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Moscú presiona a Kiev con la amenaza de reconocer la independencia del este de Ucrania

Lavrov asegura que “Rusia no quiere una guerra” y exige que se cumplan los acuerdos de Minsk sobre Donetsk y Lugansk, casi congelados por las partes desde 2015

El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, el pasado 21 de enero.
El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, el pasado 21 de enero.JEAN-CHRISTOPHE BOTT (EFE)
Javier G. Cuesta María R. Sahuquillo
Moscú / Kiev -

Los acuerdos de paz para la región ucrania del Donbás permanecen en un punto muerto desde hace casi siete años, y el Gobierno ruso aprieta las tuercas. “El reconocimiento [de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk] debe tenerse en cuenta en el contexto de nuestra línea firme para que Occidente fuerce a Kiev a cumplir los acuerdos de Minsk. En ese caso todo estará en orden”, ha advertido este viernes el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, durante una mesa redonda con medios rusos emitida por internet. El aviso de Moscú llega nueve días después de que la cúpula del Partido Comunista presentara en la Duma Estatal una petición a Vladímir Putin para reconocer a las regiones separatistas donde los fuerzas prorrusas luchan, con el apoyo del Kremlin, contra el Ejército ucranio en la última guerra de Europa.

Lavrov ha subrayado que en los protocolos de Minsk está consagrada la unidad de Ucrania. Los acuerdos de paz fueron firmados por primera vez en septiembre de 2014, bajo los auspicios de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), por Ucrania, Rusia y los entonces jefes de Donetsk y Lugansk (ambos sin reconocimiento oficial, uno fallecido en un atentado en 2018 y otro huido tras un golpe interno en 2017 en una disputa de los servicios de inteligencia) y bajo la mediación de Alemania y Francia. No obstante, la prolongación de la guerra llevó a la revisión de lo pactado en febrero de 2015, Minsk II, tras varias derrotas de Kiev ante los separatistas apoyados política y militarmente por Moscú.

“Rusia no quiere una guerra, pero no descarto que alguien quiera provocar acciones militares”, ha asegurado Lavrov. “El régimen de Kiev no controla a gran parte de sus militares en el frente”, ha añadido el ministro de Exteriores ruso. Cuando la tensión se eleva por la concentración de más de 100.000 soldados rusos a lo largo de las fronteras con Ucrania, el titular de Exteriores ruso afirmó que Kiev ha colocado a decenas de miles de uniformados en torno a la llamada línea de contacto, donde los sucesivos acuerdos de alto el fuego no han impedido un goteo constante de disparos y muertos en estos siete años. “Si depende de Rusia, no habrá guerra. No queremos una guerra, pero no permitiremos que se pisoteen nuestros intereses, que sean ignorados”, subrayó Lavrov durante el encuentro.

Los protocolos de Minsk son 13 puntos que contemplan el intercambio de prisioneros, una ley que garantice la amnistía “de las personas conectadas con los eventos que tuvieron lugar” en la región, o el restablecimiento del control total de la frontera con Rusia por parte del Gobierno de Ucrania. A ellos se sumó después la conocida como Fórmula Steinmeier —propuesta en 2016 por Frank-Walter Steinmeier cuando era ministro de Exteriores de Alemania— que abre la puerta a la celebración de elecciones en Donetsk y Lugansk, que podrían obtener después un estatus especial con algunas fórmulas de autogobierno. Comicios para los que se exigen ciertas condiciones previas: si hay un alto el fuego, si se retiran los combatientes respaldados por el Kremlin y después de que se recupere el control sobre la frontera oriental. Elecciones que deberían celebrarse bajo la legislación ucrania (conducidas por la Comisión Electoral Central). Kiev solo declarará este estatus especial de autogobierno si la OSCE reconoce esos hipotéticos comicios como libres y justos

El problema para la implantación real de los acuerdos de Minsk es quién da el paso primero. El diplomático Alexándr Jara, asistente del ministro de Defensa en 2020 y antiguo miembro del Consejo de Seguridad de Ucrania, señala que es imposible celebrar elecciones libres en aquellos territorios con Rusia controlando los resortes del poder regional. “Con soldados rusos y proxies [otros actores aliados] allí no podemos tener tribunales, policía o delegaciones del Gobierno ucranios, por no hablar de partidos políticos y medios”, asegura Jara a EL PAÍS.

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“Nos dicen: cambiad la constitución, legitimizad a los agentes de las fuerzas rusas, y entonces retiraremos a las tropas de la frontera. Es como si en la Segunda Guerra Mundial se celebran elecciones en un campo de concentración. ¿Cómo las vas a legitimizar?”, dice el experto.

“Nací en Donetsk, soy rusoparlante”, agrega Jara, que subraya que “no es una guerra civil”. “Rusia introdujo fuerzas especiales para minar la soberanía ucrania. Fracasaron en Járkov, Odesa, Dnipropetrovsk... pero lograron crear esta apariencia de revuelta en Donetsk y Lugansk”, puntualiza el analista, antes de señalar que lo principal es la desescalada militar en la frontera. “Nuestros gobiernos han cambiado muchísimo la legislación desde 2014 y se ha descentralizado el poder hacia las regiones. Lugansk y Donetsk podrían beneficiarse de eso, tendrían más autonomía que en 2014″, agrega Jara.

Durante su rueda de prensa, el ministro de Exteriores ruso ha afirmado que el Kremlin está dispuesto a abordar las relaciones bilaterales con el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, pero no sobre ese conflicto, que Rusia considera una “guerra civil”. “Si quieren hablar del Donbás, diríjase al Grupo de Contacto [Rusia, Ucrania y la OSCE] que, como decidió el Formato de Normandía [formado por Ucrania, Rusia, Alemania y Francia], debe tratar todas las cuestiones entre Kiev y Donetsk, y Kiev y Lugansk”.

Discrepancias sobre un ataque inminente

En plena escaldada de tensión por las informaciones de Washington de que Rusia podría lanzar otra agresión militar contra Ucrania de forma inminente y la evacuación de las familias de las embajadas de EEUU, Reino Unido, Canadá y Australia, Zelenski, ha asegurado que no hay razón para el pánico. “No tenemos un Titanic aquí”, dijo en una conferencia de prensa ante los medios extranjeros en su residencia oficial en Kiev. “Entendemos lo que está pasando. Pero llevamos ocho años en la situación”, señaló el líder ucranio, que conversó por teléfono con el presidente estadounidense, Joe Biden, el jueves. “No podemos decir que la guerra sucederá mañana o para fines de febrero. Sí, puede suceder, por desgracia. Pero hay que tomarle el pulso en el día a día”, dijo Zelenski, que habló también de “presión psicológica” del Kremlin. El ministro de Defensa ucranio, Oleksandr Reznikov, ha estimado en 130.000 los soldados rusos concentrados a lo largo de las fronteras con Ucrania; contando los movilizados en el mar Negro.

Moscú ha aprovechado la evacuación para ahondar en su acusación de que Occidente está estimulando la crisis con sus envíos de armas a Kiev y prepara algún tipo de provocaciones para calentar el conflicto y que Kiev planea entrar militarmente en las regiones de Donetsk y Lugansk. El Gobierno de Zelenski lo ha negado categóricamente. “¿Quién ha evacuado sus embajadas?” planteó retóricamente Lavrov, “Estadounidenses, británicos y canadienses. Saben algo que el resto no sabe. Tal vez nosotros también deberíamos tomar precauciones en previsión de alguna provocación de ellos”

Moscú ha llegado a insinuar que Kiev planeaba un ataque químico en el Donbás. En las últimas semanas, además, las autoridades rusas han detenido a varios supuestos saboteadores ucranios y los medios de la órbita del Kremlin han afirmado incluso que la explosión de un autobús en Vorónezh el verano pasado, que se consideró como un accidente por una fuga de gas, pudo haber sido provocada por presuntos agentes de Kiev. Mientras, los servicios de espionaje de EEUU, Reino Unido y Ucrania advierten que Rusia puede estar preparando operaciones de falsa bandera en la zona del Donbás para utilizar un supuesto ataque como excusa para entrar abiertamente a defender a la población civil. Ese escenario, alimentado ahora por la idea del reconocimiento como Estados de Donetsk y Lugansk, es uno de los que está sobre la mesa en el plan ruso, según los expertos. Sería una jugada similar a la lanzada en 2008 en la guerra contra Georgia y las regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur.

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