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La candidata conservadora hace tambalearse el cordón sanitario francés contra la ultraderecha

La aspirante presidencial de Los Republicanos, Valérie Pécresse, dice que si no logra pasar a la segunda vuelta, no dará “consignas” a sus electores para frenar a la ultra Marine Le Pen

La conservadora Valérie Pécresse
La conservadora Valérie Pécresse (Los Republicanos), durante un discurso en Cairanne (sur de Francia), este viernes.NICOLAS TUCAT (AFP)
Silvia Ayuso

El anuncio de la candidata conservadora, Valérie Pécresse, de que evitará dar “consignas” de voto a sus electores si no logra clasificarse para la segunda vuelta de las presidenciales francesas este domingo, ha agrietado un poco más el cordón sanitario que, hasta ahora, ha mantenido a la extrema derecha en Francia alejada de las principales plazas del poder, empezando por el Elíseo.

“Diré a quién voto, pero no daré consignas”, dijo Pécresse en la emisora France Inter este viernes. Poco después, la candidata conservadora, que con una intención de voto del 8,5%, según las encuestas, se queda muy lejos de la final del 24 de abril y que ve a su partido amenazado tanto por Emmanuel Macron como, desde la derecha, el ultra Éric Zemmour, matizó un poco su respuesta. “Deseo que los franceses me pongan en la segunda vuelta. Que no se dejen engañar por ningún falsificador de la derecha. Si no fuera ese el caso, como he hecho siempre, diré claramente cuál será mi voto y diré el camino que considero es el bueno para Francia”, escribió en Twitter. No obstante, destacó la prensa francesa, eludió una vez más llamar, de forma expresa, a frenar a la extrema derecha.

Hace justo 20 años, en abril de 2002, Francia vivió su primer gran shock cuando, en medio de un absentismo récord de más del 28% (que ahora podría ser superado), el entonces líder del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, se clasificó para la segunda vuelta en las presidenciales. Desde entonces, los demás partidos franceses han cerrado filas elección tras elección para impedir la victoria de la extrema derecha. Aunque tuvieran que votar con la nariz tapada.

La propia Pécresse declaró en 2017, tras la derrota del entonces candidato conservador, François Fillon, que había que “derrotar a Marine Le Pen” y llamó a “votar a Emmanuel Macron, incluso a regañadientes”. Posteriormente, insistió en que “la porosidad cero con el FN es una línea roja que no se debe cruzar”.

El escenario de un duelo entre Macron y Le Pen promete repetirse este domingo, pero con una diferencia de voto mucho más ajustada, de modo que las miradas están puestas en la posibilidad de que haya una presidenta de extrema derecha.

Aun así, las cosas parecen estar cambiando en el llamado “frente republicano”. Ya empezaron a hacerlo en 2017, cuando el líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, se negó a pedir a sus electores que apoyaran al entonces novato Emmanuel Macron para impedir la victoria de Marine Le Pen, que había logrado pasar a la segunda vuelta. Una postura que no parece haber variado desde entonces. “Las consignas de voto no tienen ya sentido de manera general y no veo por qué debería destruir lo que he construido lanzando una consigna que, de todos modos, no logrará la unanimidad”, justificó este viernes en la cadena BFMTV.

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Con su postura, Mélenchon se desmarca una vez más del resto de la izquierda que, desde la socialista Anne Hidalgo, al comunista Fabien Roussel o el ecologista Yannick Jadot, ya han anunciado que pedirán frenar a la extrema derecha si Le Pen vuelve a clasificarse.

Aunque la posición de Pécresse no es necesariamente la de su partido, que celebrará una reunión de su buró político el lunes, la candidata ultra Le Pen saludó este viernes el cambio de discurso de la líder de los conservadores como una “decisión sabia” y un “cambio de jurisprudencia de LR”.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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