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Los liberales alemanes, el socio menor de la coalición de gobierno que juega a la contra para sobrevivir

El FDP de Christian Lindner tensa el tripartito encabezado por Scholz al tratar de marcar perfil propio en temas clave como los motores de combustión o las nucleares

El líder de los liberales alemanes (FDP), Christian Lindner, junto a la covicepresidenta del partido, Nicola Beer, durante el congreso ordinario de la formación, este fin de semana en Berlín.
El líder de los liberales alemanes (FDP), Christian Lindner, junto a la covicepresidenta del partido, Nicola Beer, durante el congreso ordinario de la formación, este fin de semana en Berlín.CLEMENS BILAN (EFE)
Elena G. Sevillano

Hay días en que la actualidad informativa en Berlín alcanza un grado extra de confusión. Escuchando a los distintos partidos, no es raro preguntarse si la oposición más dura al canciller Olaf Scholz la ejercen los democristianos de la CDU o los liberales del FDP. En ambos casos, se trata de fuerzas conservadoras que critican las políticas de un socialdemócrata, pero se da la circunstancia de que los liberales forman parte de la coalición tripartita de gobierno, junto con Los Verdes. Lo que en un principio parecía un sano contrapeso ha derivado con los meses —y con los raquíticos resultados de los liberales en las sucesivas elecciones regionales— en una oposición interna que se exhibe constantemente en público. La tensión es incesante, y afecta a asuntos clave para el futuro de Alemania, como la descarbonización y la política energética.

Entre los choques más recientes destaca la defensa de última hora de los motores de combustión en Bruselas y el intento de evitar el apagón nuclear, en el que siguen insistiendo pese a que los últimos tres reactores se desconectaron de la red el pasado día 15. Su postura respecto a la reforma de las reglas fiscales de la UE y los problemas para acordar el próximo presupuesto alemán añaden gasolina al fuego.

El FDP, que se define como un partido defensor de la innovación y de la “libertad”, conocido por ponerse del lado de las empresas, obtuvo un buen resultado (11,5%) en las últimas elecciones federales, celebradas en septiembre de 2021. Pero su aura se ha resentido desde que en diciembre de ese año entraron como el socio más pequeño a un tripartito liderado por Scholz. Gobernar en coalición con dos partidos de centro-izquierda obligó a su líder, Christian Lindner, a abandonar las estrictas políticas fiscales que había enarbolado durante la campaña.

Desde entonces no se ha llevado más que disgustos en las urnas. Ha perdido apoyos en las cinco elecciones regionales celebradas. En tres de ellas, en el Sarre, Baja Sajonia y la repetición electoral en Berlín, los liberales directamente se han quedado fuera de los parlamentos regionales al no superar la barrera del 5% de los votos. En las otras dos, Schleswig-Holstein (6,4%) y Renania del Norte-Westfalia (5,9%) sus resultados han sido muy decepcionantes.

Ante ese panorama, Lindner se ha propuesto marcar perfil propio y desvincularse de sus socios, a los que acusa de manirrotos mientras defiende con vehemencia el célebre schuldenbremse, literalmente freno a la deuda, consagrado en la Constitución. Los conflictos en materia de finanzas y fiscalidad afloran a diario, especialmente ahora que se está negociando el próximo presupuesto federal. El FDP apuesta por un endeudamiento público muy limitado y descarta categóricamente subir los impuestos, mientras el SPD y Los Verdes están a favor, especialmente si los gravámenes afectan a los ricos.

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En las últimas semanas, el conflicto se ha recrudecido a la vista de la correspondencia entre el ministro de Economía y Clima, Robert Habeck (verdes), y el ministro de Hacienda, el liberal Lindner. El contenido y, sobre todo, el tono, de esas cartas, demasiado formales para dirigirse entre compañeros de Gabinete, indican que las desavenencias son muy profundas.

Para Lindner, un economista de 44 años conocido por poseer un Porsche con el que se deja fotografiar a menudo, no había mejor causa por la que hacer bandera que el motor de combustión, símbolo de la inventiva y la prosperidad alemanas. El FDP, que también se opone a imponer un límite de velocidad en las autopistas del país, ha visto en la defensa del vehículo tradicional una buena forma de recuperar su base liberal de votantes. Eliminar los coches que emiten CO₂ obligaría a la industria automovilística alemana, que emplea a cerca de un millón de personas, a recurrir a las baterías, un campo de innovación en el que va muy por detrás de sus competidores asiáticos.

Plante ante la UE

Fueron los liberales quienes pusieron contra las cuerdas el mes pasado a la UE al bloquear la votación para prohibir los coches con motores de combustión a partir de 2035, a menos que se incluyera una excepción para los llamados combustibles sintéticos o e-fuels. Pero el canciller Scholz les apoyó al permitir que pusieran en peligro una negociación de dos años a la que Berlín ya había dado su visto bueno y que solo estaba pendiente de ratificación. La reputación de Alemania en Bruselas ha quedado muy dañada por este episodio, ejemplo de manual de la irresistible tentación de muchos políticos de anotarse puntos en casa plantando cara a la UE o fingiendo que lo hacen.

Este capítulo demuestra, según Los Verdes, que Scholz tiende a rendirse ante las demandas del socio más pequeño y conflictivo de la coalición. Ellos, que consintieron una prórroga de tres meses y medio del funcionamiento de las últimas centrales nucleares, ven ahora cómo los liberales vuelven a la carga con la energía atómica. Este mismo fin de semana, el congreso que ha reelegido a Lindner como presidente del FDP ha votado a favor de una moción que pide mantener en reserva los tres reactores. En el congreso se ha apuntado también a la siguiente disputa con Los Verdes: otra resolución exige cambios a un proyecto de ley ya aprobado en el Consejo de Ministros para prohibir la instalación de nuevas calderas de gas y gasoil a partir de 2024.

Los liberales quitan hierro a la confrontación en el seno del Gobierno y defienden que no es más que un signo de los nuevos tiempos políticos. “La coalición ha demostrado varias veces que puede discutir duramente sobre algo y al final llegar a buenos acuerdos”, aseguró Johannes Vogel, covicepresidente federal del FDP, esta semana en un encuentro con corresponsales extranjeros. “Tenemos que adaptar la cultura política al nuevo sistema de partidos. Las diferencias de opinión se hacen claramente visibles por primera vez. Pero no todo debate es una disputa. Eso viene de una concepción vieja de la política en la que todo se soluciona entre bastidores y de cara al exterior solo se muestra una posición unificada. Eso no encaja en la nueva era”, subrayó.

La estrategia de ir a la contra de los otros dos socios de coalición va para largo. En el FDP nadie se plantea abandonar el Gobierno y arriesgarse a caer en la intrascendencia. El trauma de 2013, cuando el partido no consiguió el mínimo del 5% de votos para entrar en el Parlamento, está demasiado reciente. Y el liderazgo de Lindner es incuestionable, como se ha vuelto a comprobar en el congreso de este fin de semana en Berlín. Obtuvo el 88% de los votos y ningún otro candidato le hace sombra.

Aunque tímidamente, las encuestas muestran un repunte reciente en la valoración de los liberales. La intención de voto ha subido un punto en abril, hasta el 7%, respecto a marzo, según el sondeo de la televisión pública ARD. Y también Lindner como líder político mejora hasta el 33% de aceptación, aunque por debajo del canciller y los ministros verdes Habeck y Annalena Baerbock, responsable de Exteriores.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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