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Crianza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Todos los padres creen que su hijo es el más listo?

La potencia intelectual de un menor, si uno no se informa ni la mide de manera profesional, siempre está abierta a especulaciones barriendo para casa. Pero antes de repartir alegremente carnets de altas capacidades es mejor investigar un poco para no quedar como un cretino ni crearse falsas esperanzas

Como no quieres hacer el ridículo en público, en el fondo esperas que las altas capacidades las detecten los maestros, que saben dónde mirar.
Como no quieres hacer el ridículo en público, en el fondo esperas que las altas capacidades las detecten los maestros, que saben dónde mirar.ljubaphoto (Getty Images)

No he hecho ninguna encuesta entre los padres que conozco, pero apuesto que todos hemos vivido esta situación. De repente tu hijo dice alguna palabra curiosa o tiene una reacción más adulta de lo normal y la idea viene muy rápida a tu mente: “Este crío mío seguro que tiene altas capacidades”. Y te quedas tan contento con esa simple intuición. Sin ningún resultado de test profesional ni ningún informe de expertos en el tema, tú ya lo has validado. Incluso puedes añadir: “Es que tiene unas capacidades altísimas”. Y a partir de aquí vas sacando el tema en conversaciones con otros padres, como el que planta dos semillas en la terraza y espera que de repente le aparezca una frutería entera por arte de magia.

A veces, los otros adultos conocidos caen en la trampa y te animan. “Pues la verdad es que es muy espabilado. Podría tenerlas, sí.” “Igual que el tuyo”, contestas para quedar bien o a veces lo dices de corazón, porque realmente el otro crío también es muy despierto. “A ver si nos hacen descuento de grupo en el colegio de listos”, acabas riendo.

Y esto no pasa siempre sin fundamento. Porque por mucho amor que les tengas a tus hijos habrá cualidades que no se te ocurrirá amplificar, porque hay un cierto baremo objetivo con el que medirlo. Por ejemplo, no te animarás a decir que es un gigante si mide lo mismo que el resto de la clase (a menos que lo lleves al colegio de gigantes.) Pero, en cambio, lo de la potencia intelectual, si no te informas ni la mides de manera profesional, siempre está abierta a especulaciones barriendo para casa, que tú te permites proclamar de manera sutil.

Si tu hijo habla pronto y mucho y está más espabilado que otros amigos suyos que se pasan el día delante de una pantalla, puede ser que tenga hermanos mayores que lo motivan más, porque le dedicáis mucho tiempo a estimularlo… Todo ayuda. Antes de seguir repartiendo alegremente carnets de altas capacidades es mejor investigar un poco el tema para no quedar como un cretino ni crearte falsas esperanzas. Entonces es cuando empiezan a aparecer las dudas. Porque a menos que los lleves a un experto y les hagan una prueba adaptada a su edad, los indicios que hay que buscar son algo genéricos, como, por ejemplo, ver si demandan mucha atención, no aceptan la frustración, tienen mucha creatividad, si hablan mucho o si hacen muchas preguntas con curiosidad insaciable. Que eso ya lo llevan de serie casi todos los críos, en su etapa de “¿Y por qué?”. Otro filtro muy poco útil para la criba es que los niños con alto cociente intelectual no quieren ir al colegio. En ese sentido, a las 8.15 de la mañana, mientras aún remolonean en la cama y la leche del desayuno se enfría, todos los críos tienen altas capacidades.

Claro que hay factores mucho más concretos y serios, como tener una gran memoria o una alta sensibilidad sensorial, conocer el alfabeto muy pronto o saber leer antes que los demás. Pero si nos fijamos solo en estos, la columna me pierde humor.

Como no quieres hacer el ridículo en público proclamando a los cuatro vientos algo que no tienes comprobado, en el fondo esperas que las altas capacidades las detecten los maestros, que saben dónde mirar y que han tenido centenares de alumnos para comparar. Por eso, todos pensamos que muy pronto llegará una nota en la agenda o alguna llamada del colegio o un comentario del profe en voz baja, para que no lo oigan los otros niños de capacidad estándar. Como miembros de una logia secreta y muy lista, la tutora nos chocará el puño como contraseña secreta y nos confirmará lo que siempre hemos soñado: “Tu crío es el más listo del mundo, porque resulta que tú también lo eres. Nunca habíamos conocido a gente tan inteligente y modesta. Es un gran honor poderos ver cada día”.

Pero pasan los cursos y ese momento no llega. Con lo que la conclusión es evidente. Si las profesoras no tienen altas capacidades, no pueden reconocer el potencial de tus hijos, ¿verdad? O es que… ¿Al final lo que pasa es que tu hijo simplemente es un crío sano, despierto, extrovertido, con ganas de aprender y que se fija mucho y aplica lo que aprende?

A la larga pensarás que, quizás, es mejor así. Porque no quieres que a tu hijo lo aparten de los de su edad. No quieres que tenga una infancia distinta. No quieres que vaya a la Universidad con 11 años y acabe jugando torneos mundiales de ajedrez a los 15, mientras se da a la bebida y a las pastillas porque nadie puede entender la complejidad de su mente. Y por supuesto, no quieres que vaya a lo Reina roja a perseguir psicópatas. Además, seguro que es muy duro criar a alguien mucho más listo que tú y saber que no estás a la altura de su voracidad intelectual.

Al final, con alivio y comodidad, mirarás a tu hijo, lo abrazarás mucho y sin necesidad de ningún test ni estudio profesional sabrás que lo mejor que le puede pasar en la vida no es ser el más listo, sino el más querido.

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