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Los militares toman el poder en Burkina Faso mediante un golpe de Estado

El teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba, líder de los sublevados, suspende la Constitución, disuelve el Gobierno y el Parlamento y promete elecciones en un plazo “razonable”

Un joven cruza delante de barricadas instaladas por manifestantes que apoyan a los militares amotinados, este domingo 23 de enero en Uagadugú.Foto: AFP | Vídeo: REUTERS
José Naranjo

Los militares que han protagonizado un golpe de Estado en Burkina Faso este lunes y que detuvieron al presidente Roch Marc Christian Kaboré han creado una junta militar para dirigir al país denominada Movimiento Patriótico para la Salvaguarda y la Restauración (MPSR) dirigida por el teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba, líder de los sublevados. El motivo esgrimido es “la degradación de la situación en materia de seguridad que amenaza las bases de nuestra nación y la incapacidad manifiesta del poder para unir a los burkineses y hacer frente a la situación”, según anunciaron este lunes a través de la televisión nacional. Asimismo han ordenado la suspensión de la Constitución, la disolución del Gobierno y del Parlamento, el cierre indefinido de las fronteras terrestres y aéreas y un toque de queda nocturno. Kaboré difundió un comunicado en la madrugada del martes en el que informaba de sus dimisión.

En su mensaje, los alzados aseguraron que no se produjeron muertos ni derramamiento de sangre durante “las operaciones militares” llevadas a cabo y que las personas detenidas durante las mismas se encuentran en un lugar seguro “y con respeto a su dignidad”. Asimismo, justificaron su acción como una medida adoptada para proteger la integridad territorial de Burkina Faso y su soberanía y se comprometieron a convocar elecciones en un plazo “razonable” y tras consultas con la sociedad burkinesa para “volver al orden constitucional”.

El golpe de Estado en Burkina Faso comenzó este domingo como un motín de militares que exigían medios más eficaces para luchar contra el avance del yihadismo, así como el relevo de la cúpula castrense. Tanto la Comisión Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) como la Unión Africana (UA) condenaron este lunes la asonada militar, mientras el partido en el poder denunció un intento de asesinato de Kaboré. El presidente fue detenido por soldados amotinados este lunes de madrugada, según aseguraron diversas fuentes a las agencias Reuters y France Press y a medios locales.

“Nuestra nación vive momentos difíciles. En este preciso momento debemos proteger nuestros logros democráticos. Invito a aquellos que han cogido las armas a deponerlas en el interés superior de la nación. Es a través del diálogo y la escucha como debemos arreglar nuestras contradicciones”, aseguró Kaboré en Twitter, horas antes de anunciar su dimisión.

Durante la noche del domingo se produjeron disparos en torno a la residencia presidencial y en los cuarteles Sangoulé Lamizana y Baba Sy de la capital burkinesa. Este lunes, soldados encapuchados tomaron posición delante de la sede de la televisión nacional, la RTB. Durante todo el día cientos de personas se han concentrado espontáneamente tanto frente al cuartel Sangoulé Lamizana como en la Plaza de la Nación y otros puntos de Uagadugú para manifestar su apoyo a los militares sublevados.

El partido en el poder, el Movimiento del Pueblo por el Progreso (MPP), denunció que se había producido un intento abortado de asesinato de Roch Kaboré y de uno de sus ministros, así como el saqueo del domicilio privado del presidente, según un comunicado. Asimismo, la comisión nacional de dicho partido ha revelado que el palacio presidencial fue rodeado por soldados armados y encapuchados que también ocuparon la radio y la televisión nacional. Residentes en Uagadugú aseguran que por la noche se escucharon disparos en el entorno de la residencia del presidente y en cuarteles de la capital. Vehículos de la flota presidencial han aparecido este lunes con evidentes señales de haber sufrido un ataque.

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Por su parte, el presidente de la comisión de la UA, Moussa Faki Mahamat, afirmó este lunes que sigue “con profunda preocupación la gravísima situación en Burkina Faso”. En un comunicado, Mahamat condenó “enérgicamente el intento de golpe de Estado contra el presidente democráticamente electo” e instó “al Ejército nacional y a las fuerzas de seguridad del país a cumplir estrictamente con su vocación republicana, que es la defensa de la seguridad interna y externa del país”, así como a “velar por la integridad física del presidente de la República, así como de todos los miembros de su Gobierno”. El alto representante de Exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, también mostró su preocupación por los acontecimientos en Burkina Faso y pidió “la liberación del presidente Kaboré”.

Los incidentes estallaron la madrugada del domingo en diversos cuarteles del país, tanto en Uagadugú como en otras ciudades, cuando soldados que ocultaban su rostro comenzaron a disparar al aire. El Gobierno se apresuró a informar a través de un comunicado de que no se trataba de un golpe de Estado y el ministro de Defensa revelaba el inicio de negociaciones con los amotinados. Numerosas manifestaciones espontáneas de apoyo a los militares comenzaron a producirse en la capital, donde ciudadanos encolerizados incendiaron una de las sedes del MPP. Los militares hicieron llegar a los medios de comunicación un mensaje de audio en el que pedían más medios para combatir a los grupos yihadistas que siembran el terror en todo el país, formación militar adaptada a la amenaza terrorista, el recambio de la jerarquía militar y de inteligencia, un aumento de las primas para aquellos que van al frente de este conflicto y una mayor atención a los familiares de los soldados fallecidos, así como a los heridos en estos combates

La tarde del domingo fue de calma relativa mientras se producían esas conversaciones entre los militares amotinados y el Gobierno, que decretó un toque de queda a partir de las 20.00. Incluso el presidente Kaboré publicaba en Twitter un mensaje de felicitación a los jugadores de la selección nacional de fútbol que el domingo lograban su clasificación para los cuartos de final de la Copa de África.

Detrás de este golpe de Estado está el enorme descontento tanto entre la población como entre los militares por lo que consideran el fracaso del Gobierno a la hora de hacer frente al avance del yihadismo. Desde 2015, grupos terroristas vinculados a Al Qaeda y Estado Islámico llevan a cabo constantes ataques contra la población civil y las fuerzas de seguridad, lo que ha provocado unas 7.000 víctimas mortales en los últimos siete años y más de 1,5 millones de desplazados internos según Acnur. El Estado ha ido cediendo terreno frente a estos grupos armados y en la actualidad apenas controla la seguridad de la capital y su entorno y de las grandes ciudades del país.

Este golpe de Estado es el tercero que se produce en África occidental en pocos meses tras los de Malí y Guinea-Conakry. Al igual que en Malí, miles de burkineses han expresado en los últimos meses en distintas protestas un creciente sentimiento antifrancés alimentado por la falta de resultados de la lucha contra el yihadismo que lidera Francia con la Operación Barkhane. Este malestar se expresó también durante el bloqueo por parte de manifestantes a un convoy de transporte militar galo tanto en Burkina Faso como en Níger.

Hace dos semanas, las fuerzas del orden detuvieron a 15 personas acusadas de participar en un complot para derrocar al Gobierno, de las que tres fueron posteriormente liberadas. De los 12 detenidos, nueve eran militares liderados por el teniente coronel Emmanuel Zoungrana, a quien la Fiscalía acusa de ser el cabecilla del intento de sublevación. La matanza de Inata, que tuvo lugar el pasado 14 de noviembre y en la que murieron 53 gendarmes, uno de los peores ataques yihadistas sufridos por las fuerzas de seguridad burkinesas, se considera el desencadenante del enorme malestar en el seno del Ejército. Días más tarde, ante el descontento popular y de los militares y entre rumores de golpe de Estado, el presidente Kaboré cesó a todo el Gobierno.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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