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Dos mujeres trans serán diputadas pioneras en un Congreso más bolsonarista que nunca

Las brasileñas Duda Salabert y Erika Hilton tendrán un escaño en una Cámara de Diputados más conservadora que hace cuatro años y donde la presencia femenina es una rareza

Erika Hilton, en el Ayuntamiento de São Paulo, en noviembre de 2020.Foto: Nelson Almeida (AFP)

El domingo, Duda Salabert salió de su casa en Belo Horizonte, capital del Estado brasileño de Minas Gerais, y se fue a votar enfundada en un chaleco antibalas. Pocas horas después, un aluvión de votos la convertía en diputada federal. Desde São Paulo, Erika Hilton vivió algo parecido. Las dos tienen en común que serán las primeras mujeres transexuales elegidas diputadas federales en la historia de Brasil. Serán la línea de frente del colectivo trans en un ambiente hostil: el Congreso Nacional que salió de las urnas será más bolsonarista que nunca.

Serán pioneras, pero ninguna de las dos es una recién llegada a la política. Las dos fueron las concejalas más votadas en sus respectivas ciudades hace dos años, y acumulan años de militancia a sus espaldas. Salabert compaginaba su trabajo como concejala con el de profesora de portugués en uno de los mejores colegios de su ciudad. Perdió el trabajo el año pasado, según su versión, por la presión de los padres y por las continuas amenazas que recibía y sigue recibiendo. Su trayectoria en la política, no obstante, ha estado marcada por una mirada que va más allá de la urgente lucha contra la transfobia que normalmente suele ser la bandera de estas candidatas.

Salabert, que en sus redes sociales igual habla de política que de recetas de comida vegana, tiene el cuidado del medio ambiente entre sus principales preocupaciones. Cuando fue elegida concejala prometió plantar 37.000 árboles, uno por cada voto recibido, y en estas elecciones ha presumido de hacer la primera campaña “cero basura” de la historia, sin usar panfletos, banderas, o pegatinas. Entre sus propuestas está reducir el uso de pesticidas o diversificar la economía de las pequeñas ciudades que son muy dependientes de la actividad minera, algo muy común en su Estado. A pesar de esa mirada amplia en su agenda, las amenazas de muerte que recibe tienen que ver sobre todo con su condición de mujer trans.

La historia de Hilton, que es negra, también está marcada por la discriminación. Se crio en una familia conservadora que la expulsó de casa al no asumir su transexualidad, y con apenas 14 años empezó a prostituirse en la calle. Consiguió desafiar las estadísticas y gracias al movimiento estudiantil en la universidad y a su lucha para que las empresas privadas respeten el nombre social de las personas trans, llamó la atención del PSOL, un partido a la izquierda del Partido de los Trabajadores de Lula da Silva que la invitó a integrar sus filas. Aunque su base electoral es el nicho LGBTQIA+, para intentar salir de la burbuja en esta campaña se esforzó en subrayar que la izquierda no puede ver al votante religioso como una amenaza y, que tiene que entender el papel de muchas iglesias en las comunidades más desfavorecidas. Participó en actos con un pastor evangélico progresista, Henrique Vieira, que también fue elegido diputado.

Tanto Salabert como Hilton son unas supervivientes en el país que más mata a personas LGTBIQIA+ en el mundo. El colectivo trans se lleva la peor parte; el año pasado perdieron la vida de forma violenta 140 personas, según la Asociación Nacional de Travestis y Transexuales (Antra). Entrar en política en un contexto tan difícil, y con el bolsonarismo como telón de fondo, es casi una odisea, como explica el recién estrenado documental Corpolítica, de Pedro Henrique França, que tiene en Hilton a una de las protagonistas.

La conquista de estas dos nuevas diputadas no ha ido a lomos de un avance en la representación de las mujeres en el Congreso, que apenas ha avanzado tres puntos y mantiene a Brasil en las peores posiciones del ránking mundial de presencia femenina en el poder legislativo. A partir de 2023, Hilton y Salabert trabajarán en un ambiente que seguirá siendo eminentemente masculino, blanco, cisgénero y heterosexual. Su llegada a Brasilia fue una de las pocas alegrías de la izquierda en la noche electoral, igual que la elección de dos diputadas indígenas activistas (Sônia Guajajara y Célia Xakriabá).

Son pequeñas excepciones a la regla. La mayoría del Parlamento brasileño estará en manos de los partidos de la derecha, con un notable ascenso de los diputados más ultraconservadores, muchos de ellos evangélicos defensores de la llamada “familia tradicional”. Tres días antes de ser elegida diputada, Salabert dejaba en sus redes un mensaje en el que se podía intuir el vértigo ante el inminente salto a la política nacional. “Intento no naturalizar los coches blindados, los chalecos antibalas y el simple hecho de ya no poder ir sola a la panadería. Me pregunto, ¿hasta cuándo? ¿Será que falta poco para superar esta fase o es solo el inicio?”.

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