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Andrea Abreu: “La forma en que nos relacionamos sexualmente en la infancia marca nuestros miedos en la edad adulta”

La escritora canaria, que presenta ‘Panza de burro’ en América Latina, habla de su vínculo con el continente, la sexualidad de los niños y el lenguaje inclusivo

Georgina Zerega
Andrea Abreu Panza de burro
La escritora Andrea Abreu, en entrevista para EL PAÍS, en Ciudad de México, el 13 de mayo de 2022. Nayeli Cruz

En la casa en la que creció Andrea Abreu (Tenerife, 26 años) no había libros. Su padre, obrero de la construcción, y su madre, limpiadora, no tenían tiempo para leer. Pero sí se entretenían relatando historias. Así aprendió la escritora canaria el arte de contar. Ahora, es una de las figuras incluidas en la lista de los mejores 25 narradores en español menores de 35 años que publicó la revista británica Granta. De visita por primera vez en América Latina, pasó primero por la Feria del Libro de Bogotá y luego por México para presentar Panza de burro (Rey Naranjo Editores en Colombia y Elefanta Editorial en México). Su primera novela, que se ha convertido en un fenómeno editorial no solo en España, sino también al otro lado del Atlántico. En entrevista con EL PAÍS, Abreu relata su vínculo con el continente americano, la sexualidad infantil y el lenguaje inclusivo.

Pregunta. ¿Cómo ha sido su relación con la literatura latinoamericana?

Respuesta. Empecé a mirar hacia acá porque no me sentía tan reconocida en la literatura española. Leyendo autoras de acá encontraba una sensación de representación que no había encontrado en la península Ibérica. Me sentaba a escribir y era una persona sin sesgo geográfico, intentaba imitar a autores traducidos, no tenía ningún tipo de identidad. Pero a medida que me fui acercando a la literatura latinoamericana, que respeta fuertemente sus variantes del español, me di cuenta de que mi variante era tan válida como las otras. Como cualquier otro lugar colonizado, Canarias porta una herida colonial. La vergüenza que teníamos era tan fuerte que desaprovechábamos todo el material cultural porque considerábamos que era inferior. Para mí escribir es ser extremadamente específica y no puedo serlo con cosas que desconozco, lo que yo puedo aportar es lo que conozco, ahí fue que me hizo clic la cabeza.

P. Panza de burro habla de la amistad de dos niñas, pero relata experiencias sobre el despertar sexual y el deseo en personajes que transitan de la niñez hacia la adolescencia. ¿Puede ser espinoso tratar estos temas?

R. En una de las primeras presentaciones se me acercó una señora y me empezó a decir que le parecía horrible lo que yo había escrito porque no podía creer que niñas de 10 años hicieran esas cosas. Y con la mayoría de las chicas de mi generación con las que he hablado me han contado que son experiencias habituales. Me llama la atención que los hombres fingen que no lo han vivido, pero tengo muchísimos amigos que ni siquiera se consideran homosexuales y que sus primeras experiencias sexuales fueron con chicos de su edad o mayores, se masturbaban en comunidad, se tocaban, se enseñaban partes del cuerpo. A medida que vamos creciendo vamos sepultando esas experiencias como si no las hubiésemos vivido porque hay un tabú muy fuerte con la sexualidad infantil.

P. ¿Y por qué cree que es necesario hablar de ello?

R. Seguimos fingiendo que les niñes no tienen ningún tipo de sexualidad. Nos quejamos de que las niñas sufren violencia sexual pero les negamos la capacidad de ser seres sexuales y eso provoca desprotección. Yo y el 90% de las chicas de mi entorno vivimos situaciones de violencia sexual con menos de 10 años, y no lo decíamos porque no sabíamos lo que nos estaba ocurriendo, no había palabras para nombrarlo. Yo tuve experiencias sexuales muy positivas, pero luego tuve experiencias tremendamente horribles que no podía comunicar al mundo adulto. Todo se metía dentro de la gaveta de juegos infantiles y hay cosas que no lo son. Para muchas de nosotras la forma en que nos relacionamos sexualmente en la infancia marcó nuestros miedos en la edad adulta. Cuanto más hablemos, pues más normalizado será para las niñas nombrar su deseo y también su violencia.

P. A veces habla en lenguaje inclusivo...

R. Sí, creo que el lenguaje debe responder a las necesidades, uno tiene que poder nombrar las cosas independientemente de lo que las instituciones lingüísticas digan. Las instituciones van más lentas que la calle y una no puede esperar a que te den permiso para usar las palabras que tú necesitas. En mi libro, por ejemplo, yo quería que hubiera un personaje que fuera no binario porque en mi vida han habido personas no binarias y sentía la responsabilidad de representar esa realidad. Aparece un niñe, que a veces es nombrado como Juanita Banana y a veces Juanito. No quería incluir la X o la E porque quería que fuera legible para la mayoría de personas. Entonces hice artimañas, pero me gustaba la sensación de generar la confusión con el personaje.

P. ¿Cómo se ha tomado lo de Granta?

R. Me siento tremendamente agradecida porque me ha abierto muchísimas puertas. No tanto a nivel hispanohablante, sino anglosajón y asiático. Me ha permitido que el libro tenga relevancia en Inglaterra, que vaya a salir en Estados Unidos. Me van a traducir en países que nunca hubiese imaginado. Me pongo a mirar de dónde vengo, lo que he recorrido y me cuesta asimilarlo.

P. El premio fue un reconocimiento a las múltiples variantes del español. ¿Hay nueva generación de escritores que viene a romper con el paradigma geográfico y lingüístico de la literatura?

R. Teníamos una mentalidad muy posmoderna de que no había posibilidades de generar cosas nuevas porque ya todo estaba inventado y creo que mi generación está dándole una patada en la cara a aquellas ideas.

P. Gran parte de la obra premiada se escribe desde el feminismo. ¿Se reivindica más ahora este tipo de libros?

R. Algo que me gusta de las chicas de mi generación es que no nos hace falta que nos den permiso, ni que nos validen. Hace unos años parecía que había que pasar por el aro, pero ahora si me leen mis amigas ya estoy contenta. El margen está alcanzando la centralidad y ya no está tan claro qué es margen y qué es centralidad. Aunque al final el poder económico y político lo sigan ostentando las mismas personas, nosotras construimos independientemente de si nos permiten o no de hacerlo.

P. ¿Qué se viene después de Panza de burro?

R. Se viene ansiedad [ríe]. Lo mío fue como bomba en seco y tengo demasiadas expectativas por parte de la gente y de mí misma. Lo que puedo decir de mi segunda novela es que pertenece al universo literario de Panza de burro, pero abarca la realidad de otros personajes diferentes en una época precedente.

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Sobre la firma

Georgina Zerega
Es reportera en la redacción de México y cubre actualmente la cartera de política. También colabora en la cobertura de Argentina, de donde es originariamente. Antes de entrar al periódico, trabajó en radio y televisión en su país natal.

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