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Rusia y China se presentan como garantes del derecho internacional frente a las contradicciones occidentales en Gaza

El Kremlin, enfangado en la invasión de Ucrania y señalado por crímenes de guerra, denuncia el doble rasero de EE UU y la UE en Oriente Próximo. Pekín trata de mostrar su perfil mediador frente a Washington

Guerra Israel-Hamás
Vladímir Putin y Xi Jinping en Pekín, el pasado 17 de octubre.SERGEI SAVOSTYANOV /SPUTNIK / KR (EFE)

Rusia se presenta como paladín de la paz entre israelíes y palestinos al mismo tiempo que defiende la mayor invasión vivida por Europa desde la II Guerra Mundial. Mientras, Estados Unidos y la UE olvidan su política de sanciones cuando el “derecho a la autodefensa” incluye bombardeos indiscriminados contra civiles en la franja de Gaza y ataques en Cisjordania. El recrudecimiento del conflicto en Oriente Próximo ha provocado un torrente de acusaciones de dobles raseros. El bloque formado por Rusia y China detecta en las potencias occidentales una doble moral que les lleva a condenar los ataques contra civiles e infraestructuras básicas por parte del Kremlin en Ucrania, y al mismo tiempo justificar hechos parecidos cuando es Israel quien los comete en nombre de la legítima defensa frente a Hamás. En este escenario, Pekín y Moscú se han propuesto sacar tajada en la lucha por el relato en esta partida que se juega a escala global.

El campo de batalla es el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde Pekín y Moscú vetaron la semana pasada una resolución de Washington por no instar a Israel a bajar las armas. Otra propuesta rusa que no contemplaba el derecho a la defensa de los Estados no recibió el mínimo de votos necesarios.

“Estados Unidos no quiere que las decisiones del Consejo de Seguridad influyan en la posible operación terrestre israelí en Gaza”, afirmó el representante permanente de Rusia ante la ONU, Vasili Nebenzia. Moscú y Pekín han bailado acompasados casi desde el inicio del estallido de la guerra entre Israel y Hamás. No es una casualidad, sino una consecuencia más de la “asociación estratégica” entre ambos y de la amistad “sin límites” sellada entre Moscú y Pekín tres semanas antes de que el Kremlin ordenara invadir Ucrania en febrero de 2022.

“China y Rusia se han posicionado con relativa claridad en el actual conflicto: criticando a Israel (aunque utilizando un lenguaje diplomático), sin condenar explícitamente a Hamás, criticando en voz alta el apoyo de Estados Unidos y Occidente a Israel”, explica Björn Alexander Düben, profesor adjunto de la Universidad china de Jilin. Puede resultar “algo sorprendente”, añade este analista, ya que “tanto Pekín como Moscú han mantenido siempre buenas relaciones con Israel en las últimas décadas”. “El conflicto sirve para avanzar en su objetivo común de estrechar los vínculos con los países del sur global, especialmente en el mundo musulmán”, añade el profesor.

Hace un par de semanas, los presidentes Xi Jinping y Vladímir Putin volvieron a verse en Pekín. Aunque evitaron pronunciarse de forma conjunta sobre el conflicto en Oriente Próximo, el comunicado oficial chino esbozaba una idea: Pekín quiere “incrementar la comunicación y coordinación” con Moscú “en Naciones Unidas” y otros organismos multilaterales.

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“No existe otra alternativa que resolver el conflicto palestino-israelí mediante las negociaciones. Su objetivo debería ser la implementación de la fórmula de la ONU de los dos Estados, que implica la creación de un Estado palestino independiente con su capital en Jerusalén Este”, manifestó Putin el pasado 13 de octubre. Aquel día advertía de que el uso de vehículos de combate pesados en zonas residenciales “es un asunto complicado, plagado de graves consecuencias para todas las partes y, lo más importante, bajas de civiles. Esto sería absolutamente inaceptable, allí viven casi dos millones de personas”.

Putin, defensor en el caso palestino de la creación de un Estado totalmente nuevo, como ya recomendaba la resolución 181 de la ONU en 1947, utilizó la antítesis de este argumento para justificar su invasión de Ucrania, Estado cuya existencia actual no acepta, en sendos discursos pronunciados el 21 y el 24 de febrero de 2022, cuando lanzó una ofensiva masiva por tierra, mar y aire que incluyó el bombardeo y asalto de grandes núcleos urbanos como Mariúpol, Járkov y Kiev.

“La Ucrania moderna fue creada enteramente por Rusia, o más precisamente, por la Rusia bolchevique”, aseguró Putin antes de criticar que al pueblo ucranio se le hubiese concedido “el estatus de una entidad estatal” con “población de la Rusia histórica”. “L:as consideraciones sobre la coyuntura política de un momento dado, por espectaculares y ventajosas que puedan parecer, no deben usarse bajo ninguna circunstancia como base para [formar] un Estado”, dijo el líder ruso el pasado año sobre la independencia de Ucrania, aunque esta vez abogue por la creación de dos Estados inéditos en Oriente Próximo, un territorio que ha sido controlado por otros imperios en los últimos milenios.

El presidente ruso transmitió sus condolencias por teléfono al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el pasado 16 de octubre, nueve días después del ataque en el que Hamás asesinó a cientos de civiles. El movimiento yihadista, designado organización terrorista por Occidente, es considerado por el Kremlin una autoridad legítima más, igual que los talibanes en Afganistán y la junta militar golpista de Myanmar. Antes de llamar al dirigente israelí, Putin conversó con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, y con los líderes de Irán y Siria, dos naciones que apoyan a Hamás y a otra organización terrorista libanesa que amenaza a Israel desde el norte, Hezbolá.

Alianzas clave

El Kremlin trata de mantener un delicado equilibrio en la región. Irán es un aliado clave de Rusia para evadir las sanciones occidentales y obtener munición, mientras que Israel, destino de muchos exiliados rusos, también es un importante socio comercial y los judíos son una de las principales minorías del país. “Rusia se beneficia de este seísmo porque los aliados occidentales están tensionados al continuar con su apoyo militar y financiero a Ucrania”, afirma Kawa Hassan, analista del centro Carnegie sobre Oriente Próximo.

El diario independiente ruso Viortska ha revelado que los diputados y propagandistas de los medios del Kremlin han recibido recomendaciones sobre cómo opinar ante el conflicto de Gaza. “Se aconseja a los políticos que sigan las declaraciones de Vladímir Putin, que culpó a Estados Unidos del enfrentamiento”, cuenta el periódico tras consultar a varias fuentes.

La ambivalencia rusa se vio reflejada en las reuniones de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU del 8 y 13 de octubre a puerta cerrada. Los encuentros finalizaron sin ningún comunicado conjunto debido a la negativa de Moscú a condenar a Hamás. Posteriormente le siguieron dos reuniones públicas. El 16 de octubre fracasó otro intento de acuerdo, esta vez a propuesta del Kremlin y sin incluir al movimiento yihadista. Según el representante permanente de Rusia ante la ONU, Vasili Nebenzia, “el bloque occidental pisoteó” las esperanzas de paz. El 18 de octubre, por su parte, EE UU rechazó el nuevo borrador para una tregua por no apoyar “el derecho de Israel a la defensa propia”.

Los vetos por las cinco potencias del Consejo de Seguridad son habituales. En el caso de Rusia, Moscú ha rechazado hasta 17 propuestas de resolución sobre otro escenario clave de la región, la guerra siria, desde 2011. La última, en julio, supuso el cierre temporal del paso de ayuda humanitaria al noroeste del país a través del corredor turco de Bab al-Hawa. Por aquel tramo cruza aproximadamente el 85% del apoyo a la población civil. El pacto finalmente fue prorrogado otros seis meses más a finales de agosto.

No obstante, otros vetos son definitivos. Rusia, por ejemplo, rechazó en octubre de 2017 que la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas de la ONU investigase los ataques de Bachar el Asad con este arsenal ilegal contra su población.

Cuando Putin anunció su invasión de Ucrania el 24 de febrero de 2022, aseguró que “los tratados y acuerdos [internacionales] dejaron de funcionar” tras la desaparición de la Unión Soviética. El mandatario puso como ejemplo la intervención de la OTAN en Yugoslavia sin el permiso de Naciones Unidas, la invasión unilateral estadounidense de Irak en 2003 y su intervención en Siria sin la aprobación del régimen de El Asad. Asimismo, consideró que la aprobación de la ONU “fue pervertida” al actuar la OTAN contra Gadafi en Libia.

Putin, defensor a veces de la legalidad internacional, recibió un rapapolvo del secretario general de la ONU, António Guterres, en un encuentro cara a cara en el Kremlin en abril del año pasado. Cuando el mandatario ruso puso como ejemplo el caso de Kosovo como pretexto de que su “operación militar especial” velaba por el derecho a la autodeterminación, Guterres le espetó que para Naciones Unidas su guerra “es una invasión del territorio de Ucrania”.

China se erige como alternativa mediadora a EE UU

China tiene con Palestina —a la que reconoce como Estado— un vínculo histórico, ligado a los movimientos de liberación nacional de la Guerra Fría. Pero ha tratado de mantenerse en la guerra al margen de alineaciones, y se ha querido mostrar como una capital amiga de Israel y de Palestina. El ministro de Exteriores chino, Wang Yi, ha estado en contacto con ambas cancillerías. “La tarea apremiante ahora es impedir que la situación siga empeorando y provoque un desastre humanitario más grave”, le dijo la semana pasada a su homólogo israelí, Eli Cohen. “China se solidariza profundamente con la difícil situación del pueblo palestino, especialmente con la población de Gaza”, le comunicó a Riyad Al-Maliki, responsable de Exteriores palestino.

El profesor Düben considera que ni China ni Rusia tienen “un interés especial en el conflicto”. Pese a todo, añade, dado las tensiones geopolíticas en los últimos años, “el hecho de que EE UU y sus principales aliados hayan adoptado una postura de apoyo a Israel supone un incentivo para que Pekín y Moscú hagan lo mismo y adopten una postura contraria, como durante la Guerra Fría”.

Düben aporta otro argumento: “A la luz del flujo constante de imágenes del sufrimiento de los civiles en Gaza, tanto Pekín como Moscú pueden presentar a Estados Unidos y a sus aliados (debido a su apoyo a Israel) como irresponsables y comprometidos con un doble rasero cuando se trata de violaciones de los derechos humanos y de presuntos crímenes de guerra. Pueden utilizar esto para desviar las críticas occidentales sobre los crímenes de guerra rusos en Ucrania, o el trato de China a la minoría musulmana uigur en su región de Xinjiang”.

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