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Los grupos yihadistas intensifican sus ataques en Níger aprovechando la inestabilidad del país tras el golpe de Estado

Los países de África occidental rechazan la transición de tres años propuesta por la junta militar mientras que la Unión Africana se resiste a respaldar la posible intervención extranjera

José Naranjo
Niger
Cientos de ciudadanos con banderas de Rusia y Níger muestran su apoyo a la junta militar y su rechazo a las sanciones de la Cedeao, este domingo 20 de agosto en Niamey (Níger).ISSIFOU DJIBO (EFE)

Los grupos armados terroristas que operan en Níger han intensificado su violencia desde el golpe de Estado del pasado 26 de julio. Han provocado más de un centenar de muertos, entre ellos unos 30 militares, en solo tres semanas. Uno de los argumentos esgrimidos por los golpistas para su toma del poder era el fracaso de la lucha contra el yihadismo y la necesidad de reorientarla, pero las políticas de diálogo, negociación comunitaria y reinserción de terroristas puestas en marcha por el derrocado presidente Mohamed Bazoum estaban dando sus primeros resultados, con un descenso de los ataques yihadistas en 2022 y 2023. En las tres semanas siguientes a la asonada militar, esa dinámica parece haberse roto.

Los ataques han estado protagonizados por los dos brazos de Al Qaeda y Estado Islámico que operan en la región nigerina de Tillabéri, el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM) y la Provincia de Estado Islámico del Sahel (ISSP), respectivamente. Los más sangrientos tuvieron lugar el pasado 15 de agosto cerca de Ayorou, cuando ISSP atacó tres pueblos, provocando la muerte de al menos 50 civiles. Ese mismo día, JNIM llevó a cabo una emboscada contra un convoy militar cerca de Kotougou y asesinó a 17 soldados, además de robar material militar. Los otros ataques tuvieron lugar en Wabila y Hondobon, cerca de Anzourou, Bourkou Bourkou y Sanam.

“Es evidente que ha habido una intensificación de la violencia yihadista desde el golpe de Estado”, asegura Bakary Sambe, director del Instituto Timbuktú, centro de investigación especializado en el terrorismo en el Sahel. “Ha habido más muertos en tres semanas que desde la llegada de Bazoum al poder en 2021. Los grupos terroristas se aprovechan de la inestabilidad y del vacío creado por la toma militar. Los que se ocupan de la seguridad están ahora sentados en los canapés del poder en Niamey [la capital del país] y esto lo explotan los grupos armados”, añade el experto.

Tras constantes incrementos desde 2018, las muertes atribuidas a la violencia yihadista en Níger habían descendido en 2022 y 2023, asegura la organización no gubernamental Acled en un informe publicado el pasado 3 de agosto. Dicha caída era particularmente notable este año. “En los primeros meses de 2023 la violencia política disminuyó un 39% en comparación con el semestre anterior, de julio a diciembre de 2022. Los ataques contra civiles se redujeron un 49% y las muertes resultantes cayeron un 16%. Sin embargo, las operaciones de las fuerzas de seguridad nigerinas aumentaron un 32%, como parte de un esfuerzo continuo para contrarrestar la inseguridad”, asegura Acled.

Al mismo tiempo que combatía la violencia yihadista, Bazoum había puesto en marcha una batería de iniciativas que incluían la promoción de acuerdos locales de paz entre comunidades, proyectos de desarrollo para las zonas más afectadas por la violencia, negociación con los jefes de katibas de nacionalidad nigerina, programas de reinserción de terroristas y las llamadas caravanas de la paz para convencer a las comunidades de cooperar con las autoridades y dar la espalda a los grupos armados. Esta estrategia había recibido críticas en el interior de Níger, particularmente entre las fuerzas de defensa y seguridad, pero era apreciada tanto por sus socios internacionales como por las colectividades locales.

Rechazo de la Cedeao

Por otra parte, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) ha expresado su rechazo a la propuesta de transición de tres años anunciada el sábado por el general Tchiani, líder de la junta militar de Níger. Este organismo regional considera que las propuestas de los militares son “inaceptables” y constituyen “una cortina de humo”. El comisario de Asuntos Políticos, Paz y Seguridad de la Cedeao, Abdel-Fatau Musah, instó a la junta militar a “liberar a Bazoum sin condiciones previas y restaurar el orden constitucional sin más dilación”, aseguró a Reuters.

Asimismo, tras una semana de intenso debate, el Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana (UA) ha hecho pública su posición respecto a Níger, limitándose a “tomar nota” de la decisión de la Cedeao sobre el despliegue de una fuerza militar en Níger sin expresar su apoyo explícito a dicha medida. Sin embargo, ha manifestado su “solidaridad” con los esfuerzos diplomáticos de esta organización y su apoyo decidido al “restablecimiento pacífico del orden constitucional”. La UA ha suspendido a Níger de todos sus órganos y ha insistido en su rechazo al golpe de Estado, instando también a todo país o fuerza ajena al continente africano de abstenerse de intervenir en la crisis.

Este lunes, la radio pública argelina informó de que el Gobierno de Argelia, país que comparte unos 950 kilómetros de frontera con Níger, ha rechazado una demanda del Gobierno francés de utilizar su espacio aéreo en el marco de una posible intervención militar en Níger. La respuesta del Ejecutivo argelino a la solicitud francesa de sobrevolar su espacio aéreo ha sido “firme e inequívoca”, según Radio Argelia.

Además, Turquía se ha sumado a la lista de países que han expresado su rechazo a una intervención militar, como la propia Argelia o Rusia. Este domingo, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, aseguraba a los medios: “No comparto la decisión de la Cedeao de intervenir militarmente en Níger. Tras dicha decisión, Malí y Burkina Faso han advertido que dicha intervención les impulsaría a entrar en guerra. Una intervención militar en Níger extendería la inestabilidad a numerosos países de África”.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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