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El poder en la sombra del Congreso de Brasil mantendrá su influencia cuatro años más

Pese a sus críticas a “la vieja política”, Bolsonaro también se ha rendido al poder del “centrão”, un grupo heterogéneo de legisladores sin ideología definida que maneja los hilos en el Parlamento

presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira (con barbjio) y el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro
El presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira (con barbjio) y el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, dan una rueda de prensa en el Congreso nacional en Brasilia, en febrero de 2021.ADRIANO MACHADO (Reuters)
Río de Janeiro -

El color gris predomina en los trajes y en las cabezas. A pesar de que la diversidad y la juventud mandan en la demografía de Brasil, la gran mayoría de sus parlamentarios son hombres blancos de avanzada edad que llevan años encadenando un mandato tras otro. Espectadores del duelo Lula-Bolsonaro, muchos de ellos tienen la seguridad de que continuarán bajo las cúpulas que diseñó Oscar Niemeyer en Brasilia cuatro años más, pase lo que pase. Si tal como vaticinan las encuestas Lula se convierte en el próximo presidente de Brasil, tendrá que lidiar con un Congreso Nacional posiblemente tan conservador como el actual.

La ola bolsonarista que arrasó en 2018 parió el Congreso Nacional más conservador de la historia. Bolsonaro llegó al poder sin un partido fuerte detrás, pero confió en gobernar con apoyo de las bancadas ‘BBB’ acrónimo de ‘Buey, Bala y Biblia’. Así se denominan en Brasil a los parlamentarios agrupados en bancadas temáticas que defienden, respectivamente, los intereses del todopoderoso sector agrícola y ganadero, los agentes de seguridad y los religiosos, sobre todo evangélicos: un combo ultraconservador que siempre existió —y que frenó los intentos de políticas más progresistas en los años del PT en el poder— pero que salió reforzado y ha sido el pilar más sólido en el que Bolsonaro se ha apoyado en estos años.

A medio mandato, criticado por su desastrosa gestión de la pandemia, con la popularidad en caída libre y con las peticiones de impeachment acumulándose sobre la mesa, Bolsonaro entendió que no podía gobernar apenas de la mano de su base más fiel y forjó una alianza con el centrão. Así es como se denomina al conjunto de partidos que, sin ninguna ideología definida, apoyan al Gobierno de turno a cambio de dinero y cuotas de poder, lo que en ambientes menos refinados se llamaría extorsión. Desde la caída de Dilma Rousseff en 2016 su poder ha ido creciendo. Cuanto más débil es el presidente, más rehén de los chantajes del centrão. En esa alianza ha sido clave el presidente de la Cámara, Arthur Lira, que guardó en un cajón todas las peticiones de destitución presentadas por la oposición contra Bolsonaro y garantizó al presidente cierta tranquilidad política.

Este auténtico poder en la sombra, que Bolsonaro denostaba como la “vieja política” antes de lanzarse a sus brazos para no naufragar, tiene todas las papeletas para sobrevivir cuatro años más, a pesar de las esforzadas iniciativas para llenar el Congreso Nacional de negros, mujeres o indígenas, que parten, sobre todo, de partidos a la izquierda del PT, como el PSOL.

Una batalla entre miles de candidatos

Brasil funciona con listas abiertas, y cada campaña es una encarnizada batalla entre miles de candidatos. Este año serán 10.629. En la Cámara de Diputados hay 513 escaños. Los novatos lo tendrán muy difícil, ya que 448 intentarán seguir en su sitio. Esa gran mayoría, donde predominan los diputados conservadores, lo tiene todo a favor para revalidar el mandato, como explica al teléfono Edson Sardinha, jefe de refacción de Congresso em Foco, un medio especializado en información política.

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“Hay un número absurdo de candidatos a diputados, pero los que tienen opciones de verdad son muy pocos. Los recursos para hacer campaña están concentrados en los candidatos que disputan la reelección. La renovación será muy baja porque quien tiene el dinero para hacer campaña es quien ya es conocido”, señala. Los partidos destinan sus fondos a sus caras más competitivas, y este año hay más recursos que nunca, una montaña de dinero: 4.900 millones de reales (923 millones de euros) de dinero público, casi el triple que en las últimas elecciones. Cambios en las leyes electorales también favorecen a los congresistas que ya están en Brasilia, así como el presupuesto paralelo, una especie de compra de votos legalizada puesta en marcha durante el Gobierno de Bolsonaro que también acaba hinchando de recursos a los parlamentarios veteranos.

Sardinha recuerda que la mayoría de analistas políticos pronostican que de las urnas del 2 de octubre saldrá una Cámara de Diputados de centro-derecha. Un eventual triunfo de Lula no significa necesariamente que el giro a la izquierda se traslade también a los codiciados asientos de Brasilia. Millones de brasileños votarán a Lula para presidente, pero como diputado elegirán al político de toda la vida que desde la capital lucha para que se asfalte la carretera de su Estado o se construya un hospital. No necesariamente será un político progresista. En general, es un voto bastante aleatorio.

A lo largo de la campaña, Lula ha reforzado la importancia de elegir a parlamentarios de izquierdas para garantizar que pueda gobernar con tranquilidad y sin depender excesivamente del temido centrão. Está por ver si los brasileños seguirán sus consejos. Hace unos días, una encuesta de Datafolha revelaba que el 70% de los electores aún no había elegido a su candidato para diputado. Un porcentaje similar de electores confiesa que no recuerda a qué diputado votó en las elecciones de hace cuatro años.

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