Un cráneo humano incrustado de diamantes: la visión de la muerte de Damien Hirst se expone en México

Es considerada la obra de arte contemporáneo más cara que se ha creado. For the Love of God, del artista británico Damien Hirst, es la pieza central de una exposición que el Museo Jumex de Ciudad de México alberga desde este jueves, y que reúne una retrospectiva de la obra de uno de los principales artistas contemporáneos de nuestro tiempo, quien explora la fragilidad de la vida y la mortalidad. La pieza es un cráneo fundido en platino con incrustaciones de diamantes y dientes humanos, que según el creador rinde homenaje a los cráneos de la cultura azteca. Esta calavera diamantina ha llegado a valer, según algunas casas del mercado del arte, más de 12 millones de dólares y es parte de los excesos artísticos de quien llegó a ser el creador más rico del mundo, pero que más tarde, debido a su desmesura, rozó la bancarrota. La exhibición es un viaje por 30 años de carrera de un hombre que ama la polémica y que se muestra inmune a las críticas.

Desde el Jumex explican que el enorme costo de la pieza “formó parte de su concepto desde el principio”, aunque sus críticos lo han relacionado con el interés del artista de hacer buena caja con la venta de sus obras. “Hirst siempre pensó que la pieza se vendería en una subasta por un precio récord y, como ocurre con muchas de sus obras, esta transacción forma parte de la composición crítica de la obra”, explican en el museo. El artista logró marcar en 2008 un hito en la historia del mercado del arte, al vender 223 lotes por más de 200 millones de dólares en momentos cuando el mundo se hundía en la peor crisis económica, debido al derrumbe de gigantes de las finanzas como Lehman Brothers. A pesar de amasar esa fortuna, Hirst estuvo a punto de caer en la pobreza, debido a su forma compulsiva de gastar el dinero, de los lujos a los que no se limitaba y lo caro que se convertía la creación de su arte. Un arte cuya polémica él ha alimentado, al hacer afirmaciones como la siguiente: “Apenas vendí una de las obras, usé el dinero para pagar a gente para que las hiciera, porque son mucho mejores que yo para ello. Me aburro y soy muy impaciente”.

Hirst nació en 1965 en Bristol, próspera ciudad marítima del suroeste de Inglaterra, de la unión de un albañil británico y una funcionaria de origen irlandés. Fue un niño problema que arrancó muchas noches de insomnio a su madre, que debió criarlo sola, tras la huida del albañil. El artista es considerado el miembro más destacado del movimiento conocido como The Young British Artist, jóvenes creadores atrevidos y desvergonzados, cuyo arte ha estado plagado de controversia y ha generado acaloradas discusiones entre la crítica. Los visitantes de la exhibición del Jumex podrán apreciar por primera vez en México For the Love of God, la pieza que luce deslumbrante en el centro de la galería 1 del museo, rodeada de una serie de pinturas tituladas Cherry Blosson o Cerezos en flor, enormes creaciones que adoptan el método del puntillismo y que Hirst ha considerado el homenaje a “una belleza sencilla”.

Esta colección de pinturas primaverales se muestra imponente y fascina aún más al contrastar con las hermosas jacarandas en flor que se alzan al rededor del museo y se pueden apreciar a través de los ventanales del edificio. Hirst relaciona estos cerezos en flor con el simbolismo que este árbol tiene en varias culturas, en las que representa la naturaleza transitoria de la vida. Mucha de la obra del autor está precisamente relacionada con la certeza de la muerte, la temporalidad de la vida y su relación con lo oscuro y lo macabro, ha explicado Ann Gallagher, curadora de la exposición. Esa visión de lo fúnebre y lo tétrico queda representada en las obras que muestran animales en formaldehído como Death Denied, un enorme tiburón con las fauces abiertas, que se ve dispuesto a atacar y matar; o en Mother and Child (Divided), que muestra a un becerro separado de su madre. Este tipo de creaciones son las que más ampollas han generado dentro de la obra del artista, que es señalado por los animales que han debido morir a lo largo de su carrera y que son expuestos sin sonrojo en sus muestras.

Sin duda el autor ha querido remover algo de forma visceral en el espectador, que puede sentirse agobiado y conmovido a la vez al ver a una oveja disecada y como nadando en formol. Esas ovejas hacen referencia “a la concepción cristiana de los seguidores de Dios como ovejas y al mismo tiempo a la condición de ser apartado o, en todo caso, ser conocido como la oveja negra fuera del rebaño”, ha escrito Adriana Kuri Alamillo, curadora del Jumex, en el catálogo que acompaña a la exposición. “Aunque no es un artista que incorpore de manera directa palabras o frases como parte visual de las piezas que crea, las relaciones que surgen de la combinación entre imagen y palabra aluden a la religión, el capitalismo y la dicotomía vida-muerte precisamente a través de la interacción del lenguaje y los componentes estéticos de la obra”, resume Kuri.

El dolor y lo fatídico están reflejados en obras como la serie de cuchillos que intentan pinchar un globo que flota o el enorme cenicero lleno de colillas de cigarros, una alusión a todas las porquerías que los humanos, por placer, ansiedad o depresión, están dispuestos a meter en sus cuerpos y que es el camino que marca de forma segura el encuentro con la muerte. Las cenizas dispuestas en ese cenicero gigante, funesto y tétrico, son lo que queda de los cadáveres que fueron sometidos a un sufrimiento escogido, que es al final también la relación entra la vida y la muerte.

Esta es la primera vez que la obra de Damien Hirst se expone en México. Se trata de un artista al que parece gustarle estar en el centro de la polémica, con los focos iluminándolo. Para muchos es un villano desvergonzado e insolente que se aferra a una crítica frágil del capitalismo, pero del que goza sin remilgos al vender sus obras a precios exorbitantes. Para otros es un santo en el santuario del arte contemporáneo, un creador que desde los años noventa ha mostrado audacia en su producción artística, un dios a lo Andy Warhol. Vivir para siempre (por un momento), como ha sido titulada la exhibición montada en el Jumex, es un viaje a la diversidad de la obra de este provocador por naturaleza, que puede cautivar o generar rechazo, pero que logra atraer a miles de espectadores en sus muestras al rededor del mundo.

La fascinación comienza desde la llegada al museo localizado en el pudiente barrio de Polanco de la capital mexicana, donde una escultura de 10 metros y de bronce pintado da la bienvenida al visitante, The Virgen Mother, que muestra a una mujer al término de su embarazo. El artista ya había levantado polémica al exponer 13 fetos y un bebé gigantes en Qatar y sin duda quiere volver a mover los titulares con una pieza que intenta mostrar lo terrenal de figuras consideradas divinas para la religión. Acaparar la atención, hacer caja, y sacudir el mercado del arte parecen ser las pasiones de esta oveja negra británica.

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