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Anita Sengupta, la ingeniera de los taxis voladores que despegan en 2023

De origen indio y tras 16 años en la NASA, científica aeroespacial ahora busca solucionar asuntos, como el transporte, en la Tierra

Anita Sengupta
Luis Grañena

Podría ser una superheroína inclasificable de Marvel o DC. Por la mañana enseña a sus alumnos de la University of Southern California cómo diseñar naves interplanetarias; por la tarde, desde su empresa Hydroplane, descifra el potencial del hidrógeno para sustituir los combustibles fósiles; luego se conecta con colegas de la NASA para asesorarles sobre las misiones a Marte o Venus, y, al atardecer, sobrevuela el Gran Cañón en una avioneta mientras imagina la revolución de vehículos voladores no contaminantes que se avecina.

La ingeniera aeroespacial Anita Sengupta no es una superheroína cualquiera, siempre ha buscado romper moldes, prejuicios. Para ella no existe el estrés, sino desafíos. En las misiones más complejas, los marrones que todos quieren esquivar, ella da un paso adelante. Le estimula salir de su zona de confort. Estadounidense de origen indio y escocés, Sengupta (Glasgow, 45 años) fue la responsable de planificar el aterrizaje en Marte de la misión Curiosity de 2012 de la NASA, una idea tan eficaz que se ha vuelto a utilizar en la expedición Perseverance de 2020.

El sistema integra un paracaídas hiperresistente (el astromóvil pesa alrededor de una tonelada), un escudo térmico y retrocohetes que reducen la velocidad supersónica de la nave de unos 2.000 kilómetros por hora, a 1 kilómetro. Todo en segundos y con una sola oportunidad para que el robot, valorado en unos 2.500 millones de euros, se pose en la superficie marciana.

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Después de 16 años en la agencia espacial, su mirada ahora está puesta en los problemas de la Tierra y, sobre todo, en el hidrógeno, el elemento más abundante del universo. Su investigación, que recibe apoyo de la fuerza aérea estadounidense, busca aprovechar el poder energético a través de un proceso llamado celda de combustible. Las moléculas gaseosas liberan electrones que proporcionan electricidad. Sengupta y su equipo, que por su perfil multiétnico y multidisciplinar bien podría hacerle sombra al de The Avengers (Los vengadores), trabajan para descarbonizar la aviación, uno de los transportes más contaminantes.

La nueva generación de aeronaves eléctricas eVOLT (por sus siglas en inglés), de las cuales compañías como Airbus o Boeing ya tienen prototipos que parecen grandes drones, están a la espera para inundar los cielos de las ciudades. Se espera que en 2023 operen los primeros taxis voladores. “Anita te lleva a su mundo con el abundante entusiasmo que irradia en todo lo que hace”, señala el británico Darrell Swanson, director de Swanson Aviation, especializada en aviones eléctricos.

La creatividad de Sengupta es un láser que se cuela por los rincones. La Estación Espacial, por ejemplo, cuenta con un laboratorio que ella diseñó para congelar átomos y analizarlos, algo inédito por la volatilidad de las par­tículas. Su láser, no obstante, se ha topado con un muro: el tren de levitación magnética Hyperloop que permitiría ir de Madrid a Barcelona en 45 minutos. Mientras fue vicepresidenta de Virgin Hyperloop, Sengupta asumió que de momento los altos costes hacen inviable el proyecto.

Anita Sengupta creció en Nueva York sumergida en cómics y películas de ciencia ficción, dibujando viajes interestelares como una pasajera más del USS Enterprise, la mítica nave de la serie Star Trek. En su propia película ella sería la comandante y sus primeros oficiales Spock, el metódico vulcano de orejas puntiagudas que le ha inspirado y Data, el androide de piel plateada que siempre busca una mejor versión de sí mismo y de lo que significa ser humano.

“Todos estamos hechos de polvo de estrellas. Formamos parte de algo más grande”, subraya en sus conferencias por el mundo como un mantra. Su amor por la exploración y la aviación está ligado a su origen multicultural: su padre, ingeniero de Bengala; su madre, británica maestra de Francés, y su temprana emigración a Estados Unidos. De niña, sus primeros vuelos sobre el Atlántico para visitar a su familia en el Reino Unido le marcarían para siempre.

Sengupta es piloto comercial y voluntaria de la aviación civil en tragedias. “Es una piloto cuidadosa, bien informada. No toma riesgos innecesarios. Es la persona que me hubiese gustado ser cuando tenía su edad”, detalla la investigadora y piloto india Sandya Narayanswami. Se conocieron en el Caltech Flying Club, donde se intercambian como piloto y copiloto. Narayanswami, de 67 años, destaca las conversaciones sobre los obstáculos que han tenido por ser mujeres y de origen indio. “A las mujeres de mi generación les buscaban marido y fin de la historia. ¿Qué tan a menudo ves a dos indias pilotando un avión?”, exclama.

Para Anita ha sido un molde más que ha roto. No solo es ingeniera aeroespacial y piloto, sino además experta en submarinismo, escalada, snowboard, motociclismo. Le encanta vivir en el mundo real, escuchar el mundo natural y, cómo no, bailar y reírse con un musical de Bollywood. Cuando visita la India la reciben como a una estrella de rock.

Frente al cambio climático o la posibilidad de un conflicto nuclear, sigue creyendo en el futuro. Está convencida de la interconexión humana y de que encontraremos las soluciones. De joven, un profesor de matemáticas le dio un superpoder que no le ha abandonado. Le dio confianza y ella le creyó.

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