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Trump y Biden miden ya sus fuerzas para las elecciones de 2024

Los viejos contrincantes entran en campaña dos años y medio antes de los comicios. El republicano sopesa presentarse para sortear la justicia mientras el demócrata trata de acallar las críticas internas sobre su presunta incapacidad para ser reelegido

El primer debate de la campaña de 2020, celebrado el 29 de septiembre en Cleveland entre Joe Biden y Donald Trump, visto desde el Walters Sports Bar, de Washington.
El primer debate de la campaña de 2020, celebrado el 29 de septiembre en Cleveland entre Joe Biden y Donald Trump, visto desde el Walters Sports Bar, de Washington.SARAH SILBIGER (Getty Images)
Iker Seisdedos

Hasta en Estados Unidos, un país en perpetua campaña, es demasiado pronto para hablar de las elecciones presidenciales de 2024. Claro que tampoco es normal que todavía coleen las de noviembre de 2020, tal vez la resaca de una fiesta de la democracia más larga y pesada de la historia. Mientras la comisión del 6 de enero vuelve una y otra vez sobre las semanas que mediaron entre la derrota electoral, de la que, según las encuestas, dos tercios de los votantes republicanos aún no han pasado la página de las sospechas de fraude, y el ataque al Capitolio, los dos viejos contrincantes, Donald Trump y Joe Biden, deshojan la margarita con la vista puesta en la próxima cita como si no quedaran dos años y medio.

En una esquina está Trump, cuyo entorno lleva días deslizando que el expresidente está decidido a volver a la carrera, y que solo es cuestión de cuándo piensa hacer públicas sus intenciones. En la otra, el presidente Biden, que se toma como una ofensa y una deslealtad las insinuaciones de que no estará preparado para presentarse y ganar en las urnas llegado el momento (un momento en el que tendrá 81 años, frente a los 78 que habrá cumplido su potencial adversario).

Sobre las razones de Trump para adelantarse tanto tiempo en su anuncio (nada se lo impide, pero es una norma no escrita de Washington esperar al menos a que pasen las elecciones legislativas, previstas para el próximo mes de noviembre) hay una suma de motivos confesables e inconfesables. Entre los primeros: el deseo del magnate de aprovechar la tormenta perfecta que azota a Biden. Con la inflación y la gasolina por las nubes, sus índices de popularidad andan por los suelos: un sondeo desveló el martes que el 88% de los estadounidenses considera que el país va por mal camino, lo que marca un máximo histórico. Sus principales iniciativas legislativas están paralizadas en un Senado con síntomas de gangrena; el Supremo, moldeado a imagen de su predecesor, está imponiendo una agenda conservadora en temas como el aborto, el cambio climático o las armas; e incluso en los asuntos en los que aparentemente van mejor las cosas abundan los baches en el camino, como en la crisis, colateral de la guerra de Ucrania, desatada por la detención en Moscú de la jugadora de baloncesto Brittney Griner, que pidió auxilio personalmente al presidente en una desesperada carta manuscrita recibida el lunes en la Casa Blanca.

¿Y cuáles son los motivos inconfesables de Trump? Sobre todo, uno: si lanza ahora su carrera eso podría alejar la posibilidad de una imputación por las revelaciones que la comisión bipartidista que investiga el ataque al Capitolio está sirviendo desde el Congreso al Departamento de Justicia, de momento, lento en tomar nota. Y no solo por esas investigaciones: un gran jurado de Fulton County, condado al que pertenece Atlanta, ha citado esta semana a seis de sus colaboradores más cercanos (entre ellos, sus abogados Rudy Giuliani y John Eastman, así como el senador Lindsey Graham, que ha anunciado que impugnará esa citación) como parte de la instrucción del caso por las presiones que Trump ejerció sobre los funcionarios electorales del Estado de Georgia, y en particular, sobre el secretario de Estado Brad Raffensperger. El aún presidente le pidió en enero de 2021 en una famosa grabación que buscara “11.780 votos” para poder certificar una victoria que nunca existió. El anuncio procesal supone que se estrecha el cerco sobre Trump.

En mitad de ese panorama, Biden celebra cada gesto de lealtad como un triunfo: hace un par de semanas festejó el anuncio del senador demócrata Bernie Sanders (su más serio contrincante en las primarias en 2020, que llegaría a 2024 con 83 años) invitándolo a cenar en la Casa Blanca. Parece claro que necesita muestras de apoyo en un ambiente cada vez más incómodo. El mes pasado, The New York Times habló con medio centenar de miembros en activo del Partido Demócrata que coincidieron, la mayor parte de ellos al abrigo del anonimato, en que mejor haría Biden en no presentarse de nuevo. Este miércoles, la CNN publicó otro reportaje en la misma dirección, que describía un “sentimiento abrumador de frustración” entre los suyos en el Congreso sobre el modo en el que está gestionando las múltiples crisis que se le amontonan. Una fuente anónima definía la Casa Blanca como un barco que surca “sin timón, sin rumbo y sin esperanza” las procelosas aguas de asuntos como el aborto o el control de la violencia armada.

Cunde la sensación en Washington de que debería hacerse a un lado para dejar paso a un político más joven y ágil. Y también más allá: el gobernador de Illinois, J. B. Pritzker, dijo la semana pasada que ve “ciertamente posible” que Biden tenga que enfrentarse a un contrincante en las primarias de 2024. El político y emprendedor, de 57 años, tal vez se estuviera refiriendo a él mismo, o a un rosario de otros gobernadores de lugares que van de Nueva Jersey (Phil Murphy) a Míchigan (Gretchen Whitmer) o California, la patria del que parece el mejor posicionado: Gavin Newsom.

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Newsom ha protagonizado estos días una jugada que ha sido interpretada como una prueba de sus ambiciones presidenciales. El político ha pagado una campaña publicitaria bajo el lema “La libertad está bajo ataque en su Estado” en las filiales de Fox News en Florida, para atacar en casa a Ron DeSantis. DeSantis es gobernador allí, y uno de los republicanos mejor colocados para plantar cara a Trump. A su favor juega que si el expresidente se presentara a las elecciones solo podría disfrutar por ley de una legislatura más en la Casa Blanca. Es costumbre que los votantes apoyen a sus presidentes con la idea de que puedan completar dos ciclos completos, ocho años en total.

Una encuesta de intención de voto en New Hampshire, Estado que tradicionalmente madruga en el proceso de las primarias, le ha dado esta semana a De Santis (37%) un empate técnico con Trump (39%).

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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