“Antes era más fácil acostarse con las alumnas”
La mecha de Weinstein llega hasta la Universidad Complutense de Madrid
- ¿Puedo llevar yo el megáfono?
- Claro. Empodérate.
Carmen agarra el micrófono y se lo cuelga al hombro como si fuera una ametralladora cargada de palabras para despertar conciencias. Nació en 1997, pero por sus venas parece correr la sangre revolucionaria del 68 francés. “Me he puesto el uniforme de feminista”, dice estirándose una camiseta con la palabra “feminist”. Está nerviosa, como sus compañeras de la Facultad de Filosofía de la Complutense de Madrid. “¿No tenéis la sensación de que vamos a hacer historia?”, pregunta. Las otras no contestan. “Carmen, la revolucionaria optimista”, dice al fin una de ellas y todas se ríen. Han convocado una concentración contra el acoso sexual en la facultad y les puede la inquietud de saber cuántas personas se sumarán.
Les puede también la emoción cuando despliegan la pancarta en el local que tienen en el último piso de la facultad. “Qué bonita ha quedado”. “Y qué limpia”. “Luego la podemos colgar”. A sus pies, extendida en el suelo del espacio en el que se reúnen, leen juntas las palabras que han elegido como lema: “La cámara de los secretos ha sido abierta. Profesores acosadores, temed”. Esta es la facultad del pensamiento y se nota en el mensaje. Y en su explicación. “No nos puede pasar desapercibido que en la facultad de la verdad siga pasando esto”, dice una de ellas. “Esto” es un caso de acoso sexual que han llevado ante la Unidad de Igualdad de la Complutense.
Carmen B. Grijelmo, Paula C. Chang, Paula Huma y Almudena Raboso llevan meses apoyando a una compañera que ha denunciado ante la Universidad a un profesor. A punto de conocerse la resolución definitiva sobre el caso, las cuatro esperan que la Complutense le dé la razón a la alumna. “A raíz de esa primera denuncia empezaron a salir otras chicas a declarar”, explica Paula C. Chang, “y nos dimos cuenta de que no era un caso en concreto. Este profesor tenía todos los años una chica a la que acosaba. Era recurrente. Así que establecimos un patrón”. Siempre de primer curso, siempre guapa, siempre buena estudiante.
“La concentración de hoy es para visibilizar que este tipo de acoso sigue existiendo y que la universidad no es un espacio seguro para las mujeres. Y era un secreto a voces. Desde que entrabas en primero había comentarios. ¡Lo sabía todo el mundo!”, dice Almudena con una mezcla de rabia y de sorpresa. Pero una cosa son los comentarios y otra es tener los testimonios para plantear una denuncia ante la Unidad de Igualdad. Llegaron gracias al correo electrónico que pusieron en marcha cuando estalló el caso Weinstein. En principio, era su aportación particular al #MeToo, pero en ese buzón empezaron a encontrar mensajes de otras alumnas que habían tenido problemas con el mismo docente. “Empezamos a tirar del hilo y empezaron a salir casos… y dices: qué locura”.
Esos testimonios han servido para reforzar la versión de la joven que finalmente decidió denunciar ante la Unidad de Igualdad. Carmen, Almudena y las dos Paulas solo tienen buenas palabras para este departamento que lucha contra el sexismo y las agresiones. “Le hicieron tres preguntas a la víctima que a mí me parecen definitivas para detectar el acoso”, cuenta Paula C. Chang, “¿Había una situación de poder, era una situación igualitaria? No. ¿Te apetecía hacerlo, era consentido? No. ¿Te sentiste violentada? Sí. Son tres cuestiones básicas, sin peros”. Paula también agradece el apoyo que la Unidad presta a las estudiantes que se implican en esta batalla: “te protegen contra represalias, porque nosotras al ser más visibles estamos más expuestas. Y la Universidad se tiene que encargar de que nos sintamos seguras. No estamos haciendo nada malo por acompañar a la víctima”.
Desde luego que visibles son. Más allá del cauce oficial, ellas han decidido sacar su denuncia a la calle. Por eso se manifiestan. Por eso han llenado los tablones de la facultad con unos pasquines en los que recopilan algunas frases del profesor. “A mí me encanta follar con alumnas”. “Las siguientes dudas las resolveremos en una cena”. “Antes era más fácil acostarse con alumnas sin que pusieran el grito en el cielo”. Y en eso es en lo único en lo que están de acuerdo: que el movimiento feminista se ha hecho mucho más fuerte en los últimos años en el campus.
Y sin embargo hay quien las sigue mirando con cierta aprensión. Se nota cuando, pancarta en mano y megáfono en ristre, bajan a la cafetería para reunirse con sus compañeras antes de la manifestación. Los grupos de chicos se abren como el mar Rojo para dejarlas pasar. Los que juegan a las cartas en una mesa levantan la vista de los naipes con escepticismo.
Carmen, que finalmente se ha empoderado con el megáfono, se ve atrapada por una inesperada timidez cuando lo enciende para animar a sus compañeras a que se unan a su marcha. A sus compañeras: la concentración es “no mixta” y los hombres no pueden acudir. Explican que es una forma de visualizar que esta es la lucha de las mujeres y que el hecho de que los hombres no participen, no quiere decir que no puedan colaborar. Por eso les piden que hoy falten a clase. Saben, sin embargo, que muchos no las comprenden. “Pusimos unos carteles que decían ‘No queremos ser vuestra fantasía sexual’ y ha habido gente que ha quitado el no”, explica Carmen, “hay mucha gente que desde la sombra está intentando boicotearnos o mofarse”. “Pues se están riendo de algo que no tiene ni puta gracia”, interrumpe Paula, “no lo hacen todos los compañeros, porque sería muy triste. Pero sigue habiendo burlas”.
No se han sumado muchas más en la cafetería y los nervios van en aumento. Son las doce del mediodía y en las aulas las clases continúan. El grupo de feministas de la facultad de Filosofía se dirige al punto donde arranca la manifestación. “No sabemos cuántas vamos a ser porque la hemos convocado con muy poquito tiempo”, le dicen con tono de disculpa a los policías que esperan en la Avenida Complutense. El agente al mando mira la autorización y se aparta para hablar por el móvil. “Nada, que tenemos a cincuenta personas”. Ellas esperan un rato mientras deciden cómo van a llevar la pancarta y cuando son cerca de un centenar, la policía corta el tráfico y comienzan a marchar.
Carmen, ya sin timidez, con el megáfono como arma, entona la consigna que refleja que algo está cambiando en las aulas: “Somos muchas más que cuando empezamos”. No se nota en la manifestación, a la que solo se ha unido una joven que salía parapetándose con su carpeta de la facultad de Ciencias de la Información, pero sí en el día a día de las aulas. Y eso las reconforta. Saben que cada vez son más, que las nuevas estudiantes están más concienciadas, que las profesoras están de su lado. La marcha termina entre abrazos, risas y lágrimas. “Ha sido muy emocionante”, se dicen entre ellas. “Hemos sido pocas, pero nos hemos hecho oír. Ahora nadie nos va a callar”. Y con la pancarta arrugada bajo el brazo y el megáfono sin pilas, vuelven caminando por la acera hacia la facultad.
Un repunte del feminismo
Con el caso de la Facultad de Filosofía pendiente de resolución final, María Bustelo, Delegada de Igualdad de la Complutense, insiste en pedir prudencia. Comprende la lucha de las estudiantes, pero recuerda que la universidad tiene un cauce que está resultando efectivo: el protocolo contra el acoso sexual. Recuerda también que es rarísimo que haya una denuncia falsa. “Esto tiene un coste altísimo para cualquier persona que pone una queja. Cuando la gente viene aquí a poner una denuncia es que ha pasado mucha angustia”. Por eso, cuando es necesario, se hace un seguimiento psicológico que además luego puede servir como prueba.
“La Universidad es un reflejo de la sociedad”, reflexiona María, “pero es importante cómo reaccionamos porque estamos formando a la gente”. Y la buena noticia es que esa formación, en materia de igualdad, ha avanzado mucho en los últimos tiempos. Cree que hay un repunte feminista. Un repunte necesario. “Pero sigue haciendo falta una acción feminista clara”, añade, “las cosas han cambiado para mejor en muchos aspectos, pero en otras se siguen produciendo las mismas desigualdades y la misma violencia”.
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