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Varapalo a 70 años de exilio de los refugiados palestinos

El recorte impuesto por Trump a la UNRWA golpea a la población más vulnerable

Juan Carlos Sanz
Estudiantes en la escuela de la UNRWA en el campo de refugiados de Shuafat.
Estudiantes en la escuela de la UNRWA en el campo de refugiados de Shuafat.JIM HOLLANDER (EFE)

Hace tiempo que la vida dejó de ser provisional en Jalazone. Las tiendas de campaña plantadas en 1949, en la Naqba (desastre, en árabe) que desterró a más de 700.000 palestinos tras el nacimiento del Estado de Israel, dieron paso a casas, calles y comercios, a una clínica y a las escuelas blancas y azules de la Unrwa, la agencia de Naciones Unidas que tutela una diáspora de cinco millones de refugiados.

Empieza la tarde del jueves y las alumnas de la escuela primaria de niñas del campo de Jalazone, al norte de Ramala, la sede administrativa de la Autoridad Palestina, sonríen al comenzar el fin de semana con los uniformes aún impecables a principio de curso. “No sabemos si podrán acabar el año escolar”, admite la directora del centro, la profesora de lengua árabe Sanah Bayeri, de 42 años.

“Por ahora, los recortes no han afectado a los maestros ni al material escolar, pero ya ha habido que despedir personal de seguridad y limpieza”, explica en su despacho. Los 2.000 alumnos de los tres centros de la ONU en Jalazone son más afortunados que los de la Franja de Gaza, donde se han habilitado tres turnos y se ha dejado de entregar gratuitamente los libros.

El medio millón de alumnos de las 700 escuelas gestionadas por la Unrwa solo tienen garantizada la escolarización hasta fin de mes. La Administración de Donald Trump ha cancelado todas sus aportaciones —que representan una tercera parte de los presupuestos de la agencia— en un intento de intensificar la presión diplomática sobre la Autoridad Palestina que es visto por Naciones Unidas como una politización de la ayuda humanitaria.

“No tendremos más remedio que recurrir al Gobierno palestino para poder continuar las clases, pero no sabemos si cuentan con medios”, explica cariacontecida la directora Bayeri.

La Unrwa ofrece servicios de educación, sanitarios y sociales a los más de dos millones de refugiados palestinos en Gaza y Cisjordania, así como en Jordania (dos millones), Siria (530.000) y Líbano (460.000). El recorte de la acción humanitaria que Washington ha sostenido como principal contribuyente desde 1949 supone un varapalo del que la agencia confía en poder recuperarse si recibe nuevas donaciones con urgencia. “Necesitamos 217 millones de dólares para completar el presupuesto de este año”, precisaba recientemente el portavoz de la Unrwa, Chris Gunness.

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Hace siete décadas, las tiendas de campaña y barracones de Jalazone albergaban a menos de 3.000 refugiados. Hoy su población se ha multiplicado por tres, hacinada frente al asentamiento de colonos judíos de Beit El y a una base militar israelí.

“Todos procedemos de pueblos del centro de la Palestina histórica, en torno a lo que hoy es Lod y Ramla en el Estado judío”, detalla Yamal Shaban, de 59 años, que ejerce a modo de alcalde. “Nuestra esperanza es regresar algún día a nuestra tierra, aunque tengamos que aguardar más de una vida”, recita el lema de los refugiados palestinos, que se niegan a aceptar una compensación por las casas y tierras de sus familias, documentadas en registros otomanos, británicos o jordanos.

Creada por Naciones Unidas después de la guerra entre países árabes y el nuevo Estado de Israel, la agencia ampara tanto a los supervivientes del desplazamiento masivo de población registrado hace 70 años como a sus descendientes. A todos ellos se les atribuye el derecho de retorno a los lugares que dejaron atrás sus familias. O a ser compensados por el valor económico de sus propiedades.

Frente a las acusaciones de EE UU e Israel de que la agencia se ha dedicado a perpetuar el estatuto de refugiado de generación en generación, el comisionado de la Unrwa, Pierre Krähenbühl, ha replicado que “la naturaleza de la crisis en Palestina no es un caso único”, y recuerda que Afganistán, Congo o el Sáhara Occidental también los hijos o los nietos de los exiliados precisan protección y ayuda internacional.

Amenaza a los tratamientos oncológicos

EE UU se dispone a dar otra nueva vuelta de tuerca a la presión sobre la Autoridad Palestina. Ha decidido cancelar también donaciones a los hospitales de Jerusalén Este por unos 25 millones de dólares, que se suman al recorte de 200 millones de dólares a la ayuda humanitaria a palestina a través de ONG estadounidense impuesto recientemente. Esos hospitales son centros de referencia que, como el servicio oncológico del Victoria Augusta o la clínica oftalmológica San Juan, atienden a toda Palestina, incluida la Franja de Gaza.

Hama Yunes Nejti, tiene a sus ocho nietos escolarizados en los colegios de la ONU. A los 53 años recuerda cuando la Unrwa atendía todas las necesidades de los refugiados, que hoy solo reciben una ayuda económica de unos 100 euros cada tres meses en forma de tarjeta bancaria. “La clínica de Naciones Unidas ha dejado de facilitar medicinas a los pacientes, y quienes no estamos registrados en la Seguridad Social palestina no tenemos ningún derecho”, se queja este mecánico que lleva más de 10 años sin poder encontrar trabajo.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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