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Janja da Silva y Michelle Bolsonaro, dos primeras damas antagónicas para Brasil

Las esposas de los candidatos a la Presidencia participan activamente en la campaña electoral para ayudar a atraer el voto femenino

Jon Martín Cullell
Michelle Bolsonaro, y la esposa de Lula da Silva, Janja da Silva.
La primera dama de Brasil, Michelle Bolsonaro, y la esposa de Lula da Silva, Janja da Silva.Buda Mendes / Antonio Lacerda

Las esposas de los candidatos a la presidencia de Brasil nunca habían sido tan protagonistas como en esta elección. Michelle Bolsonaro y Rosangela da Silva, conocida como Janja, han bajado al barro de la política y multiplicado sus apariciones en actos de campaña. Una los cierra con oraciones a Dios; la otra, con una cancioncilla de amor y esperanza. Un abismo de personalidad y estilo las separa, pero ambas tienen la misma misión: atraer el decisivo voto de las mujeres.

Janja da Silva, de 56 años, ejerce de coordinadora de facto de la agenda de su esposo. Casada con el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva desde mayo, produjo la nueva versión del “Lula la”, el omnipresente tema de campaña. Aparece a su lado, lo llama “amor”, canta y proyecta alegría. “Amo esta ciudad, amo Río de Janeiro… Falta una semanita para depositar todo el amor y ¡votar por Lula!”, decía en un mitin reciente, vestida de azul y detrás de unas grandes gafas de pasta. Él la miraba sonriente sentado en su silla.

20 años menor que él, Janja da Silva ha rejuvenecido la campaña del cinco veces candidato presidencial. Socióloga, docente, extrabajadora en la central hidroeléctrica Itaipú, una de las más grandes del mundo, es militante del Partido de los Trabajadores desde hace cuatro décadas. Empezó a salir con Lula en 2018, poco después de que este enviudara de su segunda mujer. El amor floreció, incluso durante los 580 días que Lula pasó en la cárcel. Lo primero que hizo él al dejar la prisión fue presentar a su novia al mundo.

Además de predicar amor y paz, Da Silva es una dura crítica del Gobierno de Jair Bolsonaro. En un acto en Curitiba, la ciudad del sur de Brasil donde creció, reclamó al presidente por los cientos de miles de víctimas de la covid-19, entre ellas su madre. “Cada vez que veo [el video del] presidente imitando a una persona muriendo sofocada por covid-19, es como si viera a mi madre morir otra vez y otra vez”, lamentó emocionada. Da Silva ha dicho que quiere “resignificar” el puesto de primera dama, y enfocarse en problemas prioritarios para las mujeres como la violencia machista.

Pese a ser más discreta que Da Silva, Michelle Bolsonaro, de 40 años, es vista como decisiva en la trayectoria política del esposo. La pareja presidencial se conoció en 2007 cuando ella era secretaria en la Cámara de Diputados y él, un legislador ultraderechista marginal y cercano a los militares. Este cargaba, además, con dos divorcios. Ella, ferviente evangélica, le abrió las puertas al poderoso voto religioso. Primero se casaron por lo civil y en 2013 recibieron la bendición de Dios de manos del influyente pastor Silas Malafaia. Michelle convenció al esposo para que se revirtiera la vasectomía y poder formar una familia.

Cuando su esposo tomó posesión, tras una campaña en la que casi no participó, Michelle dio un discurso en lengua de señas —ella hacía trabajo voluntario con sordomudos—. Fue un gesto inédito en la historia de las tomas de posesión brasileñas y muchos pensaron que se abría una era de primeras damas más activas. No fue así. Durante los últimos cuatro años, Michelle ha vuelto a adoptar un papel discreto. Eso hasta que la reelección de su esposo se ha encontrado en graves apuros. Bolsonaro la necesita.

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El mandatario, de 67 años, tiene índices de rechazo por encima del 50% entre las mujeres y busca cambiar esa mala imagen. Es un desafío gigante para alguien que llegó a decirle a una diputada que no merecía ser violada “por fea”. Allí entra Michelle, con su perfil de respetable mujer de familia. Tanto ha aparecido en la propaganda de Bolsonaro que el Tribunal Superior Electoral ha vetado videos por sobrepasar los límites de tiempos de participación de seguidores. La campaña trató de esquivar la orden con una narradora que repetía frases de Michelle. El tribunal volvió a suspender la difusión del material.

Michelle ha presentado a su esposo como un hombre que apoya a las mujeres. En un acto reciente, destacó que el Gobierno había aprobado 70 leyes en ese sentido, un número que ha sido cuestionado por los medios brasileños. Dijo de él que era un hombre “técnico” y que ella era más “espiritual”: “Creo que nos complementamos, ¿no? Tiene que ser así, queridas. La mujer tiene que ser ayudante del esposo”.

Los esfuerzos han caído en saco roto la mayoría de las veces. Hace unas semanas, en la explanada frente al palacio presidencial de Brasilia y con Michelle a su lado, Bolsonaro repitió una palabra inventada para referirse a sí mismo: “imbrochável”, aquel que no tiene disfunciones eréctiles. Luego, llamó a los seguidores a comparar a las esposas de los candidatos. “No hay nada qué discutir. Una es una mujer de Dios, de familia”, sentenció, y dirigiéndose a los solteros: “Búsquense una mujer, una princesa y cásense”. Al siguiente día, Janja da Silva recogió el guante y respondió: “Aquí no tiene princesas, ¡solo a mujeres de lucha!”. Princesas o luchadoras, Brasil también elige este domingo qué mujer quiere que lo represente.

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Jon Martín Cullell
Es redactor de la delegación de EL PAÍS en México desde 2018. Escribe principalmente sobre economía, energía y medio ambiente. Es licenciado en Ciencias Políticas por Sciences-Po París y máster de Periodismo en la Escuela UAM- El PAÍS.

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