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Lukashenko desmiente a Putin y afirma que los terroristas de Moscú intentaron huir a Bielorrusia

Las declaraciones del líder bielorruso desmontan la tesis de que los atacantes tenían un plan para cruzar el frente y se dirigieron directamente a Ucrania

Aleksandr Lukashenko y Vladímir Putin
Los presidentes de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko (izquierda), y Rusia, Vladímir Putin, en un encuentro en San Petersburgo el 23 de julio de 2023.SPUTNIK (via REUTERS)

El presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, ha desmentido uno de los principales argumentos que su homólogo ruso y aliado, Vladímir Putin, esgrimía para vincular con Ucrania a los yihadistas que cometieron el atentado del pasado 22 de marzo. Según Lukashenko, el plan original de los atacantes era huir a Bielorrusia y no a Ucrania directamente, como esgrime el Kremlin. Minsk fue informada a tiempo por Moscú de que los terroristas huían en un Renault blanco la noche del pasado viernes, según su relato. “Pusimos a nuestras fuerzas en acción. No podían entrar en Bielorrusia de ningún modo. Se dieron cuenta de esto, y por eso dieron media vuelta y se dirigieron al tramo de la frontera entre Ucrania y Rusia”, ha declarado Lukashenko este martes a la agencia Belta.

El embajador bielorruso en Moscú, Serguéi Krutói, compartió la misma versión que Lukashenko el pasado sábado. Putin sostuvo, sin embargo, horas después en su mensaje a la nación que los cuatro terroristas que habían sido interceptados en la región fronteriza de Briansk. Se encontraban a unos 150 kilómetros tanto de Bielorrusia como de Ucrania y se dirigieron directamente hacia su gran enemiga, según el Kremlin, porque contaban con algún tipo de ayuda en el lado ucranio para cruzar el frente, aunque no ofreció más detalles.

“Sus mediadores (de los terroristas) entendieron que era imposible entrar en Bielorrusia”, ha declarado Lukashenko. Pese a estar en contacto directo con el Kremlin, el mandatario decía tener aún secretos que contar: “Tenemos sospechas sobre algunos (posibles mediadores). Llamaré a Putin y les contaré mis sospechas”.

Lukashenko ha hecho estas declaraciones cuando intentaba defender a Putin por no haber comparecido el mismo día del atentado. “¿Por qué he dicho esto? Porque le empezaron a hacer reproches a Putin. ‘Pasó algo, pero guarda silencio. No habla, no se dirige a la gente, etcétera’. ¡Si Putin y yo no dormimos! ¿Qué saben al respecto? Hubo una interacción constante, y cuando hubo que hablar, apareció y habló”, ha explicado Lukashenko.

Moscú, no obstante, mantiene su tesis original. El jefe del Servicio Federal de Seguridad (FSB) ruso, Alexánder Bortnikov, ha acusado a Ucrania de haber organizado el atentado de la sala Crocus del pasado 22 de marzo pese a no contar aún con ninguna prueba que lo demuestre. El responsable del espionaje ruso se aferra a que el acto terrorista tiene, en su opinión, “un sesgo” que apunta a Kiev. Bortnikov ha exigido la declaración del servicio de inteligencia ucranio (GUR) como organización terrorista y ha señalado a Kyrylo Budanov, su jefe, como “un objetivo legítimo” a matar. “Creemos que (Ucrania) está involucrada. Dependiendo del resto de la investigación, trataremos de obtener materiales que lo prueben”, ha afirmado Bortnikov.

El atentado se lo atribuyó el Estado Islámico de Khorasán (ISIS-K), una rama de la organización terrorista que nació en Afganistán y se expandió a las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central, incluida Tayikistán. Uno de los canales del grupo yihadista publicó en exclusiva un vídeo grabado por los atacantes durante la matanza. Sus ropas coincidían, según contrastaron los medios independientes rusos, con los supuestos terroristas detenidos por las fuerzas de seguridad rusas el sábado. Los cuatro, de nacionalidad tayika, vivían en Rusia. Kiev, por su parte, ha negado rotundamente tener relación con la tragedia y ha acusado al Kremlin de querer eludir así su propia responsabilidad.

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“La parte ucrania ha entrenado militantes en Oriente Próximo. Representantes del régimen de Kiev han acudido a los enclaves de los terroristas y han trabajado con ellos”, ha declarado Bortnikov sin establecer un vínculo directo con el atentado de la sala Crocus. Su otra supuesta prueba es que los atacantes fueron atrapados —según la versión oficial rusa— de camino a la frontera con Ucrania porque allí tenían un presunto contacto para cruzar la zona más vigilada ahora por Rusia: el frente bélico con Ucrania.

Contribución de Occidente

“Creemos que la acción fue preparada por los propios islamistas radicales y, por lo tanto, naturalmente, los servicios de inteligencia occidentales contribuyeron a ello”, ha añadido Bortnikov sin aclarar por qué Occidente, que formó su propia alianza contra el Estado Islámico, lo ha combatido en Oriente Próximo y ha sufrido atentados de sus yihadistas, colaboraría con los islamistas.

Las acusaciones contra Kiev vertidas justo ahora sobre su supuesta colaboración con el Estado Islámico sorprenden porque la lucha rusa contra el grupo yihadista se remonta a hace una década y las noticias sobre la desarticulación de células terroristas de la filial centroasiática son habituales. El 7 de marzo, por ejemplo, el FSB anunció la “liquidación” de los terroristas de un comando del Estado Islámico del Khorasán que se disponían a atentar contra centros judíos en Moscú.

Bortnikov también ha reconocido que Estados Unidos había informado a Rusia de la amenaza de atentados extremistas este mes. Sin embargo, el jefe del FSB ha desdeñado el aviso al calificarlo como meras “generalidades”. A pesar de la invasión de Ucrania por Rusia, Washington y Moscú aún mantienen abierta la comunicación para la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, su distanciamiento amenaza también a estos cauces de seguridad. El embajador ruso en Estados Unidos, Anatoli Antónov, fue elocuente este lunes al rechazar (al menos de cara a la galería) la ayuda estadounidense en su investigación del atentado: “No vamos a correr tras ellos, trabajaremos nosotros mismos”.

La prensa rusa, acostumbrada a los métodos del Kremlin, cuestionó que los presuntos terroristas sigan con vida. Bortnikov fue breve: “Más adelante”. “Habrá medidas de represalia, todos los involucrados en esto serán encontrados y castigados. Trabajamos en ello”, ha añadido Bortnikov este martes sin comentar la violencia empleada contra los detenidos durante sus interrogatorios.

Putin admitió este lunes que la masacre perpetrada en la sala de conciertos Crocus, situada a las afueras de Moscú, “fue obra de terroristas islamistas”, pero insistió a los responsables de sus fuerzas de seguridad en que debía haber algún vínculo con Ucrania. El jefe del Comité de Investigación ruso, Alexánder Bastrikin, aseguró en la misma reunión que sus agentes habían obtenido ya toda la información necesaria de los 11 sospechosos detenidos tras el ataque, incluidos los cuatro presuntos terroristas que ejecutaron a sangre fría a los espectadores del concierto. Bastrikin no respondió a las preguntas de Putin sobre la autoría intelectual del atentado.

Turquía niega las acusaciones procedentes de Rusia

Las autoridades turcas sostienen que los acusados del atentado de Moscú se radicalizaron en Rusia y que solo estuvieron de paso por Turquía. En uno de los vídeos grabados por los captores de Shamsidin Fariduni, uno de los cuatro autores de la matanza, aseguraba haber llegado a Rusia procedente de Turquía y en varios medios rusos se han publicado imágenes de Fariduni en distintos puntos de Estambul.

Según los datos del Ministerio de Interior turco, Fariduni, de nacionalidad tayika, entró en Turquía el pasado 20 de febrero y regresó a Rusia el 2 de marzo. Fariduni, estaba registrado como residente en la ciudad rusa de Krasnogorsk, aunque estaba empleado en una fábrica de Podolsk, al sur de Moscú. El viaje a Turquía se debería a que su visado en Rusia había expirado (los ciudadanos de Tayikistán pueden permanecer en Turquía durante 90 días sin necesidad de visado). Entre los días 21 y 27 de febrero estuvo alojado en un hotel del céntrico distrito de Fatih y visitó varios monumentos junto a los que se fotografió, incluida la Mezquita de Fatih.

Saidakrami Rachabalizoda, otro de los acusados, también estuvo en Turquía antes del atentado. Permaneció en Estambul durante casi dos meses, según los registros aeroportuarios: llegó el 5 de enero y viajó a Rusia el 2 de marzo, en el mismo avión que Fariduni. “Ambos individuos pudieron viajar libremente entre Rusia y Turquía, ya que no había ninguna orden de detención contra ellos”, sostiene una fuente de seguridad del Gobierno turco: “Nuestro análisis es que estos individuos se radicalizaron en Rusia, dado el poco tiempo que pasaron en Turquía”.

Tras el atentado en Rusia, el Ministerio de Interior turco emprendió redadas contra presuntas células del Estado Islámico y el pasado domingo se anunció la detención de 40 personas en ocho provincias. El titular turco de Interior, Ali Yerlikaya, afirmó que entre junio y el pasado 23 de marzo, se llevaron a cabo más de un millar de operaciones contra presuntas células vinculadas al grupo yihadista en las que fueron detenidas más de 2.700 personas de las que 692 permanecen en prisión y 529 en libertad bajo control judicial.

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