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La demanda de ley y orden se impone en Francia tras los disturbios de la ‘banlieue’ y las crisis sociales

La líder de extrema derecha Marine Le Pen se refuerza en los sondeos mientras el presidente Emmanuel Macron prepara el relevo de algunos ministros en el Gobierno

Un manifestante corre en una calle del suburbio parisiense de Nanterre, durante las protestas por la muerte del joven Nahel por un disparo policial, el 30 de junio de 2023. Foto: AURELIEN MORISSARD (AP) | Vídeo: EPV
Marc Bassets

Pasan las crisis y ella sigue reforzándose. Lo logra con una estrategia políticamente minimalista. Sin ruido. Pocas declaraciones y poco estridentes.

Hay una demanda de ley y orden en Francia tras los disturbios en la banlieue, en las barriadas empobrecidas del extrarradio hace tres semanas. Y la primera beneficiada, como sucedió este invierno con la impopular reforma de las pensiones, es la líder de la extrema derecha, Marine Le Pen, según los sondeos. El presidente, Emmanuel Macron, tiene previsto dirigirse esta semana a los franceses para ofrecer su diagnóstico de un país sometido a cíclicas erupciones sociales.

Es la hora del balance tras meses de inestabilidad. Primero las protestas masivas, entre enero y principios de junio, contra el aumento de la edad de jubilación a los 64 años y el accidentado proceso parlamentario para adoptar la reforma. Después, la muerte a finales de junio del joven Nahel por un disparo de la policía en el suburbio parisiense de Nanterre y cuatro noches seguidas de violencia por toda Francia.

Macron ratificó el lunes en el cargo a su primera ministra, Élisabeth Borne, y le ha ordenado preparar algunos cambios en su Gobierno. En el horizonte inmediato: cómo seguir gobernando sin mayoría absoluta. A más largo plazo: la perspectiva de la elección presidencial de 2027 y la posibilidad de que Le Pen, tras perder ya dos veces ante el centrista Macron, sea su sucesora.

Le Pen cree haber hallado la fórmula. Hace un año, cuando en las legislativas el Reagrupamiento Nacional (RN) desembarcó en la Asamblea Nacional con 89 escaños (ahora 88) y se convirtió en el primer partido de oposición, ordenó a los diputados varones que llevasen siempre corbata, símbolo de seriedad. No quería que su partido fuese el de las salidas de tono y los insultos y esperaba así colmar un déficit grave: no se les veía como una candidata ni una formación capaces de tomar las riendas de Francia.

“Desde hace un año hay una estrategia bastante paciente y estructurada de la extrema derecha que consiste en buscar a todo precio la respetabilidad”, declara a EL PAÍS Aurore Bergé, presidenta del grupo macronista Renacimiento, el primero en la Asamblea Nacional. “Nuestra responsabilidad es demostrar cuál es el proyecto político de la extrema derecha y por qué este proyecto político, desde el punto de vista, social, cultural, económico, sería extremadamente negativo para nuestro país”.

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La reacción de Le Pen a la muerte de Nahel y los disturbios son un ejemplo de esta estrategia. Y de sus resultados. Otros políticos de extrema derecha, como el minoritario Éric Zemmour, hablaban de “prolegómenos de guerra civil” ante las imágenes de fuego y destrucción. Los Republicanos (LR), la derecha históricamente moderada y aliada en Europa al PP español, también sacaron la artillería retórica y le exigieron a Macron el estado de excepción, mientras uno de sus dirigentes, Bruno Retailleau, describía así a los responsables de los altercados: “Sin duda son franceses, pero son franceses por su identidad y, desgraciadamente, en la segunda y tercera generación [de descendientes de inmigrantes] hay una especie de regresión hacia los orígenes étnicos”.

Mientras tanto, la líder del RN —partido que desde su fundación hace medio siglo tiene en el rechazo a la inmigración uno de sus pilares y ha afrontado constantes acusaciones de racismo y xenofobia— se abstenía de cargar las tintas más de la cuenta. Defendió a la policía mientras Macron mostraba empatía con el fallecido y su familia, pero redujo su presencia pública aquellos días y, sobre todo, renunció a la retórica más agresiva que sí usaron Zemmour y algunos en LR. El resultado es que, desde hace 15 días, todos los sondeos reflejan que Le Pen se consolida como principal fuerza de oposición.

Al mismo tiempo, la izquierda —dominada por La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Mélenchon, partido hermano del español Podemos— sale tocada de esta crisis. Hay franceses, también de izquierdas, que no entendieron que Mélenchon se negase a llamar a la calma cuando estallaron los disturbios, y centrase todas sus críticas en la violencia de la policía. Que finalmente interviniese para pedir a los violentos que dejasen de destrozar escuelas y bibliotecas, sin mencionar comisarías o comercios, tampoco arregló las cosas.

En un editorial durante los altercados, el diario Le Monde calificó al sector mélenchonista como “una izquierda insurreccional que apuesta por el aumento de la violencia y la instiga para intentar derrumbar el régimen”. Desde el macronismo se les acusa de hacer el juego a la extrema derecha, que aparece como un polo de buenas maneras parlamentarias por contraste con la oposición más ruidosa de esta izquierda.

Vincent Tiberj, sociólogo político y profesor en el instituto de estudios Sciences Po de Burdeos, ve otras causas en el auge de Le Pen y se pregunta: “¿Acaso Marine Le Pen no sale reforzada porque todo el mundo dice que sale reforzada? Cuando la mayoría macronista hace una equivalencia entre la extrema izquierda y la extrema derecha, y considera incluso que la extrema derecha es más republicana que la extrema izquierda, como hizo durante el debate de las pensiones, ¿no refuerza esto a la extrema derecha?”

Entre las cinco personalidades políticas favoritas de los franceses, según el último sondeo del instituto demoscópico Ipsos, figuran hoy tres políticos de extrema derecha: la propia Le Pen; su mano derecha y presidente de su partido, Jordan Bardella; y Marion Maréchal, sobrina de Le Pen y disidente de su partido. Ocupan la segunda, tercera y quinta posición, respectivamente. El primero es, con un 42% de opiniones favorables, el ex primer ministro Édouard Philippe, conservador moderado y presidenciable en 2027 (y el cuarto es el ministro de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire). Respecto al anterior sondeo, publicado en mayo, antes de los disturbios, Le Pen aumenta dos puntos, hasta un 37%; Bardella, cuatro; y Maréchal, tres. Mélenchon, en cambio, recula tres puntos, hasta un 22%. Macron, uno, hasta el 29%.

Los disturbios han dejado huella. Comenta por videoconferencia Brice Teinturier, director general delegado de Ipsos-Francia: “La extrema violencia, la juventud de los participantes, las escenas de saqueos, y el hecho de que una parte de estas personas atacasen bienes públicos, servicios públicos en sus barrios: todo esto dejó al país estupefacto”. Sostiene Bergé, presidenta del grupo macronista en la Asamblea Nacional: “Hay una expectativa de respeto y autoridad en la sociedad, y esto no son valores de extrema derecha, son valores republicanos que nosotros debemos defender”. Y añade: “Desde el momento en que hay un fenómeno de violencias importante (...), evidentemente que la primera respuesta debe ser de orden y firmeza. No para agradar a la extrema derecha, sino para decir a los franceses que el orden se mantiene.”.

¿Todo despejado para la victoria de Le Pen en 2027? La predicción sería precipitada.

“Hay una demanda de orden y autoridad”, constata Teinturier, ante de subrayar que “hay muchos factores que favorecen a Marine Le Pen”. Pero avisa: “No hay que olvidar que uno de cada dos franceses continúan pensando que el RN es peligroso para la democracia y que sigue teniendo en la opinión pública dificultades para ser creíble en todos los temas, aunque es más creíble en inmigración y seguridad, y lo es más que ayer sobre el poder adquisitivo. Además, no se le percibe aún como un partido capaz de alinear equipos de gobierno competentes y de gobernar el país de manera satisfactoria. Así que no todo está decidido”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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