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“Una misión de paz con mujeres es más eficaz”

Jean-Pierre Lacroix, encargado de Operaciones de Paz de la ONU, asegura que el avance de la presencia femenina en los cascos azules aún es lento

Erika Rosete
Jean-Pierre Lacroix, secretario general adjunto de Operaciones de Paz de la ONU, el pasado 12 de octubre en Madrid.
Jean-Pierre Lacroix, secretario general adjunto de Operaciones de Paz de la ONU, el pasado 12 de octubre en Madrid.KIKE PARA

Jean-Pierre Lacroix (París, 59 años) recuerda la única solicitud que le hizo un grupo de mujeres sudanesas, hace solo unas semanas, durante su visita a Darfur: “Queremos estar involucradas en las negociaciones de paz y queremos que ese involucramiento sea real y no solo una consulta”. La región, en el oeste de Sudán, ha vivido sumergida en un conflicto entre el norte árabe-musulmán y el sur negro-cristiano, que no cede desde su inicio en 2003 y a pesar de los acuerdos de paz firmados en 2006. Para tratar de contener la violencia, las negociaciones continúan, pero esta vez el eco de las demandas de mujeres que viven en carne propia las consecuencias del conflicto empieza a ser escuchado. “Es el siguiente paso”, dice Lacroix, en el trabajo que hacen con comunidades que han sido arrasadas por las formas de violencia más brutales que han encontrado. El diplomático asegura que la empatía y la confianza que se logran entre las misiones de paz y muchas de las comunidades responden a la presencia femenina. Disminuye el impacto de recibir a extraños como mediadores y aumenta la posibilidad de avanzar más rápido en la reconstrucción de la paz.

Jean-Pierre Lacroix tiene una carrera de 25 años en la diplomacia. Desde 2017 es el secretario adjunto de operaciones de paz de la ONU. Actualmente hay 14 operaciones en el mundo que trabajan siguiendo las órdenes de la oficina que él dirige. Son civiles, militares y policías quienes conforman sus fuerzas, con cada vez más mujeres entre sus filas. Lacroix acepta que, mientras los países que contribuyen con personal no incluyan desde sus bases a más mujeres, el avance será lento. “Existe la confianza de que una fuerza de mantenimiento de la paz con más mujeres es más eficaz. Eso está claro”, dice. “En dos años hemos llegado de 7% al 15% en el porcentaje de mujeres oficiales de Estado mayor y en observadoras militares, pero el tema en los contingentes es más lento”, añade.

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Durante los dos años al frente de las fuerzas pacificadoras, Lacroix acuenta que se han cosechado varios éxitos, pero también encuentra en el futuro otros retos a los que urge responder. Primero está la falta de acuerdos políticos entre los países que pueden marcar grandes diferencias. Ante eso, Lacroix lamenta que el fin de algunas misiones no se vislumbre cercano. “Se instaló la idea de que estamos desplegados en países de África, Chipre o Líbano para la eternidad. Y eso no está bien”. Luego están los “contextos cada vez más peligrosos” a los que se enfrentan en países como Malí, Níger, Burkina Faso o República Democrática del Congo, donde la amenaza yihadista ha convertido a las misiones pacificadoras en un blanco fácil. Durante 2017, considerado por la ONU como el peor para las fuerzas de paz, 71 empleados de la organización murieron en ataques mientras trabajaban, 53 de ellos eran cascos azules.

Uno de los capítulos más oscuros de la historia de las fuerzas de paz ha sido el de las acusaciones de abusos sexuales cometidos por sus integrantes. Según los registros de la ONU, el total de denuncias por abusos y explotación sexual por parte de su personal ha aumentado (de 50 alegaciones totales en 2017, a 94 hasta marzo de 2019), mientras que las que implican solo a cascos azules han disminuido de 62, en 2017, a 54 en el mismo periodo.

Lacroix asume la seriedad y la gravedad del tema. Acepta que este tipo de agresiones son "aún más inaceptables en el caso de misiones de paz", y enumera las medidas que han puesto en marcha para evitar que estos hechos se repitan: política de "cero tolerancia", presión hacia los Estados que contribuyen con tropas para que desde la base se castigue e investigue a los implicados, y la exigencia de que haya investigaciones reales e inmediatas.

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El diplomático también reconoce que son tiempos difíciles para hablar de paz. Mientras estaba de visita en Madrid, el pasado 12 de octubre, la ONU elevaba el número de desplazados por la incursión turca en el norte de Siria a 100.000 personas en solo tres días de operación. La cifra ya ronda los 166.000. La única misión de mantenimiento de paz en ese país está en los Altos del Golán, a más de 900 kilómetros de la nueva batalla. Lacroix explica: “Estamos tratando de reocupar nuestras posiciones en el Golán y vemos esto como una contribución a los esfuerzos de normalización, pero no hay cascos azules en el norte de Siria”, dice. Y niega que exista la posibilidad de incursionar en ese frente con alguno de sus grupos.

La decisión de desplegar una misión de paz se toma desde el Consejo de Seguridad de la ONU, donde los cinco miembros permanentes (China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos) tienen el poder de vetar cualquier resolución que se discuta, es decir, les permite evitar la aprobación de cualquier iniciativa. Lacroix reconoce que dentro de ese organismo no se ponen de acuerdo con el tema sirio. “La falta de unidad en el Consejo ha contribuido a que la comunidad internacional no logre el retorno de la paz en Siria”.

Sin embargo, el futuro se ve todavía más complejo. Lacroix apunta que las nuevas amenazas a la estabilidad y la paz ya se están cultivando en frentes que no necesariamente son bélicos, y ejemplifica: "En casi todos los países de África el cambio climático tuvo un papel muy importante en la intensificación de la violencia y en particular a través de la falta recursos naturales". Además, el diplomático insiste en que estos nuevos conflictos traspasan fácilmente las fronteras y plantean nuevos interrogantes que no serán fáciles de resolver. "El cambio climático, el crimen organizado, el tráfico de seres humanos, la explotación ilegal de recursos naturales, las epidemias. Nosotros podemos hacer algunas cosas para limitar el impacto o prevenir la tensión, pero la respuesta fundamental es que para conseguir una paz duradera es necesario una acción global que no incluya solo esfuerzos políticos o de mantenimiento de la paz", concluye.

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Erika Rosete
Es periodista de la edición mexicana de EL PAÍS.

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