Brasil teme verse afectado por el clima proteccionista en Estados Unidos
El nuevo embajador recela de que Washington abandone sus “compromisos de libre comercio”
El nuevo Gobierno de Brasil teme que los papeles se hayan intercambiado. La potencia latinoamericana, que tiende a ser acusada de proteccionismo, recela de que, sea quien sea el futuro presidente tras las elecciones de noviembre, Estados Unidos rebaje su fervor por el libre comercio como consecuencia del creciente debate electoral que culpa a la globalización de la pérdida de empleos.
El Ejecutivo de Michel Temer, que lleva dos semanas en el cargo tras la destitución de Dilma Rousseff, quiere hacer de la apertura comercial uno de los pilares de sus dos años de mandato para tratar de reflotar la economía brasileña. En su discurso de aceptación del cargo en mayo, el ministro de Exteriores, José Serra, abogó por la “eliminación de las barreras no arancelarias y de regulación que dificultan el intercambio” con EE UU.
En su primer acto público, el nuevo embajador brasileño en Washington, Sérgio Amaral, insistió este martes en ese mantra y lamentó que Brasil solo tenga acuerdos de libre comercio con tres países mientras México, aseguró, tiene una cuarentena. Pero lanzó la advertencia sobre el proteccionismo en EE UU: “Os habréis dado cuenta de que el asunto de libre comercio tomó la delantera en las discusiones [electorales] y temo que, sea quien sea elegido, será inducido o forzado a tomar algunas medidas en el área de comercio que no correspondan con los compromisos tradicionales de libre comercio de Estados Unidos”, dijo en un coloquio en Wilson Center, un laboratorio de ideas.
El proteccionismo es una de las banderas electorales del republicano Donald Trump. El multimillonario neoyorquino sostiene que los acuerdos de libre comercio, como el que mantiene EE UU con México y Canadá, han perjudicado más que beneficiado a la primera potencia mundial. Promete imponer elevados aranceles a México y China para frenar las deslocalizaciones empresariales.
Beneplácito a la caída de Cunha
El embajador Sérgio Amaral describió como un "desarrollo muy importante" la decisión de la Cámara de los Diputados brasileña de despojar de su puesto de diputado a Eduardo Cunha, el impulsor del impeachment de Dilma Rousseff que está acusado de desvíos millonarios de fondos.
Amaral dijo que el caso evidencia la “funcionalidad normal” de los órganos judiciales y legislativos brasileños. Minimizó su impacto en la situación política al asegurar que la votación se daba por hecho, pero sostuvo que es positivo para la imagen exterior de Brasil porque envía un mensaje de firmeza. “Gente imputada por corrupción tiene una posición de liderazgo en el Congreso y el Congreso tiene una responsabilidad”, esgrimió.
El debate proteccionista también ha calado en las bases demócratas, lo que ha forzado a Hillary Clinton a distanciarse de tratados comerciales como el de 12 países del Pacífico, conocido como TPP, lo que la aleja del presidente Barack Obama.
El embajador también extendió su reflexión proteccionista a Europa, donde dijo existe un “sentimiento creciente contra la globalización”. Habló de una “ironía de la historia”: en un momento en que Brasil apuesta decididamente por sentarse en la mesa negociadora, puede que EE UU y Europa estén menos dispuestos a hacerlo.
Alemania y Francia han enfriado en las últimas semanas la posibilidad de alcanzar a corto plazo un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y EE UU, conocido como TTIP. También están estancadas las negociaciones para un acuerdo entre la UE y Mercosur, del que Brasil forma parte.
Relación bilateral
La voluntad de estrechar los lazos comerciales es habitual entre Brasilia y Washington, que la semana pasada apoyó al Gobierno de Temer. También lo son otras prioridades y promesas, que ensalzó Amaral en el coloquio, como aumentar las inversiones o la colaboración medioambiental.
Lo que es menos frecuente es que un embajador hable con la franqueza con la que hizo Amaral, un veterano diplomático y político, que señaló que las dos potencias deben situar la relación en un “momento de madurez” para dejar atrás las turbulencias, en que el entendimiento se base más en mérito y confianza que en ideología.
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