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Patios escolares verdes, una iniciativa de los colegios para conectar con la naturaleza y frenar el cambio climático

La presencia de árboles y plantas permite a la comunidad educativa convivir con el medio ambiente de manera directa y habitual, estimula el aprendizaje de los niños y contribuye a mitigar el efecto isla de calor en las ciudades

Patios escolares
Patio verde de la escuela Sant Ignasi de Manresa (Barcelona).Escuela Sant Ignasi

Asfalto y porterías de fútbol. He aquí los comunes denominadores de los patios en la mayoría de centros escolares en España. Estos espacios, según los expertos, no están adaptados a las consecuencias del cambio climático: ni rastro de sombras, poca vegetación y cero rincones de juego y refugio. Pero esto está cambiando, ya que la comunidad educativa está de acuerdo en que la presencia de vida verde tiene múltiples beneficios para la salud y el bienestar. Son muchos los que consideran que la simple contemplación de árboles, arbustos y flores es estimulante.

Una de ellas es Katia Hueso, bióloga y profesora en la Universidad Pontificia de Comillas. Esta experta, que también es cofundadora del Grupo de Juego en la Naturaleza Saltamontes e imparte múltiples talleres sobre naturalizar los espacios infantiles, explica que no se trata de adornar el patio con vegetación, sino que, en ocasiones, consiste en quitar más que poner: “Por ejemplo, eliminar el hormigón, las estructuras metálicas o los suelos de caucho, y con la vegetación que haya, más unos pocos elementos sencillos como troncos, sombrajos y otros elementos naturales, conseguir un principio de naturalización satisfactoria”.

Para Hueso, por ejemplo, los árboles son una buena opción, ya que también son elementos de juego para trepar, correr a su alrededor o simplemente para estar bajo su copa: “De un modo más práctico, sirven de pantalla para mitigar el ruido y los ecos tan habituales en el recreo. Estos son, además, referentes en muchas culturas y emplearlos para leer y aprender junto a ellos es un acto de gran valor simbólico”.

La también autora de Somos naturaleza y Jugar al aire libre argumenta que convertir los patios escolares en lugares verdes es una buena forma de hacer frente al cambio climático: “La vegetación refresca el ambiente, aumenta la humedad del aire y del suelo y contribuye así a mitigar el efecto isla de calor en las ciudades”. Por otro lado, y según explica, las plantas reducen el CO₂, atrapan el polvo y otros contaminantes y ofrecen un refugio para la biodiversidad local: “La vegetación además contribuye a crear un microclima más fresco, no solo a su sombra, sino en el entorno, debido a la circulación de vapor de agua que genera”.

Patios x Clima es un programa desarrollado por El globus vermell —colectivo de arquitectos que tiene como objetivo transformar las ciudades en entornos más sanos y sostenibles— y que cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica de España. La arquitecta Mamen Artero es su cofundadora y relata que en la actualidad están trabajando en múltiples proyectos en toda España, y que los procesos de transformación y naturalización de las escuelas son participados por la comunidad más allá del propio centro.

Este es el caso de la escuela Sant Ignasi de Manresa (Barcelona). Este centro les contactó hace años y señalaron: “Si estamos interesados en conocer nuestro entorno, procesos de vida de los animales, de las plantas… no lo podemos hacer solo a través de libros o imágenes. Lo queremos experimentar”. Ante esta petición, Artero explica que les ayudaron y reordenaron y colorearon el patio escolar: “Introducimos naturaleza y elementos naturales que permiten hacer clase al aire libre, así como jugar, descansar, sentarse, estirarse, saltar, colgarse y cuidar las plantas”. La arquitecta asegura que la riqueza del recreo es la multifuncionalidad y es muy apreciada por toda la comunidad, “ya que contempla rincones para esconderse, jugar o espacios de encuentro, escenarios o aulas al aire libre”.

En Aragón está el CEIP Parque Europa de Utebo, centro en el que el profesorado llevaba años reflexionando y trabajando por la educación al aire libre. “La pandemia les brindó la posibilidad de hacer un uso intensivo del parque que tienen adyacente. Con esa experiencia en la mochila y el apoyo firme de la Administración local, este 2022, después de tres años de concreción del proyecto, acaban de iniciar las obras de renaturalización de su patio”, cuenta Artero. La comunidad educativa, aunque se muestra feliz de ver las obras, es muy consciente de que no se acaba aquí, que solo es un paso más en el camino hacia la naturalización de la educación.

La presencia de árboles y plantas permite a la comunidad escolar conectar con la naturaleza de manera directa y habitual. Según Hueso, un colegio naturalizado debe permitir, más allá del espacio físico, una profunda conexión con la naturaleza: “Implica maravillarse ante una mariposa, no tanto para aprender los detalles de su metamorfosis, que también, sino para querer proteger ese fenómeno natural y entender el rol que tenemos los seres humanos en ese empeño”. Y de esa conexión, afirma, surgirán experiencias significativas y emociones positivas que generarán afecto por la biodiversidad y que, a largo plazo, como consecuencia, nacerá en los niños el deseo de cuidarla.

Patio verde de la escuela Sant Ignasi de Manresa (Barcelona).
Patio verde de la escuela Sant Ignasi de Manresa (Barcelona). Escuela Sant Ignasi de Manresa

Para la arquitecta, todos los patios de las escuelas son espacios al aire libre susceptibles de ser naturalizados. Y no hay excusas ni excepciones: “Según la normativa actual, la superficie del patio en ningún caso será inferior a 900 metros cuadrados. Ello implica que las ciudades tienen a su disposición para revisar y transformar muchos metros cuadrados que podrían ser refugios climáticos, jardines, parques abiertos a los barrios, a la ciudadanía en general y a sus comunidades educativas en especial”. En otros países, el patio del colegio es parte del parque del barrio. “El proceso de renaturalización no es solo físico,”, prosigue esta experta, “la trasformación conlleva la toma de conciencia por parte de la comunidad, de la responsabilidad común, del cuidado del espacio, del entorno y del planeta en general”.

La naturaleza es parte de nuestra esencia, así que jugar en ella supone desarrollar habilidades cognitivas, sociales y emocionales a través de los retos que supone estar en un espacio cambiante y menos controlado por los adultos, según afirman ambas expertas. Hueso añade que así el aprendizaje se afianza mejor porque se obtiene a partir de la exploración, la indagación y la experimentación directa, dirigida por los propios niños, al contrario de lo que suele suceder en un aula.

En cuanto a la salud y al bienestar, esta bióloga afirma que el hecho de permanecer en un lugar con condiciones ambientales variadas, sobre un terreno irregular y con obstáculos físicos para superar, hace que sea necesario un esfuerzo adicional para desplazarse, moverse, alcanzar objetos, con lo que ello supone de ejercicio físico: “Estar en la naturaleza es un estimulante para el aprendizaje y una fuente de inspiración y superación”.

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