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La misión de paz africana viaja a Ucrania y Rusia para intentar impulsar una salida a la guerra

Una delegación encabezada por el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa y el senegalés Macky Sall se reúne este viernes con Zelenski en Kiev y el sábado con Putin en San Petersburgo

José Naranjo
El presidente ruso Vladimir Putin habla con el presidente de senegalés Macky Sall
El presidente senegalés, Macky Sall, y el líder ruso, Vladímir Putin, durante un encuentro mantenido en Sochi el 3 de junio de 2022.Mikhail Klimentyev (AP)

La misión de paz liderada por representantes de seis países africanos e impulsada por la Fundación Brazzaville para tratar de acabar con la guerra en Ucrania inicia su camino. La primera cita será este viernes en Kiev y se plasmará en una reunión con el líder ucranio, Volodímir Zelenski, mientras que el sábado tendrá lugar el encuentro con el presidente ruso, Vladímir Putin, en San Petersburgo. Aunque nace rodeada de un cierto escepticismo, las potencias mundiales celebran la iniciativa. Frente a intentos recientes como el de China, que tiene una posición algo escorada hacia Moscú, África pretende poner sobre la mesa una posición más neutral ante el conflicto.

La iniciativa, bautizada como Camino hacia la Paz, está integrada por cuatro jefes de Estado: Azali Assoumani (Comoras), actual presidente de la Unión Africana (UA); Cyril Ramaphosa (Sudáfrica); Macky Sall (Senegal) y Hakainde Hichilema (Zambia), así como el primer ministro egipcio, Mustafá Mabduli, y el ministro de Exteriores de Uganda en representación del presidente Yoweri Museveni, enfermo de covid-19. El gran ausente será Denis Sassou-Nguesso (República del Congo), que se ha desmarcado de la iniciativa a última hora. Los líderes han sido escogidos en función de equilibrios regionales, su peso político y las relaciones con ambos contendientes. Junto a ellos estará el presidente de la Fundación Brazzaville, el empresario francés Jean-Yves Ollivier.

La delegación tenía previsto partir este jueves por la noche en tren desde Polonia hacia Kiev. Tras visitar la ciudad de Bucha, donde se produjo una de las peores matanzas de civiles del conflicto, tendrá lugar el encuentro con Zelenski y una ceremonia oficial de acogida que concluirá con una rueda de prensa conjunta. Ya por la noche, los africanos parten hacia San Petersburgo, donde el sábado serán recibidos por Putin. Uno de los temas que estará sobre la mesa y que es central para los países africanos es la prolongación del acuerdo de exportación de cereales ucranios a través del mar Negro, que se cerró en 2022 y ha sido prorrogado, pero expira el próximo julio.

La misión fue dada a conocer por el presidente Ramaphosa el pasado 16 de mayo y en los últimos días se han acelerado los contactos a múltiples bandas. El propio líder sudafricano obtuvo la confirmación telefónica de que tanto Putin como Zelenski aceptaban la iniciativa de paz e informó de ello al secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, y al presidente chino, Xi Jinping, quienes le mostraron su respaldo. Sudáfrica mantiene estrechos vínculos con Rusia que hacen chirriar los dientes a las cancillerías occidentales. Hace un mes, el embajador estadounidense en Pretoria denunció la presunta venta de armas a Moscú, aunque posteriormente dio marcha atrás. Sudáfrica anunció la apertura de una investigación.

El otro peso pesado de esta misión es el senegalés Macky Sall, quien, como presidente de turno de la UA en 2022, lideró las negociaciones para desbloquear la salida de los cereales ucranios y fertilizantes rusos, de los que África es muy dependiente. Pese a las graves protestas que han alterado la habitual estabilidad en su país a principio de junio, Sall se ha mostrado muy activo en los preparativos de esta negociación: la semana pasada mantuvo un encuentro virtual con el presidente francés, Emmanuel Macron, quien le trasladó la posición francesa y europea sobre el conflicto. Tanto Senegal como Sudáfrica se abstuvieron en la votación de condena a la invasión de Ucrania en la ONU.

Sin embargo, el auténtico alma mater de la iniciativa es el citado empresario Jean-Yves Ollivier, presidente de la Fundación Brazzaville, quien desde hace seis meses está moviendo todos los hilos para hacer posible la misión de paz. De 78 años y nacido en la Argelia entonces francesa, cimentó su fortuna en la exportación de materias primas africanas y en las empresas vinculadas al carbón y el petróleo. Consejero en la sombra del expresidente francés Jacques Chirac en los años ochenta, utilizó su impresionante red de contactos en el continente para desarrollar numerosas actividades de diplomacia paralela en Angola, Congo, Namibia o Sudáfrica, donde, por ejemplo, desempeñó un papel destacado en la liberación de Nelson Mandela y el final del apartheid.

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La Fundación Brazzaville se presenta como una organización de la sociedad civil dedicada a “promocionar y apoyar iniciativas africanas para darles un impacto concreto y sostenible”. Sus actividades se enfocan hacia la mediación en conflictos y el buen gobierno, pero también incluyen, por ejemplo, la protección de elefantes en el valle del río Congo o la lucha contra los medicamentos falsos.

África es un continente especialmente afectado por la guerra en Ucrania. Cuando la economía comenzaba a recuperarse del impacto de la covid-19, el estallido de este conflicto incidió aún más en la subida de precios de los alimentos y de la energía. Según Naciones Unidas, en casi la mitad de los países africanos la inflación ha superado los dos dígitos, siete están en suspensión de pagos de su deuda y otros 14 están en alto riesgo. Las perturbaciones en el suministro de cereales y fertilizantes procedentes de Ucrania, la subida de precios y las trabas comerciales derivadas de las sanciones a Rusia, importante socio para África, han provocado el aumento de la inseguridad alimentaria y el hambre, pero también es el telón de fondo de violentas protestas en países tradicionalmente estables como Ghana o Senegal.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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