría arrasadora para el partido oficialista, que podrá sacar adelante la iniciativa sin negociaciones ni contrapesos. Es esa falta de equilibrio, precisamente, una de las principales preocupaciones que ha recorrido la protesta estudiantil, que avanzaba lenta hacia el Senado, por el Paseo de la Reforma, desde las 9.15 de la mañana al grito de “¡Jueces de carrera, Justicia de primera!”, “El juez imparcial es de carrera judicial” o “Poder Judicial, al servicio nacional”.

“Ejercimos nuestro voto con la esperanza de tener un Congreso balanceado. Tristemente, esa no fue la realidad y ahorita estamos viendo las consecuencias de no tener contrapesos. Pasar las reformas sin leerlas es algo inimaginable”, sostiene Ricardo Mendoza, alumno de 20 años del Tecnológico de Monterrey, quien ha llegado a la marcha con otros dos amigos. Ninguno cuestiona la necesidad de modificar el funcionamiento de un sistema que deja insatisfecho a todo el mundo, pero no consideran que la elección popular de jueces, la piedra angular del proyecto obradorista, vaya a solucionar nada sino más bien todo lo contrario. “Lo principal de una buena reforma sería tener más jueces, no cambiarlos”, resume Luis Eduardo Vega, de 21, que estudia en la Barra Nacional de Abogados: “Tener un 8 de promedio no garantiza nada”. Fernando Rangel (22 años) apostilla: “La carrera judicial es una cuestión de meritocracia. Es un paso escalonado, llega el mejor preparado”.

La defensa de la carrera judicial es un consenso entre los asistentes a la marcha, encabezada por el colectivo de la UNAM. La inquietud es la misma que han manifestado estas dos últimas semanas los trabajadores del sector, muchos de los cuales han marchado junto a los universitarios este domingo. La aprobación de la iniciativa supondría el despido de casi 1700 jueces, que serían sustituidos en dos tiempos, entre 2025 y 2027, por los nuevos magistrados elegidos por sufragio popular. El diagnóstico sobre los problemas mira hacia otras instituciones entre quienes participan. “Tendrían que entrar en los poderes locales, porque ahí no hay nada de reforma”, valoran María Guadalupe González y Dolores Rueda, de 60 y 70 años, respectivamente, antiguas trabajadoras de la Suprema Corte, que enumeran: “Policías, fiscalías, ministerios públicos, peritos: desde ahí empieza el andamiaje y es donde empiezan los problemas, por eso cuando llegan a juzgados o a la Corte, muchas veces efectivamente tienen que soltar a los delincuentes, porque estuvo mal el trabajo previo”.

En el Zócalo, sin embargo, el clima es otro y el público cierra filas en torno a López Obrador, que ha entrado de lleno en el tema que ha copado los debates de los últimos dos meses y ha lanzado a los presentes: “¡Que levanten la mano quienes creen que es mejor que los ministros sean elegidos por el presidente y los senadores!, ¡que la levanten quienes creen que es mejor que los elija el pueblo!”. Los abucheos a la primera proclama y los gritos de aprobación a la segunda no han dejado margen a la interpretación: la reforma cuenta con el respaldo total de sus seguidores. Una atenta Claudia Sheinbaum, que ha asumido la defensa de la reforma como si fuera suya, escuchaba atenta desde la primera fila.

No muy lejos de allí, las Cámaras inauguraban la nueva legislatura, que se prevé convulsa fuera de las sedes oficiales, pero un camino de rosas en su interior, donde los esfuerzos por frenar las iniciativas de la alianza oficialista cuentan con una oposición muy debilitada y sin margen de actuación. No por casualidad la marcha de hoy ha llevado a los estudiantes hasta las puertas del Senado, donde se prevé que salga adelante la reforma esta misma semana. “¡En dónde están, en dónde están, los senadores que nos iban a escuchar! ¡Congreso, anota, la Justicia no se vota!”, han coreado los alumnos a su llegada.

Entre los 18 y los 22 años, ninguno de los estudiantes tenía derecho a voto cuando López Obrador fue elegido. Sus preocupaciones y demandas van dirigidas, sobre todo, a los representantes electos este 2 de junio, cuando la mayoría de ellos se estrenó como elector. “El voto popular nos convierte en políticos, y no queremos eso. Somos abogados, queremos adquirir la experiencia en un juzgado y que ya después podamos ser jueces y magistrados. Si hacemos lo otro, significa que tenemos que hacer una campaña y volvernos políticos como los diputados y los senadores”, argumenta Solange Estrada, estudiante de la Libre de 22 años. Es a esos diputados y senadores a quienes se dirigen desde las mismas puertas del edificio que los reúne. No parece que los gritos puedan hacer virar el rumbo político, pero nadie este domingo, ni en el Zócalo ni aquí, parece dispuesto a abandonar la partida sin dar la batalla hasta el final.

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Sobre la firma

Elena San José
Periodista en la Redacción de México. Antes estuvo en la sección de Nacional, en Madrid. Le interesan la política y la cultura, sobre todo la literatura. Es graduada en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca y máster en Democracia y Gobierno por la Universidad Autónoma de Madrid, con especialización en Teoría Política.
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