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Columna
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Argentina: Entre la espada y la pared

Los argentinos se enfrentarán a un dilema en las próximas elecciones: continuidad o cambio. Milei es la opción de las multitudes que apoyan el eslogan “¡que se vayan todos!”. Massa es más de lo que ya conocen y que no necesariamente ha producido buenos resultados

Simpatizantes del candidato presidencial Javier Milei asisten a un acto tras conocerse los resultados de la primera vuelta de las elecciones argentinas.
Simpatizantes del candidato presidencial Javier Milei asisten a un acto tras conocerse los resultados de la primera vuelta de las elecciones argentinas.Juan Ignacio Roncoroni (EFE)

En dos semanas se llevará a cabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Argentina. Los candidatos son Javier Milei, un libertario exótico con propuestas radicales, que tendrá enfrente a un representante del oficialismo, Sergio Massa, el actual Ministro de Economía. En la primera vuelta Massa encabezó los resultados al obtener el 37% de los votos, mientras que Milei recibió el 30% y quedó fuera Patricia Bullrich, de la alianza que llevó a la Presidencia a Macri en 2015, con solo el 24%.

Los resultados de la primera vuelta fueron sorpresivos, considerando no solo los resultados de las elecciones primarias obligatorias, sino también por lo que anticipaban las encuestas, las que daban como amplio favorito a Milei. Sin embargo, las encuestas acertaron en lo fundamental, que el balotaje sería entre Milei y Massa, lo que implicaba el vaciamiento de la posición de centro-derecha, representada por Bullrich, y el reforzamiento de las posiciones más polarizantes. Así, Argentina, se encuentra ahora frente a un dilema tremendo: o refrenda al Peronismo por cuatro años más, con Sergio Massa como presidente, o elige a Javier Milei, ese extraño personaje que ofrece propuestas y soluciones milagrosas a un cansado y desesperado pueblo argentino.

Una comparación entre los resultados de las primarias y de la primera vuelta revela algunas cosas interesantes. Por un lado, el voto duro por Milei es del 30%, ese es el porcentaje que obtuvo en ambos procesos. Estos votantes muy probablemente no cambiarán de opinión, por más que les alerten sobre los riesgos de elegir a alguien como Milei. Por el lado del oficialismo, su votación subió de un 27% en las primarias (sumando los votos de Massa y de Grabois) al 37% en la primera vuelta, un incremento notable de 10 puntos porcentuales. Esto fue el resultado de una mayor movilización en los bastiones urbanos tradicionales del peronismo-kirchnerista, aunque posiblemente también ocurrió como resultado de un reacomodo de votantes preocupados por el ascenso de Milei. Este reacomodo en parte explica el vaciamiento del apoyo a Bullrich, ya que su coalición, Juntos por el Cambio, bajó de un 28% en las primarias a un 24% en la primera vuelta.

Así, la clave para las elecciones de la segunda vuelta es qué harán los votantes de Bullrich, quien ya ha manifestado abiertamente su apoyo a la candidatura de Milei. Para el balotaje, el peronismo posiblemente parte con una cierta ventaja, al contar no solo con el 37% que obtuvo en la primera vuelta, sino con un 4-7% adicional que obtuvieron otros partidos más cercanos a su posición política. La clave, entonces, sigue radicando en los votantes que llevaron a Macri al poder en 2015 y que votaron por Bullrich en la primera vuelta. La inmensa mayoría de estos votantes son furiosamente opositores al actual Gobierno y muy probablemente optarán por votar a Milei o, en su caso, por abstenerse. Bastará, sin embargo, que un cierto porcentaje de ellos sea suficientemente averso al riesgo que representa la opción de Milei, para darle el triunfo al oficialismo.

Independientemente de lo que ocurra en las elecciones del domingo, un tema crucial es qué va a pasar con la economía argentina. Allí, ninguna de las dos opciones parece ofrecer una alternativa real a los problemas de fondo. La situación es crítica: una inflación cercana al 140% anual, la pobreza ha crecido del 26% en 2017 al 40% en 2023, la indigencia casi se ha duplicado al pasar del 5% en 2017 al 9,3% en 2023, y el país se encuentra ahogado por una deuda externa muy elevada, compromisos importantes en el corto plazo y una aguda escasez de reservas internacionales.

Para hacer frente a estos problemas, Milei ofrece soluciones cuasi-mágicas: dolarizar la economía, desaparecer el Banco Central y eliminar Ministerios, entre muchas otras cosas. Esta propuesta no tiene ningún sentido ni viabilidad económica. En un contexto de escasez de divisas, la dolarización es una utopía. El país no tiene divisas ni siquiera para hacer frente a sus compromisos más urgentes y se ha tenido que apoyar en líneas de crédito provenientes de China. En este contexto, el simple triunfo de Milei traería, en primer lugar, una devaluación y un ajuste de precios muy significativo. Después, vendría la recesión, motivada por el ajuste en precios relativos entre bienes comerciables y no comerciables. El ajuste económico sería tremendo y la recuperación de un choque de esa magnitud tomaría años.

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Por el otro lado, ya se sabe lo que se tiene. Massa es el Ministro de Economía desde hace poco más de un año. A él le ha tocado hacer frente a la delicada situación económica que vive la Argentina. Massa sustituyó en julio de 2022 a Silvina Batakis, quien no duró ni un mes en el cargo, y que antes había sustituido a Martín Guzmán, quien fuera Ministro de Economía de 2019 a 2022. La situación no ha mejorado un ápice desde que inició esta administración. Si acaso, ha empeorado. Es cierto que las condiciones que dejó Macri eran extremadamente complicadas, pero la Administración de Fernández no supo hacer frente a las circunstancias y no se atrevió a tomar las medidas difíciles que debían haberse tomado para enfrentar la situación. En cambio, Fernández trató de administrar la crisis y así le ha ido. Queda la duda de qué exactamente haría Massa para mejorar la economía. Hoy, como candidato, hace promesas de cambio. Sin embargo, los incentivos a cumplir esas promesas pueden cambiar fácilmente una vez elegido. No sería la primera vez que un candidato peronista postergara las decisiones difíciles una vez en el poder.

Así, Argentina se enfrentará a un verdadero dilema en dos semanas: continuidad o cambio. Milei ofrece el cambio y es la opción de las multitudes que apoyan el eslogan “¡que se vayan todos!”. Los argentinos, hartos del macrismo y del peronismo, podría optar por esta opción en un arranque de hartazgo. Por el contrario, Massa les ofrece más de lo mismo, más de lo que ya conocen y que no necesariamente ha producido buenos resultados. Si Massa cumple lo que promete y finalmente realiza el ajuste fiscal necesario, la economía y la sociedad argentina pasarán por momentos difíciles, pero eventualmente podrían salir adelante. Si no cumple, las cosas continuarán como hasta ahora y rápidamente podrían deteriorarse. Las opciones son difíciles. Argentina está entre la espada y la pared. O, quizá mejor dicho, entre la espada y el vacío.

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