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Meloni tropieza con sus socios europeos a causa de la inmigración

La estrategia de la primera ministra de Italia en la Unión Europea, tras su enfrentamiento con Macron por la acogida de inmigrantes, contrasta con sus encuentros con Biden y Xi Jinping

Macron y Meloni charlan en la azotea de un hotel de Roma el 23 de octubre, un día después de ser nombrada primera ministra de Italia.Foto: @EmmanuelMacron | Vídeo: EPV
Daniel Verdú

Una de las principales reglas de la diplomacia consistiría en evitar poner en aprietos domésticos a otro país en medio de una disputa internacional. La pelea no debería afectar a los líos internos, especialmente de carácter electoral, que cada cual tenga dentro de sus fronteras. El neonato gobierno de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, sin embargo, no tuvo en cuenta ese elemento cuando la semana pasada, sin que hubiese habido ninguna comunicación oficial del Elíseo, agradeció al Ejecutivo de Francia que supuestamente fuera a acoger uno de los barcos de las ONG con centenares de migrantes a bordo que Italia se negaba a dejar desembarcar. Roma, de este modo, se sacudía la presión de varios días, mandándola directamente a París y desencadenando una tormenta entre ambos países en la que incluso tuvo que intervenir el presidente de la República de Italia, Sergio Mattarella. La distancia creada, parecida a la brecha abierta con Alemania unos días antes por el mismo motivo y a la que no se puso remedio en el encuentro del G-20 en Bali, enrarece el clima entre el Gobierno italiano y sus principales socios europeos.

Italia y Francia habían recompuesto su relación después de un convulso periodo con los gobiernos populistas de la Liga y el Movimiento 5 Estrellas. Pero varios capítulos reventaron la sintonía entre ambos países: dos episodios fueron especialmente dañinos. Primero se produjo el extravagante viaje de Luigi Di Maio, entonces vicepresidente del Ejecutivo, para encontrarse con un grupo de chalecos amarillos en un momento en que organizaban las protestas callejeras contra Macron. Luego, la tensión creció agravada con Matteo Salvini, también vicepresidente y ministro del Interior, a cuenta de la inmigración y el cierre de fronteras entre ambos países. Tras un tiempo de ruptura total, el presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, contribuyó a un acercamiento bajo el periodo de Mario Draghi como primer ministro y se firmó el conocido como Tratado del Quirinal. Un acuerdo de colaboración privilegiada que ponía fin a años de malentendidos y suspicacias. Debía ser el inicio de una nueva era. Pero ha durado apenas un año.

El politólogo Roberto D’Alimonte cree que Meloni cometió un error de estrategia diplomática la semana pasada anunciando que Francia acogería el barco de la ONG Ocean Viking. “Quizá la reacción de Francia fue exagerada, pero el modo en que lo hizo no fue el correcto. Meloni no tuvo en cuenta que Macron tiene el mismo debate con sus electores por el tema de la inmigración. Y, además, tiene un problema con ella: Meloni recuerda poderosamente a Marine Le Pen, incluso físicamente. Y a él le molesta y le perjudica internamente aparecer como un líder débil ante ella”, apunta. Para D’Alimonte, además, el Ejecutivo italiano está exagerando las posiciones antiinmigración para compensar el inmovilismo en otras áreas. “Tienen que dar una impresión a sus electores de que van a hacer algo más que Draghi en esta particular lucha. En los temas económicos no podrán y no querrán hacer mucho. Por eso veo mucha retórica y política simbólica en el tema de la inmigración y las vacunas. Pero en lo que cuenta, como la economía, el acercamiento es muy realista y pragmático”. Tanto, que la próxima ley de presupuestos no contendrá prácticamente ninguna de las promesas de la coalición de derechas en campaña.

Meloni, que tiene un 51% de apoyo interno en el tema de la inmigración, prometió no tocar una coma de la política internacional de Draghi, pero ha alterado el esquema de alianzas en un solo mes. El entusiasmo con el que el gobernador del BCE recuperó la sintonía con el eje franco-alemán (quedó plasmada en la foto en un vagón de tren rumbo a Kiev el pasado junio con el canciller Olaf Scholz y Macron) contrasta ahora con el silencio diplomático que reina entre Roma y las dos principales potencias de la zona euro. Además, el acercamiento con España, cultivado por los gobiernos de Giuseppe Conte, ha quedado también diluido con la llegada de Meloni. La semana pasada, de hecho, España evitó firmar la declaración de los países del mediterráneo promovida por Italia (también estaban Grecia, Chipre y Malta) contra la política migratoria de la Unión Europea. Una ausencia que resalta todavía más la posición fuera de foco en la que se encuentra ahora mismo Meloni en Europa. “El peligro de estos movimientos”, señalan fuentes diplomáticas, “es que la presidenta encuentre una justificación perfecta para acercarse a los países de Visegrado [alianza política creada en 1991 e integrada por Polonia, Hungría, Eslovaquia y la República Checa]”. Otra fuente, en cambio, es menos pesimista “Francia e Italia no pueden vivir de espaldas y la relación se recompondrá más pronto que tarde”.

La pregunta, precisamente, es si la tensión con París y el alejamiento de los otros dos socios se debe a una estrategia de confrontación para satisfacer a determinado electorado o si fue un error de cálculo fruto de la inexperiencia. El europarlamentario Sandro Gozi (elegido en Francia por el grupo Renew, al que pertenece el partido de Macron), que fue ministro de Asuntos Europeos en el Gobierno de Matteo Renzi y conoce perfectamente la política francesa, cree que “es una falta de profesionalidad y experiencia absoluta”. “Francia ha perdido la confianza en Italia. No tiene ningún sentido hacerlo así. Macron estuvo en Roma, justo al día siguiente de la investidura de Meloni, e hizo todo lo posible para verla y tender un puente a las relaciones, alabando enormemente al país”, apunta. Para Gozi no hay duda de que “Italia se ha aislado con los últimos movimientos, y más viendo lo que ha hecho España [en referencia a la negativa a firmar la declaración con el resto de países mediterráneos]”.

Meloni, sin embargo, ha compensado esos supuestos errores con una agenda bien construida en el último G-20 de Bali. La primera ministra de Italia se ha visto en reuniones bilaterales con el presidente de EE UU, Joe Biden; con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan; y con el presidente de la República Popular China, Xi Jinping. Tres encuentros clave para marcar el diseño de alianzas de Italia y enfocar su política de seguridad y comercial con el exterior. “Es cierto que las reuniones fueron exitosas. Pero también es verdad que forman parte de la actividad diplomática normal de un país como Italia, miembro de pleno derecho del G-7″, apuntan las mismas fuentes diplomáticas.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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