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Trabajar cansa
Columna
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Esos asesinos de los que usted me habla

Se supone que estos nuevos de Bildu ya veían desde pequeñitos que el terrorismo estaba muy mal, pero el caso es que no lo dicen, no hablan como el resto de los mortales. Yo no sé si es cuestión de ponerles un logopeda

Pello Otxandiano
El candidato a Lehendakari por EH Bildu Pello Otxandiano junto al coordinador general del partido Arnaldo Otegui durante un mitin el pasado diciembre.H.Bilbao (Europa Press/ Getty Images)
Íñigo Domínguez

Hay elecciones vascas el domingo y EH Bildu puede ser el partido más votado. Entre otras cosas porque es el favorito de la mitad de los jóvenes de 25 a 44 años. Es cuestión de edad. Yo no les votaría ni borracho, porque recuerdo lo que hicieron, aunque ahora sean más majos, más de izquierdas, con gafas. La juventud también es la coartada de su candidato, Pello Otxandiano, que rehúye el tema de ETA. Ha dicho que él es de otra generación, reconoce el sufrimiento de las víctimas, todas, y para qué hablar de ETA, si es “un ciclo político” superado. Bueno, será de otra generación, pero no de otro planeta, aunque es verdad que la mayoría de los etarras eran unos garrulos inadaptados a los que habría salvado un erasmus, si hubiera existido. Otxandiano nació en 1983, tenía 13 años cuando mataron a Miguel Ángel Blanco. Si aquel adolescente ya definía eso entonces como un ciclo político, era para llevarlo a que lo viera un médico. No sé si hablaban así en su casa, que para pedir la sal se referían al acercamiento del cloruro sódico. Se supone que estos nuevos de Bildu ya veían desde pequeñitos que el terrorismo estaba muy mal, pero el caso es que no lo dicen, no hablan como el resto de los mortales. Yo no sé si es cuestión de ponerles un logopeda. Un truco que usan es hablar solo de las víctimas con piedad, sin hablar de los asesinos con desprecio. Como si las víctimas cayeran de los árboles. Es un tema que no les gusta, esos asesinos de los que usted me habla.

Insistir en esto no es una tabarra sin sentido, ni hacerle el juego a la derecha, sino algo esencial. El escritor Thomas De Quincey nos recuerda sabiamente que esto de actuar como si el asesinato fuera una de las bellas artes solo lleva por el mal camino. Ya saben, si uno empieza por permitirse un asesinato pronto no le da importancia a robar, luego falta a misa y acaba por dejar las cosas para el día siguiente. Es decir, no te puedes fiar, por mucho que hablen mucho más de Osakidetza [Servicio Vasco de Salud], es el principio lo que falla. Para mí es un éxito de la democracia la derrota de ETA y que Bildu haya tenido que civilizarse y ser un partido más. Es un alivio que ya no le parezca bien que maten al concejal de al lado, pero siguen fallando en esa pregunta de examen, que siempre sale y les cuesta tanto. En el debate electoral de TVE le volvieron a preguntar a Nerea Kortajarena, cabeza de lista por Gipuzkoa, si condenaba a ETA, y guardó silencio. Esta ya es de mi misma edad, y ya ni se inventa paráfrasis, directamente no dice nada. Quizá porque se dedica a los cuidados, es más cautelosa. Seré muy tradicional, pero casi lo prefiero a las chorradas semánticas.

Se da algo que me hace gracia, la paradoja del insulto: si llamas algo a alguien y no puede desmentirlo sin que le echen de su partido o abrir un cisma, es que es verdad. Ejemplo: lo que pasaría si llamas facha a uno de Vox y replica que no tiene ningún problema en afirmar que Franco fue un dictador asesino y grandísimo hijo de mil demonios. Con Bildu, igual: si les llaman proetarras, para desmentirlo pueden proclamar que los de ETA fueron una basura humana, pero si Otxandiano dijera algo así no sé qué haría Otegi, que es su jefe y fue de ETA. Pero, sobre todo, lo que pasaría en ambos casos a esas formaciones es que perderían votos. Debería llegar un día en que un líder de la derecha o de la izquierda abertzale pudiera decir eso tranquilamente y a quien no le guste, que no le vote, que esa gente deleznable no tuviera a quien votar, pero parece que siempre hay quien quiere sus votos, por asquerosos que sean. A ver si acabamos de una vez la Transición, que ya es hora.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.
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