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Crianza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cinco motivos a favor y cinco en contra de ir a fiestas y bodas con niños

Esta es una polémica recurrente: mientras algunos padres defienden que llevan a sus hijos a las celebraciones porque están poco tiempo con ellos, otros son de la opinión de que no pasa nada por dejarlos un rato al cuidado de familiares o personas ajenas

Fiestas con niños
Un niño se esconde debajo de la mesa durante una boda.SOL STOCK LTD (Getty Images)

Estas semanas he visto por Twitter una polémica atemporal sobre invitaciones a bodas y cumpleaños importantes a las que no se pueden llevar niños (entendemos que son hijos, los que tienes a tu cargo, no una clase del cole en plan salida cultural). Esto nos afecta a muchos de los que estamos entre los 30 y mucho y los 40 y algo y podemos tener: niños que vayan de bebé a preadolescente; amigos que celebren la crisis y la fiesta de los 40, o familiares o amigos más jóvenes que celebren su bodorrio y aún no tengan descendencia (y no hayan experimentado en sus carnes lo que molestan o se echan de menos).

Os ofrezco respuestas genéricas, aunque la situación cambia mucho si tu hijo es un bebé pequeñito que hay que cuidar en todo momento o alguien autónomo de más de cinco años al que solo hay que mirar que no se atragante, se corte una extremidad con un cuchillo o la líe en plan Solo en casa.

Tampoco es lo mismo tener que cuidar de un pequeño que de dos o tres hijos a la vez, como te confirmará cualquier padre agobiado. Y, por supuesto, no tiene la misma complejidad ir a una fiesta de tres horas a dos calles de casa que a una boda que te ocupa todo el día, a veces en otra ciudad, que podría implicar dos jornadas fuera.

En esta columna de paternidad aplicada desgranaremos cinco argumentos a favor —más uno de propina— y cinco en contra de las dos posturas. Así ya tienes los deberes hechos para cualquier modalidad que decidas abrazar.

A favor de ir con los niños

  1. Tus hijos forman parte de tu esencia y son lo que más quieres. Estar lejos de ellos en una celebración te convertirá en alguien más triste que si celebras con ellos y tienes que compaginar la fiesta con su cuidado o vigilancia. Y es que con los agobios diarios y las exigencias laborales, pasamos poco tiempo de calidad con los niños y lo queremos disfrutar al máximo.
  2. Dejar a los niños con alguien es una logística complicada, cara e imprevisible. No todo el mundo tiene una pareja con la que dejarlos, abuelos o familiares con salud y habilidades para cuidarlos o que, simplemente, estén en la misma ciudad, una canguro recurrente, alguien de confianza para un apaño puntual ni dinero para pagar estas horas. Si el macroevento se celebra de noche, o en otra ciudad, o dura muchas horas, la complicación es exponencial. Los niños pequeños tienen mucha energía, aún no han adquirido las rutinas de comida y sueño, y aún no pueden comunicarse correctamente. Cuidarlos cuatro horas, a veces, ya es un marrón, pero cuidarlos dos días es bastante más duro.
  3. Los niños forman parte a la sociedad. Pese a que haya hoteles y restaurantes que se nieguen a admitirlo. ¿Por qué se les debe prohibir participar de una celebración alegre de alguien que se supone que quiere a sus padres y que, por lo tanto, los debería querer un poquito a ellos?
  4. Ante el vicio de pedir está la virtud de no dar. Es totalmente legítimo que la gente planifique sus fiestas, cuándo y dónde quiera, faltaría más. Sobre todo, si es un día muy especial para ellos. Pero también debería entender la situación personal de cada invitado. Una buena amistad aceptará eso y buscará otra manera de celebrar el evento en particular, facilitando la conciliación o permitiendo la presencia de estos niños polémicos.
  5. Vale, nos han pillado, los niños son una excusa para evitarnos algo que no nos apetece. A veces es la manera sutil de decir: “Tú no has encontrado tiempo en todo el año para vernos y ahora quieres que vaya a un evento multitudinario donde me dedicarás 10 minutos y yo tendré que gastarme una pasta en un regalazo y en canguros”.
  6. Una razón de propina: si vas a hacer criba de seres que, a priori, pueden molestar, ¿por qué no la haces con el resto de tus amigos? Así nos ahorraríamos a los borrachos pasados de vueltas, a los graciosos que solo quieren llamar la atención, a los maleducados que se saltarán la cola de la barra libre o te darán un codazo y ni pedirán perdón…

En contra...

  1. Mi casa, mis normas. El organizador decide las características de su fiesta y a quién invita. Ya bastante tendrá que aguantar con que muchos lleven de acompañante a los imbéciles de sus parejas, que todo el mundo sabe que no van a durar nada, como para que encima haya niños correteando y llorando.
  2. No es un país para viejos y no es un lugar para niños. Unos críos no deberían estar en una fiesta en la que habrá alcohol, conversaciones adultas con conceptos que pueden traumatizarlos y horarios nocturnos descontrolados. Ningún padre sensato querrá que su hijo acabe cantando la intro de La patrulla canina junto a los que fuman porros o se están liando en el lavabo. Al no invitarlos, tu amigo lo único que hace es protegerlos.
  3. Tu amigo o familiar te está brindando una ocasión para ser libre de tus ataduras maternales o paternales y recuperar tu esencia personal, porque tú eres algo más que un padre o una madre. Antes de los niños eras una persona guay que se apuntaba a todo, y ahora solo tienes sueño y te quejas de las cuotas de las extraescolares.
  4. Coherencia. Igual que no te llevas a los niños al trabajo, a una resonancia magnética o a dar el pésame a un tanatorio, ¿tanto te cuesta no traerlos a mi fiesta que solo durará medio día?
  5. Organízate. Si te avisan con tiempo, tienes que poder encontrar a alguien que los cuide.

Y vosotros, ¿en qué bando estáis?

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