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Macron asume el papel de halcón ante Rusia, pero, ¿está Francia preparada?

El giro del presidente se apoya en una realidad: pese a las dudas sobre sus capacidades militares, Francia es el país de la UE con la bomba atómica

Macron, durante una ceremonia de homenaje a Philippe de Gaulle, hijo de Charles de Gaulle, este miércoles en París.
Macron, durante una ceremonia de homenaje a Philippe de Gaulle, hijo de Charles de Gaulle, este miércoles en París.LUDOVIC MARIN (via REUTERS)
Marc Bassets

Los presidentes franceses se miran siempre en el espejo de Charles de Gaulle, el fundador y primer presidente de la V República, monárquica en sus formas y en los poderes que otorga al jefe del Estado. El ejemplo del general vale para todo.

De Gaulle, también el presidente con el que Francia se convirtió en potencia nuclear, servía hace unos años para justificar las negociaciones con Rusia. Ahora resulta útil para entender la nueva posición de Emmanuel Macron, al frente desde hace unas semanas del grupo de países partidarios de una mayor implicación occidental con Ucrania.

Cuando durante su primer mandato se aproximó a la Rusia de Vladímir Putin, Macron justificaba: “Rusia es europea, muy profundamente. Yo creo en esta Europa que va de Lisboa a Vladivostok”. Lo de “de Lisboa a Vladivostok” era un remedo de la Europa “del Atlántico a los Urales” que propugnaba De Gaulle.

Pero este febrero afirmó, en referencia al envío de tropas a Ucrania para frenar el avance ruso y disuadirla ante su ofensiva: “Nada debe excluirse”. Y entonces resonaron otras palabras de De Gaulle durante la Guerra Fría, y refiriéndose a lo que él llamaba “la Rusia soviética”: “Toda reculada tiene por efecto sobrexcitar al agresor y llevarlo a redoblar su agresión y facilita y acelera su asalto”.

Macron era gaullista entonces y lo es ahora. El hombre que hace menos de dos años pedía “no humillar a Rusia” y durante meses persistió en sus conversaciones telefónicas con Putin, acaba de declarar al diario Le Parisien: “Quizá en un momento dado, y no es algo que yo desee ni tomaré la iniciativa, habrá que tener operaciones sobre el terreno, sea cuales sean, para contrarrestar a las fuerzas rusas. La fuerza de Francia es que podemos hacerlo”.

De paloma a halcón, la mutación del presidente francés ha modificado el debate de una Europa que teme el fin del paraguas estadounidense si en noviembre Donald Trump gana las elecciones de Estados Unidos. Y abre otro debate. ¿Están Francia —y Europa— preparadas para tener soldados en territorio ucranio y arriesgarse a entrar en combate? Hasta hace poco, era una línea roja. Una de las críticas a Macron tras subir este invierno el volumen ante Moscú ha sido, precisamente, la distancia entre las palabras y la ayuda material que efectivamente llega Ucrania. ¿Es creíble cuando dice que “no hay límites” en la ayuda?

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Sostiene Jean-Dominique Merchet, veterano periodista especializado en defensa en el diario L’Opinion, que, si mañana el ejército francés tuviese que desplegarse en una operación de alta intensidad al estilo de la de Ucrania, “solo podría mantener un frente de 80 kilómetros, no más”. “El frente ucranio se extiende a lo largo de cerca de 1.000 kilómetros”, escribe en el ensayo Sommes-nous prêts pour la guerre? L’illusion de la puissance française (¿Estamos preparados para la guerra? La ilusión de la potencia francesa).

Rusofilia en las élites francesas

Otra cuestión es si Francia estaría dispuesta. El autor, en una conversación por videoconferencia, explica que, “globalmente, el cuerpo social de los oficiales del ejército no es muy favorable a Ucrania ni a la OTAN”. “No deja de ser”, apunta, “un ambiente católico y conservador”. Esto no significa que no vaya a cumplir profesional y obedientemente las órdenes si deben desplegarse. Pero refleja, de un lado, una rusofilia extendida durante décadas en las élites francesas, y se suma al escepticismo mayoritario en la población ante la posibilidad de enviar tropas.

A la pregunta sobre si Francia está preparada para la guerra, Merchet responde: “No”. Pero precisa: “Lo que no está preparado es la industria: no tenemos capacidad de producción”. Explica que, para construir un avión Rafale, hacen falta tres años, y entre 35 y 40 meses para producir un misil Aster-15 o Aster-30. “No tenemos stocks ni capacidades de producción y este es el problema, no tanto si tenemos 30 o 40 regimientos de infantería”.

“No hay que olvidar algo extraordinariamente desagradable, y es que ningún país europeo, tomado individualmente, habría sido capaz de llevar a cabo una guerra de dimensiones tan importantes como la que ha debido llevar a cabo Ucrania”, comentaba en febrero, antes de la declaración de Macron sobre el envío de tropas, François Heisbourg, consejero del centro de análisis Fundación para la Investigación Estratégica. “La producción de obuses de Francia hoy es de 3.000 por mes”, añadía, “un día y medio de consumo de obuses en Ucrania”.

Según Merchet, lo que, si acaso, da credibilidad al mensaje de Macron a Putin, es la bomba atómica. Francia, aunque ya no es lo que fue en la escena internacional, sabe hablar el lenguaje de las potencias.

“Los rusos se lo toman en serio, porque detrás de un militar francés en Ucrania, si estuviese, al final de la cadena hay un submarino nuclear francés en el fondo del Atlántico”, dice. “Lo que distingue a Francia del resto de europeos es, primero, el arma nuclear, y segundo, la capacidad del presidente para decidir solo y rápidamente sobre el uso de las armas”.

De nuevo, el presidente-monarca. Lo decía De Gaulle: “Las potencias occidentales no disponen de mejor manera de servir a la paz en el mundo que mantenerse rectas y firmes”. Según Le Monde, en una conversación informal hace unas semanas en el Elíseo, en confianza y con un whisky en la mano, Macron lo dijo de otro modo: “De todas maneras, el año que viene tendré que enviar algunos tíos a Odesa”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
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