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Por qué es importante revisar la vista de los niños los primeros meses del curso

En España, el 50% de los escolares necesita gafas y los padres no lo saben. El aumento de la prevalencia de la miopía en menores de cinco a siete años ha crecido considerablemente en los últimos años

Vista niños
El rendimiento de la visión no depende solamente de la nitidez con la que vemos las cosas, sino del esfuerzo que hacemos para hacerlo.Olga Rolenko (Getty Images)

Este dato da qué pensar: uno de cada tres casos de fracaso escolar se relaciona con problemas de mala visión. Lo afirma un estudio realizado por Visión y Vida y lo corrobora el Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas (CGCOO), quienes recuerdan que durante los primeros 12 años de vida, cerca del 80% del desarrollo socioeducativo se realiza a través de los ojos. Esta es la razón de que sea tan importante estar pendiente de la salud visual de los niños, sobre todo durante los primeros meses del curso.

“La vista forma parte del proceso de aprendizaje. Como padres y educadores es fundamental asegurar una salud ocular correcta en la edad infantil”, explica Yanira Gómez, oftalmóloga pediátrica del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid. A pesar de ello, la Fundación Afflelou aseguró en la presentación de su XXIV Campaña escolar a favor de la salud visual que, en España, el 50% de los escolares necesita gafas y los padres no lo saben. “Que los niños mantengan revisiones periódicas oftalmológicas es importante en el niño sano a partir de los cuatro años, o previamente, si hay algún síntoma patológico de sospecha”, matiza Gómez.

Para ello, es relevante estar atento a determinados comportamientos de los niños. “De entre todos los síntomas que podemos detectar los progenitores, los más fáciles son que ellos mismos manifiesten visión borrosa tanto de lejos como de cerca; pero además, que tengan dolor de cabeza al leer; fatiga o desinterés por la lectoescritura; que se acerquen mucho al papel o libro, o que inclinen la cabeza”, indica Fabio Delgado, óptico, optometrista y director técnico de Cottet Óptica.

Precisamente, ese fue el caso de Carlota Peiro García, de ocho años. Hace solo unos meses, su madre, Carolina, se dio cuenta de que la pequeña “acercaba tanto el libro a su cara que se daba con él en la nariz. La llevamos al oftalmólogo y, en efecto, tiene astigmatismo e hipermetropía. La verdad es que se había quejado alguna vez de ver mal, pero nos habían dicho que era normal dentro del desarrollo de la niña. Pero no lo era”.

Es cierto que no es fácil saber si los niños, sobre todo los muy pequeños, tienen o no una correcta visión porque no tienen referencias propias de lo que es ver bien. Con apenas dos años de edad, Pablo Rueda nunca se había quejado de ver mal. “Cuando yo le decía que mirara un avión en el cielo, a lo lejos, él decía que lo veía, pero era evidente que estaba mirando en otra dirección. Hasta tal punto es así que el primer día que le llevamos al oftalmólogo, en el cartel gráfico ocular que le enseñaron confundió una casita con un caballo”, cuenta, en cambio, su padre, Jaime. En efecto, Pablo tiene cuatro dioptrías de astigmatismo y lleva gafas desde hace ocho años. Eso sí, con revisiones periódicas para adaptarle los cristales a la evolución de su visión.

Las alteraciones de visión más habituales

En las revisiones visuales no solo se comprueba si tienen visión borrosa o no. Además, se realizan pruebas que permiten analizar el buen funcionamiento del sistema visual, según explica Cottet: “No solo miramos que se vea un tamaño mínimo de letras de lejos y cerca. También comprobamos que todas las tareas que hacen los ojos en la actividad diaria se hagan de manera correcta y con el menor esfuerzo posible”. Para este optometrista, muchas veces el rendimiento no depende solamente de la nitidez con la que vemos las cosas, sino del esfuerzo que hacemos para hacerlo. “También se hacen pruebas para controlar la buena salud de los ojos”, comenta.

Con estas pruebas se puede averiguar si el niño tiene alguna de las afecciones oculares más habituales en estas edades, que suelen ser, según Gómez, la ambliopía u ojo vago, los estrabismos y las alteraciones de la superficie ocular como la conjuntivitis alérgica, como ejemplo. A los que se añade la hipermetropía, que obliga a los ojos a hacer un esfuerzo extra para mantener la visión y es el factor más importante para desencadenar una ambliopía, según CGCOO; y el astigmatismo, que genera una imagen distorsionada del sistema visual que provoca cefaleas, falta de concentración y visión borrosa.

La miopía: un mal endémico

“Un defecto visual del eje anteroposterior con un crecimiento del globo ocular, que suele aparecer en la edad escolar y se incrementa gradualmente a lo largo de la vida”. Así define el Consejo General de Ópticos-Optometristas la miopía, el defecto visual más frecuente en la actualidad en el mundo. Tanto es así que la OMS ha afirmado que esperan que en 2050, al menos el 50% de la población sea miope.

“Es durante la infancia cuando aparece el problema y se desarrolla durante la misma infancia y la adolescencia; y es una de las razones más importantes para hacer revisiones periódicas en los niños. La miopía puede aparecer en cualquier momento y la única manera de detectar el problema, cuando es incipiente, es realizando una comprobación visual”, asegura Delgado.

La realidad es que se trata de un problema en aumento. “La prevalencia de miopía en niños de entre cinco y siete años ha aumentado significativamente en los últimos años. En 2016, la tasa de incidencia era de un 16,8% y marcó su pico más alto en 2019, que alcanzó el 20,4%”, según el VI Estudio de Prevalencia de Miopía en Niños de la Fundación Afflelou.

Los motivos de este aumento pasan por el estilo de vida de este siglo, el abuso de las pantallas, el poco tiempo libre disfrutado en el exterior y con luz natural, según Gómez, oftalmóloga pediátrica de la Quirón. En concreto, los expertos como Delgado inciden en el exceso de “actividades que implican una visión de cerca”. La buena noticia es que sí parece haber una medida preventiva. Delgado explica que se sabe que lo más efectivo por ahora es que el niño esté un mínimo de dos horas al día realizando actividades de lejos al sol: “Es muy importante que salgan al parque, al campo y que realicen actividades deportivas o jueguen, con luz solar”.

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