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El Pablo Escobar del Sáhara tira de la manta de la corrupción de la clase dirigente en Marruecos

Las acusaciones lanzadas desde prisión por un capo maliense del narcotráfico conducen a la detención de altos cargos ligados al mundo del fútbol y la construcción

Camel train
Una caravana de mercaderes nómadas en el desierto de Malí.Mint Images/ Art Wolfe (Getty Images/Mint Images RF)
Juan Carlos Sanz

Que haya corrupción en Marruecos lo reconoce el 72% de los ciudadanos en una reciente encuesta oficial. Que se aireen en la prensa los casos de fraude entre la clase dirigente a la vista de la opinión pública resulta menos habitual. El testimonio ante la policía en una cárcel de Casablanca del narcotraficante maliense Ahmed Ben Brahim, apodado el Pablo Escobar del Sáhara, quien ha acusado a antiguos cómplices y testaferros marroquíes de haberse apoderado de sus bienes, ha conducido a la detención de 25 sospechosos en una de las mayores operaciones anticorrupción en el país magrebí. Los medios locales detallan que entre los arrestados figuran dos altos cargos del Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), integrado en el actual Gobierno de coalición, vinculados a la construcción y las obras públicas y al mundo del fútbol, así como agentes de las fuerzas de seguridad, funcionarios y juristas. Sobre ellos planea una condena de hasta 20 años de cárcel.

El Escobar del Sáhara, también conocido como El Maliense, fue detenido en 2019 en el aeropuerto de Casablanca tras haber viajado desde Mauritania, donde había permanecido encarcelado durante cuatro años a causa de un mandato de captura de Interpol por tráfico de drogas. Un tribunal marroquí le condenó a 10 años de prisión como responsable de una trama de narcotráfico multinacional, según ha informado el semanario panafricano editado en París Jeune Afrique. Ben Brahim fue encausado por dirigir una red dedicada a distribuir resina de hachís marroquí en África Occidental, y a trasladar hasta puertos norteafricanos alijos de cocaína traídos desde Latinoamérica con destino final en Europa.

La fortuna del capo de la droga estaba evaluada en decenas de millones de euros, con propiedades en Brasil, Bolivia y Rusia, así como en la Costa del Sol española. Sus bienes inmobiliarios se extendían desde la ciudad turística de Saidia, en el litoral mediterráneo marroquí más próximo a Argelia, hasta Casablanca. Un suntuoso chalé con amplios jardines y un apartamento de lujo, ambos en el corazón de la capital económica del país, fueron pronto ocupados por dos de sus presuntos socios más destacados. El primero por Said Naciri, presidente del club de fútbol Wydad de Casablanca, y el segundo por Abdeni Biui, presidente del Consejo Regional Oriental de Marruecos (cuya capital es Uchda) y dueño de una empresa contratista de obras públicas. Desde finales de diciembre se encuentran entre rejas. Ambos son miembros destacados del PAM.

El Maliense declaró en prisión ante los agentes del Departamento Central de Investigación Judicial, el FBI marroquí, que sus antiguos socios le habían tendido una emboscada tras haberle comprado varios camiones. Cuando la policía interceptó esos vehículos cargados con 40 toneladas de resina de cannabis, comprobó que su documentación seguía a nombre de Ben Brahim en lugar de haber pasado a un nuevo propietario.

Nacido en 1976 en la ciudad de Kidal, capital de los tuareg en Malí, el Escobar del Sáhara estaba destinado a una vida de pastor hasta que un encuentro casual con un conductor francés, al que auxilió cuando su coche se había accidentado en pleno rally París-Dakar, dio un giro de fortuna a su vida. Con ayuda del agradecido piloto, el joven Ben Ibrahim pronto se dedicó a la importación de vehículos usados desde Europa y al comercio de oro. Sus negocios se concentraron después en las drogas.

Fueron sus constantes viajes por la región, en los que conoció tribus y dialectos, los que le convirtieron en experto navegante por las estepas y arenas del Sahel y el Sáhara, espacio propicio para grupos armados, milicias yihadistas y mafias de todo tipo de tráficos. Hombres poderosos como Seif al Islam Gadafi, hijo del que fue dictador libio hasta 2011, le encomendaban las misiones de transporte más delicadas. Su madre, que había nacido en Uchda, le abrió además las puertas del Magreb.

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Said Naciri
El presidente del club de fútbol Wydad, Said Naciri, en 2022 en Casablanca.Sebastian Frej/MB Media (Getty Images)

En dicha ciudad marroquí fronteriza con Argelia entró en contacto con Biaui, quien según la prensa marroquí había cumplido condena por robo en Francia y por tráfico de drogas en España, antes de forjar un imperio en el sector de la construcción y de llegar a ser diputado y miembro de la Comisión de Infraestructuras del Parlamento. Ambos se aliaron para transportar hachís desde el norte de Marruecos a África Occidental. En sus tránsitos hacia el desierto del Sáhara por Zagora (sur) conoció a Said Naciri, cacique político regional, quien también vendió propiedades del Pablo Escobar del Sáhara y transfirió más tarde grandes cantidades a su propia cuenta.

En Marruecos casi parece haberse perdido el miedo a hablar abiertamente de la corrupción. Unas tres cuartas partes de los ciudadanos reconocen que las prácticas fraudulentas están muy extendidas, según la encuesta que presentó en diciembre la denominada Instancia Nacional de Probidad, Prevención y Lucha contra la Corrupción, un organismo oficial. En los últimos años, Marruecos ha caído cinco puntos en la lista de Transparencia Internacional, con un retroceso de 21 posiciones hasta situarse en 2022 en el puesto 94º entre 180 Estados examinados.

En un nuevo escándalo desvelado este mismo mes por la prensa marroquí, Aziz el Badraui, que presidió entre 2022 y 2023 el Raja, el otro gran club de Casablanca, ha sido detenido, acusado de cobro de comisiones en la adjudicación de servicios públicos. El mundo del fútbol se está viendo cuestionado en Marruecos cuando se dispone a organizar la Copa Africana de Naciones y el Mundial 2030, junto con España y Portugal.

Junto a El Badraui, propietario de una empresa de recogida de residuos urbanos, también ha ingresado en prisión preventiva Mohamed Karimin, exdiputado y exalcalde Buznika, miembro del partido Istiqlal, que también forma parte del Ejecutivo de coalición del primer ministro Aziz Ajanuch. Es considerado uno de los políticos más influyentes en el área metropolitana de Rabat.

La filial marroquí de Transparencia Internacional ve “muy preocupante” que 29 miembros del Parlamento hayan sido procesados en los últimos cinco años en casos de corrupción. Según precisa el portal informativo digital Le 360, al menos una veintena de los 395 miembros de la Cámara de Representantes (Cámara baja), están siendo investigados judicialmente. Entre ellos, media docena se encuentra ya en la cárcel.

En un giro que ha dado más proyección al caso, la famosa cantante marroquí Latifa Raafat reconoció ante el juez haber estado casada durante “cuatro meses y 10 días” con el capo de la droga maliense, pero negó haber tenido conocimiento de las actividades ilegales del que era su marido. La empleada de hogar que atendía en aquella época a la pareja viajó desde España, donde trabaja en la actualidad, para ratificar el testimonio de su antigua empleadora.

Abdelatif Uahbi
El ministro de Justicia de Marruecos, Abdelatif Uahbi, durante un debate organizado por la agencia de noticias MAP en Rabat. María Traspaderne (EFE)

El semanario marroquí Tel Quel ha calificado el caso del Pablo Escobar del Sáhara como uno de los mayores escándalos registrados en la historia del reino jerifiano, en el que se entremezclan “narcotráfico, política y negocios”. El joven youtuber Reda Tauyni, que cuenta con cerca de 200.000 suscriptores en su canal, fue condenado el jueves por un Tribunal de Agadir (suroeste) a dos años de cárcel, acusado por haber difamado al ministro de Justicia, Abdelatif Uahbi, máximo líder del Partido Autenticidad y Modernidad. Tauyni reclamó su dimisión en un vídeo difundido a través de la red social y le responsabilizó de haber introducido en política a acusados de tráfico de drogas.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.
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