Cinco razones para guardar todos los trabajos escolares de tus hijos (y otras cinco para tirarlos)
Como si se tratara de una colección a la que te has suscrito, cada fascículo de esta evolución de tu niño en la escuela llega a casa con una periodicidad determinada. Y, como los fascículos, el entusiasmo se va perdiendo entrega a entrega
Muchos científicos estudian la huella de carbono que dejamos en nuestro paso por la existencia, consumiendo productos y gastando el planeta. Pero a los padres nos preocupa otro tipo de rastro dejado por un grupo específico de criaturas. Te hablo en concreto de los trabajos escolares de los hijos. Y es que desde su entrada en la Escuela Infantil hasta el final de la FP o de la carrera o incluso del Máster de turno, están trayendo a casa un rastro de documentos físicos que resumen sus incontables horas de esfuerzo en el aula. Como si se tratara de una colección a la que te has suscrito, cada fascículo de esta evolución infantil llega a casa con una periodicidad determinada. Y, como los fascículos, el entusiasmo se va perdiendo entrega a entrega.
Pero aun así hay que revisarlo con los niños y descubrir las partes fascinantes de esta evolución, aunque, a veces, consista solo en haber enganchado una hoja de árbol en un papel o pintado unas rayas por encima de un dibujo. La cuestión es que tarde o temprano todo este material va formando una especie de sarro en la armonía de tu hogar. Hay quien lo organiza y lo ordena bien, y hay quien lo va dejando por encima de mesas, armarios y revisteros para gozarlo sin prisas, y al final estos trabajos se quedan allí medio año.
Tarde o temprano, toda la unidad familiar debe plantearse qué hacer con todo esto. Las opciones que más triunfan son guardar o tirar, en su totalidad o con una criba más o menos consciente. Este tema, que puede parecer una nimiedad, acaba generando conflictos en muchas casas, así que no os lo toméis a broma. Y como seguro que antes de Navidad tus críos llegaron a casa con una carpeta hinchada llena de papeles, aquí os dejo ideas y reflexiones para ayudaros a inclinar la balanza hacia una de las opciones.
Cinco motivos para guardarlos
- Por amor. Estos trabajos están hechos con mucho amor. Quizá hay poco arte o es muy rupestre. Y los trabajos son repetitivos y poco personales (como escribir números y letras, pintar figuras, etcétera). Pero de la misma manera que guardas el chupete o la ropita de bebé de tus hijos, también puedes guardar su evolución. Eso sí, si no tienes espacio no significa que no los quieras.
- Porque son la plasmación física de cómo progresan tus hijos desde la infancia. Guardarlos es darle importancia a su esfuerzo y fomentar su autoestima. Es decirles que lo que hacen vale la pena. Y, de paso, si te animas a colgar algún trabajo en la nevera o en alguna puerta o pared ya será fenomenal.
- De mayores les encantará recordar lo que hacían en su más tierna infancia. Y a diferencia de los documentos oficiales, de los que siempre puedes pedir copia en algún organismo, estos trabajos o los guardas tú o desaparecerán para siempre.
- Ya tienes los armarios llenos de trastos y cosas inútiles. Por un poco más no pasa nada. Y es más rápido guardarlo todo que ponerte a valorar hoja por hoja.
- Porque es una inversión barata para el futuro. En los museos dedicados a Dalí y Picasso, por poner un ejemplo, se exhiben dibujos infantiles que los artistas hicieron a muy tierna edad. Si sus familias hubieran guardado los trabajos infantiles podrían haberlos vendido por un dineral.
Cinco motivos para deshacerte de ellos
- No tienes sitio. Los pisos son cada vez más pequeños y los niños generan cada vez más material. Tanto si tienes que mudarte en el futuro como si vas a vivir siempre en el mismo piso, no te cabe nada más.
- Los trabajos son objetivamente feos. Si lo son ahora, lo seguirán siendo dentro de unos años. Tíralos ya.
- Para acabar tirándolos dentro de 20 años, mejor tirarlos ya. Piensa en tú yo del futuro y facilítale la vida.
- No los volverás a mirar ni a consultar más. Se quedarán en un altillo, en una caja, en un trastero o encima de un armario hasta que el sol, el polvo o la humedad los conviertan en papiros egipcios resecos que nadie tendrá narices de tocar nunca más.
- Si a tus hijos no les interesa ahora su propio material, imagínate dentro de 20 años. Ese espacio puede dedicarse a guardar documentación más útil, como notas o informes escolares, o los juguetes que ellos prefieran, con los que sí tendrán un vínculo emotivo toda la vida.
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