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Vinciane Despret, filósofa: “Hoy sabemos que algunos pájaros cuando trinan están expresando su propio nombre”

La pensadora belga da voz al llamado giro animal, un movimiento académico que quiere desterrar nuestra visión antropocéntrica de la cultura. “Todo lo que creíamos que era propio del hombre ha sido puesto en crisis”, afirma

Vinciane Despret
Vinciane Despret, en la Villa Medici, en Roma, este 18 de abril.Antonio Masiello
Daniel Verdú

La filósofa Vinciane Despret (Anderlecht, 64 años) se convirtió a finales de abril en una especie de obra de arte que contemplaban los visitantes de la Villa Medici en Roma, el viejo palacio renacentista que perteneció al cardenal Fernando de Medici y que alberga hoy la Academia Francesa. El experimento consistía en que ella durmiese durante una semana en la habitación del cardenal junto al cuadro Limón, de Manet. Ella se inspiraba para escribir algún tipo de texto, y los visitantes terminaban admirándola a ella y a la obra de arte. Pocos, algunos sí, sabían que Despret es profesora de Filosofía de la Ciencia y Antropología de la Psicología en la Universidad de Lieja (Bélgica), una de las voces más prominentes del giro animal, el movimiento de estudios que apuesta por desterrar la visión antropocéntrica de la cultura. Es, además, una experta en el comportamiento de los animales, ha escrito una decena de libros sobre la materia, y en 2022 publicó A la salud de los muertos (La oveja roja), sobre las relaciones que establecen entre sí vivos y muertos. El pasado 30 de abril participó en un coloquio en el Centro cultural Condeduque, en Madrid.

Un miércoles a las tres de la tarde recibe a Ideas en los impresionantes jardines de la Villa Medici, en lo alto de la plaza del Popolo, desde donde se abre una vista a toda Roma. Sopla algo de viento primaveral y ella se abriga con una colorida chaqueta mientras el entrevistador prepara la grabadora.

Pregunta. Voy a empezar a grabar porque no es que tenga una memoria de elefante. Aunque, ya que estamos, no sé si ese estereotipo es correcto…

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Respuesta. Es correcto, sí. Los elefantes se acuerdan durante años de quienes les han hecho daño. Tiene que ver con la retorsión. En cambio, lo de que los peces tengan poca memoria es falso.

P. Hay una tendencia histórica en humanizar a los animales. Desde las fábulas a las poesías, las películas de Disney… Se les atribuyen cualidades humanas para acercarlos a nosotros. ¿Qué impacto ha tenido eso en nuestro conocimiento?

R. Hay que plantear el problema de otra manera. Quien escribía las fábulas eran intelectuales. Pero había mucha gente que no lo era y sí conocía bien a los animales. Había cazadores, agricultores… Medir el conocimiento de los animales a través de las historias de los intelectuales no es correcto, el número de gente que conocía el medio era mayor que el de los que escribían. En las fábulas los animales son marionetas, pertenecen a una época de ignorancia.

P. Les hemos utilizado también para justificar, explicar o corroborar comportamientos humanos en el campo social o también sexual. El feminismo, la dominación, el patriarcado…, incluso la homosexualidad. ¿Puede tener alguna utilidad?

R. Por un lado, desde la primatología siempre se sostuvo que los simios nos darían información sobre cómo eran los primeros humanos, como si fueran nuestros ancestros. El estudio de los pueblos primitivos no llegaba hacia tan atrás y los antropólogos se dieron cuenta de que no servía y comenzaron a interrogar a los primates. La primera investigación ocurrió en el zoo de Londres, pero se encontraron con lo que Engels llamó el tour de pase-pase [juego de manos]. Es bonito como concepto.

P. ¿Y qué era?

R. Que intentamos demostrar algunos conceptos que nos parecen naturales en la sociedad, como la jerarquía o la subordinación de las mujeres, acudiendo a los simios. Pero lo hacemos buscándolo activamente. Y cuando lo encontramos, decimos: “Veis, si los simios lo hacen quiere decir que es natural”. Pero Engels cree que, en realidad, hemos trasladado a la jaula una forma de ver el mundo que tenemos dentro.

P. Así que no debemos buscar respuestas a comportamientos humanos en animales.

R. Es un error para los hombres y para los animales. Porque cuando los observamos no son ellos mismos, sino animales puestos en situaciones humanas.

P. Durante siglos la tradición filosófica occidental sostuvo la idea de que el hombre era superior al resto de los animales. ¿Cuándo comienza a cambiar esta visión?

R. Es principalmente un problema de Occidente. Los indios, por ejemplo, no funcionan así. Hay muchas maneras de contar la historia. Lyn White, un investigador de los años sesenta, creía que la religión cristiana era la responsable de esa concepción de superioridad. El hecho de que Dios dijese a Adán que los animales estaban a su disposición y que les pusiera nombre es ya un mal comienzo. Pero algunas cosas fueron cambiando con Montaigne, san Francisco de Asís… La filosofía fue también muy tóxica.

“Nunca nadie ha soñado que estaba muerto”

P. Siempre se dijo, precisamente, que la gran diferencia entre los humanos y los animales era la conciencia de nosotros mismos.

R. Mire, le contesto como Bruce Bagemihl: la gran diferencia es que los hombres generalizan más y más rápido que los animales. Tenemos una tendencia negativa a generalizar de forma abusiva. Pero es verdad que hay elementos interesantes. El tema de la conciencia de uno mismo no está del todo resuelto. Pero han caído otros estereotipos como ese que sostenía que el hombre era el único animal que podía reír. Y mire, el neurocientífico Jaak Panksepp descubrió por accidente que cuando hacía cosquillas a una rata, se reía. Pero nosotros no lo oímos porque son ultrasonidos.

P. ¿Sentido del humor?

R. Algo así. Frans de Vaal, que murió hace unos días, descubrió que los chimpancés también reían. Un día, para comprobar el miedo que experimentaban hacia sus depredadores, se disfrazó él mismo de leopardo. Al principio pasaban miedo, y cuando se quitaba el disfraz, los chimpancés se desternillaban. Desde hace 40 años, todo lo que pensábamos que era propio del hombre ha sido contestado y puesto en crisis. Lo último que se escucha ahora es que los hombres son los únicos que tienen conciencia de que morirán. Yo ni siquiera estoy tan segura de que nosotros la tengamos completamente. Piense: nunca nadie ha soñado que estaba muerto.

P. ¿Qué tipo de implicación podría tener un instrumento de inteligencia artificial que decodifique el lenguaje de ciertas especies?

R. Hay ornitólogos que han avanzado en esa materia. Antes se pensaba que cuando un pájaro trinaba, era solo un grito de emoción. Pero ahora se ha visto que es más complicado y que algunos tienen su propia firma y expresan su nombre individual. Y son capaces de dirigirse a otro individuo. Algunos pájaros, también simios, pueden expresar de forma diferente cuando alertan de que han visto a un depredador o cuando lo ha visto un compañero. Hay una sintaxis. Para mí lo relevante sería que la IA nos ayudase a afinar y a convencer a más gente de que muchas de esas especies se están extinguiendo. Eso sería estupendo.

P. ¿Qué quiere decir?

R. Si lográsemos transmitir a través de su decodificación que hay culturas, saberes, belleza y seres extremadamente complicados con una gran inteligencia, serviría para subrayar que hay que cuidarlos más.

P. Cuando vemos en las películas a los animales hablando parece divertido; quizá si pudiéramos escucharlos sería horroroso.

R. Quizá en el bosque escucharíamos: “Mira, por ahí va otro mal educado de esos”.

P. El vegetarianismo o el veganismo crecen en la sociedad. ¿Es un avance?

R. No soy vegana ni vegetariana. Pero si eso permitiese que no hubiese agricultura o ganadería intensiva, sería un avance. Consumo poca carne e intento controlar de dónde viene. Pero nunca he empujado por un veganismo o vegetarianismo total.

“Una cultura solo es robusta cuando acepta mutar y modificarse. Si la corrida es verdaderamente importante, debería moverse con el tiempo”

P. En esa infantilización de los animales que hablábamos, a veces nos topamos con el mundo de las mascotas. Usted tiene un perro…

R. Sí, una perra española. La encontraron en la calle en Huesca, se llama Alba. Vivió un año en la calle y terminó en un refugio francés. Vi una foto y me enamoré. Pero mire, como filósofa rechazo ser moralizante, eso significa siempre juzgar a los demás. Eso se lo dejamos a los curas y a gente que no tiene otra cosa que sermonear a los otros. Pero cuando adopté a Alba, ella tenía miedo de los humanos. Y me di cuenta de que en el refugio había sido muy feliz porque pasó mucho tiempo con otros perros y desarrolló un profundo amor hacia ellos. Cuando la adopté, tuve la sensación de estar haciendo una buena obra, pero me di cuenta luego de que era infeliz conmigo porque había perdido a sus amigos. No me debía ninguna gratitud o reconocimiento, porque lo que le hice no era lo mejor. En cambio yo sí le debía a ella, porque me hizo muy feliz. En cambio, sí había un perro que me debía algo: el que pudo quedarse en la plaza de Alba en el refugio y que hasta entonces vivía en la calle.

P. ¿Y cómo fue con Alba?

R. Me empeñé en hacerla yo feliz a ella. No paré hasta que vi, después de dos años, que estar conmigo le gustaba, y que cuando me iba, me echaba de menos.

P. Esperemos que no sea el Síndrome de Estocolmo.

R. Jajaja. ¿Quién ha dicho que el Síndrome de Estocolmo sea algo malo? Puede ser una excelente experiencia. Siempre ha sido una concepción creada desde la autoridad. Pero desde el punto de vista de los secuestrados o de los secuestradores, era positivo. Y mantiene a la gente con vida. Así que puede ser que mi perra tenga ese síndrome y yo sea una suerte de terrorista.

P. ¿Qué piensa de las corridas de toros y del hecho que forme parte de la cultura de un país como España?

R. No hablo nunca de las corridas. Fui invitada a ver una en Nimes, hace unos diez años, y me quedé en la puerta de la plaza, no tuve el valor de entrar.

P. ¿Se quedó en la puerta?

R. Tuve miedo de confrontarme con eso. Pero el argumento de que es cultura me crea dificultades. Convierte la cultura en algo estático, y la cultura debe moverse y modificarse. Una cultura solo es robusta cuando acepta mutar y modificarse. Si no puede alimentarse de otras formas culturales, no tiene consistencia. Hay lenguas muertas y lo están porque nadie las habla. El francés, por ejemplo, no para de cambiar. Si la corrida es verdaderamente importante, debería moverse con el tiempo. Desconfío de la cultura estable e inmóvil. Se convierte en una cultura que detiene el tiempo, en una cultura que busca un pasado mítico, una cultura fascista.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.
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