La fiesta que profundiza la guerra de Morena
La frustrada autoproclamación de Muñoz Ledo como presidente del partido escenifica una profunda fractura que López Obrador trata de minimizar con una política de control de daños
Las elecciones internas de Morena no son solo un laberinto, ahora también se han convertido en un carnaval. Porfirio Muñoz Ledo había anunciado que este lunes iba a autoproclamarse presidente del partido, en rebelión contra el empate técnico con el otro candidato, Mario Delgado, decretado el viernes por el Instituto Nacional Electoral (INE). La cita era a las 12 en la sede nacional, pero cuando sus seguidores fueron llegando para arroparle en su toma de posesión unilateral y simbólica, se encontraron con un piquete feminista. Una decena de mujeres se había encaramado a las rejas de la puerta y les impedían la entrada. Además de feminista, el piquete era también morenista y estaban allí para sabotear el acto del veterano candidato porque le acusan de acoso sexual. Entre gritos e insultos, los morenistas de Muñoz Ledo las acusaron por su parte de ser morenistas de Delgado, al servicio de una acción espuria para bloquear la autoproclamación simbólica.
El enfrentamiento alcanzó tintes fellinianos cuando, en medio de la algarada, apareció desde el fondo de la calle un grupo de tres tamborileros y una mujer en bikini y con un penacho de plumas rojas en la cabeza bailando samba. Eran parte de la delegación del partido venida de Sinaloa para apoyar a Muñoz Ledo. La cita estaba planeada como un acto lúdico y pese al inesperado contratiempo decidieron seguir adelante con la charanga carnavalesca. Pasada una hora de insultos y samba, los seguidores de Muñoz Ledo comenzaron a retirarse por instrucciones expresas de su líder. Desde su cuenta de Twitter anunció: “La sede fue tomada en un asalto violento provocado por el candidato al que derroté. Demando el cese de hostilidades y la inversión multimillonaria en la vida del partido”.
Más allá de las escenas grotescas, la fractura dentro de Morena es total. Desde el mismo viernes, Muñoz Ledo atacó con dureza la resolución del INE, acusando a la candidatura rival de haber urdido una conspiración para evitar su victoria. Delgado, por su parte, ha contraatacado acusando a Muñoz Ledo de estar tramando un golpe dentro del propio partido, una especie de caballo de Troya en las tripas de Morena con el objetivo de derribar incluso al presidente Andrés Manuel López Obrador.
Las elecciones internas de Morena se ha convertido en un quebradero de cabeza para el presidente prácticamente desde el arranque de un intento de primarias en septiembre del año pasado. López Obrador ha tratado de mantenerse al margen de la furia y caos desatado por los comicios como una medida de precaución. Pero el incendio amenaza con llegar también hasta Palacio Nacional, sede del Ejecutivo y residencia del mandatario. De hecho, acostumbrado a intervenir todos los debates públicos desde su llegada al poder hace dos años, López Obrador ha mantenido un prudencial silencio al respecto durante casi todo el turbulento proceso. Sin embargo, este lunes salió al paso de la polémica en su rueda de prensa mañanera. “No opino para no meternos en la cosa partidista. Solamente cuando haya alguna cosa grave, pero esto es algo muy común en los partidos”, señaló en un intento de rebajar la tensión, aunque añadió a un recado a su mensaje conciliador: “Ya que se pongan de acuerdo”.
México está acostumbrado a asistir a feroces disputas internas en los partidos, pero la tormenta en Morena, cuyo final aún es imprevisible, envía una señal de incertidumbre hacia dentro y hacia fuera del partido, que tiene las elecciones intermedias del año que viene como principal caballo de batalla. El nudo del conflicto en Morena tiene, en todo caso, un paradójico eco con la respuesta del propio López Obrador a su derrota por la mínima en las elecciones presidenciales de 2006. Aquel famoso 0,56% de diferencia que el entonces candidato del PRD nunca reconoció, calificó de fraude y se autoproclamó “presidente legítimo”.
Algo similar está haciendo ahora Muñoz Ledo, un todoterreno que ya ha ocupado la presidencia del PRI y del PRD. Las heridas han llegado también a la bancada parlamentaria de Morena, liderada, precisamente por Mario Delgado. La división se escenificó este domingo con la firma de dos cartas par parte de los dos bandos enfrentados. Por un lado, un grupo de 41 diputados federales ha pedido a Delgado que acepte el triunfo de Muñoz Ledo y se retire de la contienda, añadiendo además que el empate técnico decretado por el INE les parece inaceptable. Por otro lado, 37 senadores y más de un centenar de diputados censuraron la actitud de Muñoz Ledo e instaron a calmar las aguas y esperar a una segunda ronda de elección.
Antes del zafarrancho entre los dos candidatos favoritos, la discordia había comenzado desde el primer momento de abrirse el proceso. En septiembre, durante las asambleas preparatorias a las primarias, hubo peleas, puñetazos, sillas sobrevolando las cabezas de los asistentes en Campeche, Tabasco, Chiapas y Veracruz. En Jalisco hubo disparos, dos militantes quedaron heridos, y hubo denuncias de actas falsificadas. El Tribunal Electoral entró por primera vez en escena en octubre decretando un aplazamiento de los comicios al considerar “no fiable” el padrón electoral de Morena. A partir de entonces, la elección fue adentrándose en una paulatina judicialización y la imposición de un polémico siente de elección por medio de encuestas abiertas a toda la población, un formato que ya había sido utilizado con frecuencia en el PRD, origen de muchos de los cuadros del partido. El INE, que ha estado monitoreando y supervisando el proceso, anunció el viernes que deberá llevarse a cabo una nueva encuesta. Un nuevo trámite burocrático que se desarrollará entre el 16 y el 22 de octubre y que debe ser todavía aprobado por el Tribunal Electoral.
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