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Voto castigo y voto dignidad contra el ‘statu quo’: así se gestó la sorpresa electoral en Guatemala

Cerca de dos millones de guatemaltecos le plantaron cara a un sistema cooptado por la corrupción. El Movimiento Semilla, de Bernardo Arévalo, y el impulso del voto nulo son claves para entender esta ola de esperanza

Bernardo Arévalo saluda a sus seguidores a la llegada a la Plaza de la Constitución este lunes en Ciudad de Guatemala.
Bernardo Arévalo saluda a sus seguidores a la llegada a la Plaza de la Constitución este lunes en Ciudad de Guatemala.LUIS ACOSTA (AFP)

La celebración de algo improbable. Así ha definido este lunes Bernardo Arévalo, el candidato de centroizquierda que se disputará la presidencia de Guatemala el próximo 20 de agosto con la ex primera dama Sandra Torres, su sorpresivo paso a la segunda vuelta de las elecciones en el país centroamericano. Tras el shock inicial del candidato y los seguidores de su partido de ver cómo el Movimiento Semilla fue, contra todo pronóstico, el segundo más votado, este sociólogo, doctor en Filosofía y Antropología Social de 64 años, decidió volver al lugar donde empezó todo para agradecer a sus seguidores, la mayoría jóvenes.

“La gente no creía que los guatemaltecos podíamos decir ‘ya a la corrupción’. No creían que los guatemaltecos teníamos la determinación de decir ‘basta’ a la élite económica corrupta. No creían que los guatemaltecos teníamos la capacidad de mantener la esperanza y de soñar con un futuro digno, con un futuro justo, con una democracia con justicia social, con una democracia de gente honesta, pero ayer les dimos la sorpresa”, arengó entre ovaciones de sus seguidores en la Plaza de la Constitución, el lugar donde se gestó la primavera ciudadana, las protestas anticorrupción de 2015 que se convirtieron en uno de los gérmenes del Movimiento Semilla.

El ascenso en las urnas de este partido que cuestiona las maneras tradicionales de hacer política es una de las claves para entender el momento de esperanza que vive parte del país tras las elecciones del domingo. Ese día, cerca de dos millones de guatemaltecos salieron de sus casas a votar con la intención de plantarle cara a un sistema cooptado por la corrupción y que en los últimos años ha emprendido una cacería contra voces críticas e incómodas como jueces, fiscales, activistas, defensores de derechos humanos y periodistas. A los cerca de 650.000 ciudadanos que apoyaron al Movimiento Semilla, principalmente en zonas urbanas, en lo que se ha denominado el “voto dignidad”, hay que sumarle los que optaron por el “voto castigo”: las más de 956.000 personas que votaron nulo y las 385.000 que votaron blanco en señal de rechazo a un sistema que no les representa tras una campaña marcada por denuncias de fraude y la exclusión de tres candidatos punteros.

Los postulantes expulsados por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) —Thelma Cabrera, la líder maya del izquierdista Movimiento de Liberación de los Pueblos, Roberto Arzú, del derechista Podemos, y Carlos Pineda, un finquero sin experiencia política previa que se hizo muy popular gracias principalmente a redes como TikTok—, llamaron a sus seguidores a invalidar su voto a modo de protesta y esa opción se convirtió en la más votada por parte de los guatemaltecos: la escogieron el 17,3% de los que fueron a las urnas, frente al 4,1% que prefirieron invalidar su voto en 2019.

“El pueblo nos dio una lección: cómo utilizar los medios democráticos para expresar su rechazo a un sistema que excluyó candidatos y, al mismo tiempo, abrir una nueva oportunidad de cambio para Guatemala”, dice el politólogo Ricardo Sáenz, que es afiliado del Movimiento Semilla, un partido progresista que obtuvo casi el 12% de las preferencias de quienes salieron a votar. Con su voto al partido que tiene como logo un brote verde, la gente está diciendo: “Tenemos dignidad y vamos a defenderla”, apunta Irma Alicia Velásquez, una periodista y antropóloga maya-quiché que estuvo en el grupo fundador el movimiento.

El germen del Movimiento Semilla

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Velásquez aparece en una foto con una gorra rosa y un huipil sujetando un cartel con varios compañeros en el que se puede leer “Grupo Semilla”. La imagen, que fue tomada durante las protestas de 2015 cuando los guatemaltecos estaban ilusionados por la lucha emprendida por la Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICIG) de Naciones Unidas, se ha movido en redes estos días en recuerdo a aquellos días en los que soñaron con que era posible combatir la corrupción que en Guatemala todo lo corroe.

Esos días son claves para la formación del Movimiento Semilla, aunque como partido no se gestó hasta dos años después, entre 2017 y 2018, como una fuerza impulsada por intelectuales y jóvenes profesionales indignados con las formas tradicionales de hacer política. Pero para encontrar el germen del colectivo hay que irse todavía más atrás —20 años, concretamente— a las charlas entre dos intelectuales, el sociólogo y profesor Edelberto Torres Rivas y el economista Juan Alberto Fuentes Knight, según explica Velasquez. En 2003, ambos convocaron “a la izquierda pensante y democrática dispuesta a transformar el país”.

El grupo creció de forma orgánica para formular un análisis crítico y propositivo, recuerda la antropóloga originaria de Quetzaltenango. En 2015, luego de participar en las marchas, “decidimos que para mover las grandes iniquidades de raza, de clase y de género había que entrar a la institucionalidad”, apunta. Aunque el movimiento surge en la capital y entre sectores privilegiados con acceso a la educación, Velásquez asegura que el grupo era consciente de que debían aportar a un país donde el 60% de la población vive bajo el umbral de la pobreza.

El salto a la política vino después y se aceleró con la represión estatal a las protestas de 2020, cuando el grupo fue consciente de que tenía que buscar nuevas vías de expresión del hartazgo, como sucedió el domingo en las urnas. “Con su voto, la gente le está diciendo ‘basta’ al fracasado Gobierno de Jimmy Morales y al represivo de Alejandro Giammattei, a la corrupción, pero sobre todo es una respuesta al Cacif [Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras]: su tiempo está llegando a su fin”, dice en entrevista con EL PAÍS. Con esto se refiere a lo que los guatemaltecos llaman el “pacto de corruptos”, la alianza informal de políticos, élites burocráticas y empresarios que se protegen entre sí para mantener el poder.

En las elecciones de 2019, Semilla logró siete diputados, pero dos de los integrantes de esa bancada abandonaron el partido. Los que quedaron entonces fueron el ahora candidato a la presidencia Bernardo Arévalo, Samuel Pérez, Lucrecia Hernández Mack, Román Castellanos y Ligia Hernández. Con cinco votos y su convicción de no establecer alianzas con políticos cuestionados por corrupción, Semilla no ha tenido un gran impacto en las decisiones de un Congreso donde las leyes se aprueban con 81 votos.

Pero su postura de oposición y su estrategia de exponer irregularidades, fiscalizar y plantear posturas en momentos coyunturales se hizo eco en las redes sociales, como cuando durante la sesión solemne por el Bicentenario de la Independencia alzaron carteles para pedir la renuncia del presidente Giammattei. Tras las elecciones de este domingo, el panorama en el Congreso cambiará considerablemente para el bloque. Según datos preliminares, tendrán 24 representantes en un legislativo que estará controlado por 40 diputados del partido oficialista Vamos, seguidos por los 27 de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) de Sandra Torres.

Otras formas de hacer política

Durante la campaña, Semilla también ha mostrado una nueva forma de hacer política. Sus actos han sido principalmente digitales y su recaudación de fondos ha sido tan creativa como irreverente: vendieron paquetes de café que les donó uno de sus candidatos, organizaron cenas de pizza y cerveza, crearon un pódcast callejero y proyectaron mensajes como “que decida el pueblo, no el Cacif” en la fachada de la Cámara de Industria de Guatemala.

La congresista electa de Semilla Elena Motta celebra este lunes el paso a la segunda vuelta en la Plaza de la Constitución.
La congresista electa de Semilla Elena Motta celebra este lunes el paso a la segunda vuelta en la Plaza de la Constitución.Moises Castillo (Associated Press/LaPresse)

“Teníamos poco dinero y dijimos: ‘Bueno, vamos a comprar tela y pinturas en Dollarcity”, le cuenta a EL PAÍS la diputada electa por Semilla, Andrea Reyes, una abogada de 32 años que estudió en la universidad privada Rafael Landívar. Con esos materiales, confeccionaron varias mantas que colgaron en las pasarelas de la ciudad, que se distinguían entre las vallas vinílicas de los otros partidos.

Reyes se considera una hija de la Plaza donde surgieron las manifestaciones de 2015. En una de esas tardes de masivas concentraciones frente al Palacio de Gobierno, conoció a Samuel Pérez Álvarez, otros estudiantes de la Landívar y una de las figuras que más tarde fundó Semilla. Pérez, que hoy tiene 31 años, es diputado desde 2019 y logró su reelección para un nuevo periodo. Como nueva congresista, Reyes se propone incidir para cambiar las condiciones de un país en el que, durante la pandemia, se dejó morir a miles de personas como su papá por la falta de atención adecuada. “Se robaron hasta los colchones donde la gente iba a morir”, cuenta.

Los retos para la segunda vuelta

Para Irma Alicia Velásquez, el avance de Semilla es una muestra de que la juventud está cansada de tener que migrar para progresar. Frente a ello, muchos han elegido la participación política. Entre los retos que tendrá el partido de cara a la segunda vuelta del 20 de agosto, está llegar a las zonas rurales, donde la candidata de la UNE, Sandra Torres, tiene fuertes apoyos, en parte porque la población todavía recuerda las ayudas que entregó como primera dama en zonas tradicionalmente abandonadas por el Estado.

“Sandra Torres montó entre el 2008 y el 2012 el Consejo de Cohesión Social y se lanzó a implementar políticas públicas que no se pueden negar. Sí llegaron a la gente las transferencias condicionadas en el corto período, que funcionaron bien, las escuelas abiertas y programas de distribución de alimentos que tuvieron un efecto positivo, sobre todo en localidades rurales en extrema pobreza”, indica el politólogo Ricardo Sáenz. “Pero eso fue hace más de diez años. Desde entonces, Torres ha hecho lo necesario para mantener el control de su partido”, añade.

Otro de los retos, según Sáenz, es que a Arévalo no le tocará enfrentarse solo a Torres, sino a otros poderes que la apoyarán por ser considerada la candidata que mantenga el statu quo. “Es altamente probable que estas estructuras de Vamos [el partido oficialista], de los recursos públicos y de todos los interesados en preservar la impunidad y la corrupción se alíen para apoyar a Torres frente a este voto de la dignidad en favor de que de Bernardo Arévalo”, apunta. Y advierte de posibles riesgos de criminalización a Semilla, como se vio en la primera vuelta con candidatos que iban punteros.

Como puntos fuertes del Movimiento Semilla, Sáenz destaca el contacto directo con los ciudadanos durante la campaña, así como el uso de las de las redes sociales y la frescura de una candidatura joven. Y, aunque lo plantea como una lucha entre David y Goliat por los recursos de los que dispone cada partido, el politólogo es optimista con las opciones de Semilla: “Creo que están en condiciones de cambiar el rumbo de la historia de Guatemala”.

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