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El misterio de Macron: ningún otro presidente francés ha sido tan odiado

Entre sus antecesores ha habido presidentes que generaron rechazo como Sarkozy y Hollande, pero el candidato a la reelección provoca sentimientos particularmente negativos en una parte de la ciudadanía

Macron Francia
Un cartel electoral de Emmanuel Macron sobreescrito con el mensaje "Mac Kinsey, Pfizer, corrupción total", este domingo en París.JOEL SAGET (AFP)
Enric González (ENVIADO ESPECIAL)

El diccionario define la palabra odio como “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”. En el caso que nos ocupa, quizá la definición se queda corta. Porque ningún presidente francés ha suscitado un odio tan febril y visceral como Emmanuel Macron. Sobre el fenómeno se han escrito artículos y libros, pero resulta inexplicable en términos racionales. Simplemente, hay algo en él que hiere a millones de ciudadanos.

“No sabría decirle por qué, es algo que me sale de dentro”, dice Georges, un ganadero de La Corrèze que cambia de canal en cuanto el presidente aparece en la pantalla. “No soporto ese aire de superioridad y esa sonrisita con la que nos desprecia”, añade.

Pierre Rosanvallon, catedrático emérito de Historia Contemporánea en el Colegio de Francia, hablaba hace unos días en la radio pública France Inter sobre “eso que pasa con Emmanuel Macron”. “No son las políticas desarrolladas por Macron la causa, aunque muchos puedan criticarlas”, comentó. “Ocurre algo con el personaje, con la persona. Encarna algo que provoca un rechazo extremadamente profundo. Lleva pegada a la piel una imagen de distancia, de desprecio…”. Rosanvallon elogió la valentía de Macron cuando se encara en la calle con quien le interpela o le insulta. “Entonces dice su frase mágica, ‘voy a explicárselo’, y empieza a desgranar argumentos, lo cual está muy bien, el problema es que no se detiene a escuchar los argumentos del otro”.

Aun así, cuesta entender tanto odio. Macron no ha sido un presidente calamitoso en los últimos cinco años (pese a dificultades como la revuelta de los chalecos amarillos, la pandemia, la crisis económica y ahora la guerra de Ucrania) y prueba de ello es que parte como favorito para la reelección. Para muchos ciudadanos, el domingo se verá si la mayoría de ellos, representa la mejor opción posible.

Por otra parte, entre los antecesores de Macron ha habido presidentes chulescos como Nicolas Sarkozy y presidentes no del todo competentes como François Hollande. Ambos podían ser capaces de erizar los nervios más templados. Y ninguno de los dos fue reelegido. Pero cuando tuvieron que irse a casa, no provocaban ni de lejos sentimientos tan negativos como los que sufre el presidente actual.

Los periodistas Nicolas Domenach y Maurice Szafran, una pareja clásica de la investigación política, son autores del libro Macron, ¿por qué tanto odio?. Consideran que la irrupción de Emmanuel Macron en la carrera presidencial de 2017 (después de traicionar a su jefe, François Hollande; sin haber sido nunca ni diputado ni alcalde; sin pertenecer a ningún partido hasta que fundó uno propio; y “con esa cara de jovencito casi imberbe”) fue el principio de la historia de odio, avivada por “su actitud de sabelotodo” y su “juventud insultante”.

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En su libro, sugieren que su matrimonio con su profesora Brigitte, 24 años mayor (cuando iniciaron su relación, Emmanuel era menor de edad) “vulnera quizá algún tipo de tabú extraño y no verbalizable en parte de la sociedad francesa”. Cuando le preguntaron al propio Emmanuel Macron cómo se explicaba a sí mismo ese rechazo fanático de algunos de sus conciudadanos, el presidente dijo que probablemente había “herido” a mucha gente a causa de su prisa por cambiar las cosas. Fue una explicación racional y poco satisfactoria.

En la campaña de 2017 circuló el rumor de que Macron era homosexual y él lo desmintió entre risas y sin ningún rasgo de homofobia. Nicolas Sarkozy aprovechó el rumor malintencionado para lanzarle un dardo con veneno al candidato centrista: “Me parece que Macron es mitad hombre y mitad mujer para gustar a todo el mundo”. Quizá su relativa (muy relativa) androginia y sus ocasionales arrebatos de petulancia adolescente quepan entre las confusas causas del odio.

El candidato ecologista en la primera vuelta, Yannick Jadot, dio en una entrevista su propia explicación: “Macron sigue siendo un actor de teatro adolescente, le sobra narcisismo y la falta sinceridad”.

Hissa, una joven camarera en un restaurante económico de Clermont-Ferrand, votante de izquierdas (Jean-Luc Mélenchon), justificó su abstención en la segunda vuelta “incluso con el riesgo de una victoria de Marine Le Pen” por el hecho de que no “tragaba” a Macron. “Es un tipo”, argumentó, “que nunca tuvo que enfrentarse a una desgracia grave o a una gran derrota personal, su vida ha sido fácil, de estudiante destacado a alto funcionario y de ahí a la presidencia. ¡Si incluso le dejaron casarse con su profe! No puede saber nada de las dificultades que afrontamos cada día los franceses. Aún así, se permite darnos lecciones con ese aire de suficiencia. ¡No lo trago! ¡Odio a ese tipo!”.

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